DESCOLONICEMOS “LA PATRIA”, EN EL “NOMBRE DE DIOS”
“La patria es para el hombre lo que siente ó que sueña…” Rubén Darío, El retorno a la patria (1907)
En estas temporadas de septiembre, cortas y llenas de actividades, discursos, actos, marchas triunfales, elogios y condecoraciones, banderas, antorchas y símbolos, surge algo que inquieta, porque eso que se celebra, lo que llamamos PATRIA, es de significados tan distintos, bajo la misma simbología esconde una multitud de sentidos, ¿Cuál fue la patria de Nicaragua, Diriangén, Gil González y Hernández de Córdoba? ¿Cuál la patria de Somoza y la de Sandino, la de Morazán, Walker (nacionalizado), Cole, Castellón, Máximo Jerez y Pedro Joaquín Chamorro? ¿La de Castro, José Dolores Estrada? y la de esos otros miles cuyos nombres y referencias nadie recuerda, pero murieron por algún lugar, regados en los caminos, en las haciendas y ciudades, comprometidos, llevados o arrastrados, gritando un ¡Viva! O un ¡Muera! contra alguien o a favor de algo o ¿nada? ¿Cuál fue la patria de los conservadores y cual la de los liberales? ¿Cuál la de los somocistas y cual la de los antisomocistas? ¿Cuál la de los sandinistas y cual la de los contras o antisantinistas? ¿Cuál es la patria del criollo de la que cuenta Severo Martínez, del mestizo, del ladino, del indio, del inmigrante, del exiliado voluntario y forzado? ¿Del prisionero, pandillero, desempleado, empresario, académico, funcionario público y del político? ¿Cuál la patria de Zelaya, Zeledón, Díaz, Moncada,…?
¿Quién califica al traidor de la patria, quién honra sus méritos y quién lo denigra? ¿Quién condena al traidor al paredón como lo hicieron con Corral?, o al exilio, como lo hizo Martínez, primer presidente de la República, contra el héroe de la Batalla de San Jacinto, José Dolores Estrada, y, años después, el presidente Fernando Guzmán reivindica. ¿Quién condena a Sandino como bandolero, después le da la mano, un abrazo, un papel firmado y finalmente lo asesina por la “patria”, la propia, la suya, según su interpretación y justificada por los argumentos porosos de la “ley” y las marañas de la historia, para luego, con el tiempo, erguirse en una figura admirable que desde su silencio majestuoso ve la patria diversa que sus seguidores, los patriotas, sandinistas, antiimperistas, diseñan? ¿Quién condena y quién absuelve en nombre de la patria? Es casi como decir en el nombre de Dios, cuando quien ostenta la máxima representación, desde todas las administraciones públicas que se han sucedido, durante su discurso dice: “en el nombre de Dios y de Nicaragua”, ha hablado Dios, ha hablado la Patria, ante ella, el resto (un indescifrable y mayoritario resto) se inclina, piensa, siente, tal vez no es el mismo Dios ni su misma Patria, coexisten en multitudes, pero usan idéntico nombre. ¿Ha Dios autorizado que usen su ÚNICO nombre, YO SOY EL QUE SOY? Tan amplio puede ser eso, no importa ¿La PATRIA es lo mismo que Nicaragua, hablar en su nombre es un atributo relativo que se reviste de absoluto que, como un rayo de luz es capaz de traspasar voluntades y libertades, proyectarse desde aquí hasta el más allá, sin murallas, ni leyes, sin estorbos, porque la patria, es casi sinónimo de Dios, o mas, es próxima y tangible, aunque Dios está en todos lados, es omnipresente, omnisciente, omnipotente, todo lo sabe, todo lo hace, y la PATRIA, como una extensa vara mágica, en manos de quien puede hacer uso de ella, la extiende con su poder soberano para aplacar a aquellos que no son “patriotas”. Entonces, al final de cuentas ¿Qué es la patria amiga y amigo? ¿qué es compatriotas? Me asalta la duda. Su bandera, su himno, su escudo, sus símbolos, ¿no son acaso eso: símbolos? –Con frecuencia mercantilizados- ¿Qué representan esos bellos, poéticos, armónicos y artísticos símbolos? La nación, la identidad, la pertenencia, lo común, lo que nos use o nos separa… ¿La pertenencia a la medida de quién? No creen que debemos desconolonizar la patria, reinventar la patria, ese concepto tan heterogéneo, versátil, cambiante, flexible, amplio, estirado, elástico, usado, maltratado, malinterpretado. Hemos hecho la guerra en nombre de la patria, han muerto miles de patriotas en su sagrado nombre ignorando incluso qué era eso, o tal vez sin sospecharlo o creyendo todo lo contrario. Unos pensaron, desde muy antes, la patria es monárquica, unionista, verde, o roja, naranja, rojo y negra, o azul y blanco o multicolor; anda descalza, de saco y corbata, lleva fusil al hombro, es boerista, católica, laica,… quien no tenga esos matices, desde la óptica de quien define su significado, está contra ella. ¿Y la gente? ¿Y la gente, las personas, dónde están? ¿No creen ustedes que los símbolos son esos, los símbolos de la patria son objetos respetables que pueden apenas pretender representar algo sin llegar a ser eso que representan? ¿Cómo va a valer más un símbolo que el individuo, que el ser humano? ¿Por qué vamos a denigrarlo, aniquilarlo, destruirlo, excluirlo, en el nombre del símbolo? Como en las Cruzadas, en nombre de Dios, como en la Conquista en nombre de la Cruz y la Corona, como en nuestra historia y de cuyo porvenir no auguro diferencias. ¿Qué cree usted? Es un difuso ideal y muchos contradictorios hechos. La patria no pueden ser los signos ni los símbolos, la patria es la gente, las personas, los hombres y mujeres, los seres humanos que siendo distintos, algo compartimos, habitamos un territorio cuyas fronteras, esos artificios inhumanos para dividirnos, no tienen sentido, la patria no siente, la gente sufre, llora, se alegre, goza, construye esperanzas, vive y muere.
No pertenecemos a un lugar por el hecho de estar allí sino por lo que realmente somos. Se puede ser extranjero en su propia patria, un excluido, ajeno a lo propio, sin ser parte, principalmente cuando se va o se regresa del exilio por cualquier circunstancia, cuando en el retorno, todo es diferente, la gente se ha ido, se es inadaptado, ni de allá ni de aquí, siendo lamentablemente de ningún lado.
Hay muchos(as) para quienes la patria es desde lejos el recuerdo de las costumbres, la comida, su familia, sus amigos, el calorcito húmedo de nuestras largas temporadas, los decires y esa mezcla de hábitos y tradiciones, siente nostalgia, en su corazón brota la ansiedad…. “…los sufrimientos de la ausencia y por ese perfume del corazón de la tierra nuestra, que no han podido hacer desaparecer ni la distancia ni el tiempo” (Darío, 1907), el poeta en su regreso a la tierra que tuvo que dejar acosado por el silencio, para poder brillar, lo acoge iluminado por la fama, bajo la oscura intriga que provoca el esplendor, “el azul era para su vida un símbolo” (Jerez, 1907).
La patria de quien desde el poder “neocolonial”, “democrático” o “absoluto”, impone su definición mercantil, dogmática o fundamentalista, defenderla a ella, es defenderlo a él, a ese grupo que representa, esa definición de patria es el símbolo del poder colonial, oligárquico, autoritario, que se usa como la espada, el proyectil, el poder dominante, religioso, cultural o político; luchar por ella, desde esos códigos ajenos y no propios, es estar a su lado, y el resto se pregunta ¿Dónde está mi patria cuando ve ondear la bandera raída y desteñida en el asta de la escuela pública de un pueblito del interior o en el pórtico de una institución pública? Se pone la mano en el pecho, quizás siente su corazón palpitar en la emotividad del acto, el aburrimiento, o el cansancio; la patria no puede ser simple emoción, es compromiso, inclusión, equidad, necesitamos reconstruir la patria, descolonizarla, desmitificarla, desmaterializarla y humanizarla, aunque a fin de cuenta nos damos cuenta que todo esto es pura utopía.