Encuentros con el hermano Francisco: padre Jorge Mario
Lunes de Pascua de Resurrección, 21 de abril de 2025.
No hablaré del jefe de Estado que asume un rol político internacional, que es un actor político dentro de una fuerte extendida estructura institucional, ni del Sumo Pontífice que tiene la máxima jerarquía religiosa para los católicos del mundo con todo lo que ello implica.
Me voy a referir al hombre sencillo y coloquial que encontré hace unos cinco años y que se llamaba Jorge Mario Bergoglio (Buenos Aires, 17.12.1936 – Ciudad del Vaticano, 21.04.2025), tenía 83 años en aquel entonces, y según dijo prefería, cuando era obispo, arzobispo y cardenal en Buenos Aires, que lo llamaran padre Jorge Mario, una manera más fraterna y horizontal, menos contaminada por la rigidez jerárquica y formal que imponen las estructuras eclesiásticas y los ritos.
Tuve la oportunidad de tener la honrosa designación del gobierno de Nicaragua como embajador de esta nación siempre libre y soberana ante la Santa Sede y en esa breve misión que traté de cumplir con responsabilidad, compromiso y gratitud, me encontré con el papa Francisco, jefe de Estado.
Contaré mis impresiones, y algo de las amenas conversaciones con este hermano mayor latinoamericano ubicado por las circunstancias históricas de la vida en una investidura compleja y rígida, cargando sobre sus hombros una pesada tradición y responsabilidad, los retos y conflictos contemporáneos de la mayor organización religiosa que aglutina a unos mil quinientos millones de creyentes.
1.- Eran tiempos de pandemia, conversé con el Papa, a pesar del protocolo solemne y de las restricciones por la incertidumbre que afectaba al mundo, fue sin los molestos tapa boca, en su primer comentario dijo: “no pasará nada, en Dios confiamos”, y me estrechó la mano mientras sonreía; conversamos de todo, en la proximidad de su escritorio de trabajo en un enorme salón de gran belleza arquitectónica. El tiempo inicial previsto se prolongó, suspendió otra actividad que estaba en agenda y seguimos conversando… Lo sentí tan cercano y fraterno, tan franco y sencillo, hablando de lo cotidiano como cualquier ser humano, un creyente de buena fe instalado en aquella posición relevante y agotadora.
2.- Había sido profesor de literatura en el seminario, era y todavía seguía siendo, un gran lector. Sabía de mi oficio de escritor, por lo que hablamos de libros y autores. Mencioné a Rubén Darío a quienes los argentinos estudian en la escuela y se aprenden sus poemas. Inicié con unos versos: “Ya viene el cortejo, ya viene el cortejo…”, y él continuó “ya se oyen los claros clarines,”. Recordamos al poeta nicaragüense, autor de Marcha Triunfal y el Canto a la Argentina, el poema más extenso, cuyos versos y monumento están en la Plaza Rubén Darío de Buenos Aires. Darío consideró a Argentina su segunda patria, allí residió durante unos 5 años y se llevó de esa nación y de su gente un cálido afecto. También hablamos del padre Mariano Dubón y fray Odorico d`Andrea, siervos de Dios, del poeta y sacerdote Azarías Pallais, recordé el poema: “Entierro de pobre”, y del obispo mártir Antonio Valdivieso. Nos referimos un poco a la historia: sobre la conquista española, la intervención norteamericana, Sandino y la victoriosa revolución sandinista. Le entregué mis libros sobre Rubén Darío, quizás los habrá ojeado después, deben estar guardados en alguno de los inmensos rincones del Vaticano.
3.- “¿Sabes qué es lo más difícil de estar aquí?” – comentó-, “pues haber dejado todo allá en Buenos Aires. Solo vine al cónclave con mi maleta y resulta que quedé electo y ya no pude salir más”. Los parientes, los amigos, la gente conocida, mis cosas, los lugares que visitaba, mi rutina cotidiana quedó atrás, todo terminó repentinamente y ahora estoy sujeto a ésta realidad distinta a la que debo acomodarme.”
4.- “Después de ser electo Papa (13.03.2013), me llevaron a las habitaciones en las que viviría. Son enormes, elegantes y solitarias. Me muestran dónde está mi cama. Veo el gran dormitorio y a ambos lados unas filas de sillas. Pregunto ¿para qué esas sillas? Me dicen que es donde se sientan los cardenales o los que prestan servicio al Papa para cuando está agonizando. También veo el lugar en donde comeré siempre solo, podrían entrar únicamente los que le prestaban servicio y quizás algún invitado ocasional. Eso me parecía terrible. Me asusté y dije, yo no me quedo aquí, no aguantaré esto. Me vine a vivir en casa Santa Marta rompiendo el protocolo, este es un lugar que comparto con otros religiosos que laboran aquí –allí se hospedan los cardenales durante los conclaves-, ahora tengo su cuarto privado y una salita de trabajo (es el beneficio adicional por ser Papa), es pequeño y acogedor, comparto las comidas con los que viven en el lugar, cada mañana celebro la misa en esa comunidad. Cuando terminen las restricciones de la pandemia te voy a invitar a que vengas a la misa, es un lugar pequeño y privado, de limitada asistencia”.
5.- En otra ocasión me dijo: “Vos fuiste policía, ahora sos escritor y embajador ¿Sabes qué quería ser cuando fuera grande?: carnicero. Mi papá era contador y siempre nos decía que no tenía dinero, el dinero en casa era escaso. Cuando niño iba con mi mamá a la carnicería del barrio para hacer las compras, veía al carnicero con su enorme delantal y las bolsas llenas de dinero, los billetes se le salían de las abultadas bolsas… entonces le decía a mi mamá: quiero ser carnicero, parece que siempre tienen dinero. Cuando me nombraron obispo en Buenos Aires mi mamá me recordó eso: cuando eras niño querías ser carnicero, ahora sos obispo.” Reímos. Le conté que había sido policía al concluir la lucha contra la dictadura somocista por las circunstancias de la historia y estuve allí durante veinticinco años.
6.- El padre Jorge Mario tenía un humor respetuoso, muy latino o muy argentino quizás. Dice: “Cuando te digan `qué bien te conservas`, no creas que te están haciendo un elogio, en realidad te están diciendo que sos viejo. ¿Qué es lo que se guarda en conserva? Lo viejo, para que no se descomponga o lo que está fermentado, que se está poniendo más viejo”.
7.- Le comento: una de las cosas que extraño es la música y los cantos en las iglesias sencillas de Nicaragua, aquí en San Pedro y otras iglesias la solemnidad y lo majestuoso puede ser bonito de vez en cuando, pero es impersonal y cansa, a veces te distrae la riqueza histórica y artística. La siento distante. Me dice: “tenés razón. A mí, que estoy acostumbrado a las misas en Argentina, también me parece cansado aquí. Hay una bonita iglesia en Roma en donde a veces voy, en donde todo es más sencillo, te daré la dirección por si podés asistir”. Le conté de la pequeña capilla a la que voy los domingos en la Cruz del Paraíso, cerca de donde vivo, está a cargo de un humilde vecino que es jardinero, un hombre generoso, sencillo y dedicado.
8.- Conversando sobre cosas eclesiales dijo que “hay varios asuntos por superar en la iglesia, uno de ellos es el carácter clerical, hay que dar más poder a los laicos y menos a los curas, obispos y cardenales. Tantas cosas tenemos que cambiar, la reforma a la Curia, el rol de las mujeres en la iglesia, acercarnos a todas las confesiones cristianas y no cristianas, promover lo ecuménico, no podemos sentirnos dueños absolutos y pensar que el resto está excluido de la salvación de Cristo. Los protocolos y los ritos son muy rígidos y pesados, trato, en lo posible, de avanzar. Estamos insistiendo en eso, no es fácil”.
9.- El padre Jorge Mario, escucha y ve a los ojos del interlocutor cuando habla. Tiene una expresión que inspira confianza y serenidad, no se expresa con lenguaje rebuscado ni la solemnidad con la que suelen enredarse las personas en esas investiduras. Tiene algo de niño a pesar lo octogenario. Es afectuoso, cordial, respetuoso y coloquial, se ríe de vez en cuando y recurre al humor, habla de cosas serias y asuntos ordinarios, trata de conectarse con el otro sin aire de superioridad. Cuanta sobre él y quiere conocer al otro. Tiene vocación de maestro y consejero. En el nombre que asumió al ser nombrado Papa trata de expresar su intención: “Francisco, repara mi iglesia ¿no ves que se derrumba?”, es el mensaje que recibió en 1205 san Francisco de Asís en la iglesia de San Damián, frente al Cristo crucificado hace 720 años.
10.- Me entregó unos rosarios y dos libros: la encíclica “Laudato sí” (Alabado seas mi Señor…: sobre la protección de la naturaleza, el cuido de la Casa común) que había firmado en 2015 y la encíclica “Fratelli tutti” (Hermanos todos: que se refiere a la fraternidad, la convivencia y la amistad social) que había firmada unos días antes, el 3 de octubre de 2020 en la Basílica en donde están los restos mortales de San Francisco en la ciudad de Asís. El texto fue público al día siguiente 4 de octubre, cuando se celebra al venerado santo de la pobreza, la humildad, la fraternidad y la ecología. Hablamos brevemente sobre ambas encíclicas. Le conté que cuando niño y adolescente había sido monaguillo en una iglesia de mi colonia en Managua que estaba a cargo de la Orden de Frailes Menores (o.f.m.).
Más o menos de esas cosas, entre otras, hablamos… Es como las recuerdo para contarlas en la especial y memorable ocasión de su partida.
Hermano padre Francisco, hermano Jorge Mario, descansa en la paz del Señor en ésta Pascua de Resurrección de 2025. Espero llegar cuando sea mi tiempo para seguir conversando…
Paz y bien.