Personajes

Mariano Dubón en la novela MANANTIAL

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September 17, 2015

“Los niños hambrientos” fue un titular del diario El Comercio de Managua a fines de 1912, era presidente por el favor de los norteamericanos en los pactos Dawson, Adolfo Díaz, había guerra y para colmo la sequía durante esos años destruyó los cultivos, centenares de familias pobres bajaron del campo por el terror de la guerra y la falta de comida, los hombres andaban peleando y muchos habían muerto, las mujeres quedaron solas con los hijos, deambulaban hambrientos en la calles, predios y plazas de las ciudades principales, por Managua, León y Granada.

Ese fue el escenario que vio, el que ahora se reconoce como benefactor de los niños huérfanos de Managua, José Zacarías Guerra Rivas (1859-1914), pero también fue, desde años antes, el panorama de orfandad y miseria que vivió Mariano Dubón Alonso (1861-1934) en León, desde fines del siglo XIX, durante los gobiernos conservadores y liberales. La novela Manantial (2013), muestra la vida posible de aquel hombre solitario, huraño e incomprendido de Managua y también descubre, de acuerdo a las circunstancias de la época, que la iniciativa de Zacarías Guerra, conocida al abrir su testamento tres días después de su muerte, pudo tener como inspiración, la obra emprendida por el padre Dubón al fundar el Hospicio San Juan de Dios (1899) a donde trajo desde Francia a los Hermanos Cristianos de La Salle (1903), asumiendo la solidaridad y el compromiso con los más vulnerables. Algunas noticias compartieron la obra del sacerdote leonés por ofrecer hogar, educación y oficio, a niños y adolescentes que padecían por las inclemencias del tiempo, las irresponsabilidades humanas y las arbitrariedades de la violencia.

La Conferencia Episcopal de Nicaragua inició en noviembre 2014, previo trámite en Roma, la causa de beatificación del presbítero Dubón. El Obispo de León designó como postulador de la causa a monseñor Silvio Rueda, párroco de la iglesia La Merced, para reconocer la vida ejemplar del religioso.

Manantial, recrea el encuentro entre el recordado San Mariano de Nicaragua y el filántropo que dejó su herencia los huérfanos según el contexto que los vincula en 1908, penúltimo año de la presidencia de Zelaya. Compartimos parte del capítulo VI:

(…) —…soy de Managua, ando en León haciendo unas diligencias referidas a un asilo para niños, pasé por aquí antier, conocí las instalaciones que habilitó y vi a los niños, a los maestros y a los Hermanos, participé en la misa que celebró. Hablan en todos lados de la meritoria obra que impulsa…hasta el gobierno que ha expresado con sus actos su anticlericalismo, le muestra simpatía, quisiera conocerla…

—Gracias por tu interés… a veces se dicen palabrerías, hay que hacer más y hablar menos, tantas cosas que tenemos que emprender en el corto tiempo que se nos presta vida… tengamos cuidado a los halagos que nos abruman y hacen daño…

… En Managua hay muchos niños en abandono que también requieren hogar y educación. Pensaba si usted no puede hacer un esfuerzo similar allá, ese es mi propósito, ayudar a fundar uno…

—Es un problema común el de los niños desprotegidos, tenemos que hacer algo, es un deber, no podemos evadir nuestras responsabilidades. Aquí estamos muy ajustados, otros tienen que promoverlo en la capital, no es fácil cuidar y educar a estos muchachos, estamos creciendo, hay mucha necesidad, a veces nos vemos con dificultad hasta para darles de comer.

— ¿Cómo se le ocurrió la idea? ¿cómo hace para mantener el hospicio?

—La idea no se me ocurre a mí, llegó, soy un simple instrumento del Señor, Él dice, hacé esto y trato de hacer lo que me manda, simplemente lo hago, no me pregunto ¿y cómo lo haré?, ¿y por qué yo? Solamente cumplo, trato de superar “los peros” que acostumbramos poner a las cosas del Señor, si Él dice que se haga, se hará, los obstáculos se superarán, más allá de nuestra comprensión, avanzaremos según Su voluntad… Lo que Dios construye a través de uno no es para vanagloriarse sino para reconocer ante Él nuestra pequeñez. Tenemos que aliviar el dolor de los más necesitados y los pequeños en la vida presente, dar de nosotros lo mejor para ayudarles a encontrar el propósito de su vida, educarlos en la solidaridad y facilitarles el encuentro personal con el Señor…

—¿Realmente es así? Uno se pregunta si interpreta correctamente el mensaje del Señor, ¿cómo llega, de dónde? Trata de resolver detalles, anticiparse a los imprevistos, sin comprender cosas, uno piensa y le da vuelta, trata de buscar explicaciones, se desanima ante las dificultades y las incomprensiones, eso lo frena…

—Hijo, allí está el problema, si te detenés a pensar y darle vuelta, no harás nada, tenés que poner en las manos del Señor las intenciones por muy raras, buenas o inexplicables que sean y Él, que todo lo sabe, abrirá el camino, resolverá los inconvenientes. Uno se pone en sus manos, trabajá con dedicación y fe, lo demás vendrá cuando corresponda. No pretendás resolver hasta el más insignificante detalle, planificar hasta lo último es absurdo, si te vas por ese rumbo, no cumplirás Su voluntad; emprendé las tareas con decisión y persistencia, poniendo la confianza en Él, sin olvidar que quien todo lo puede no somos nosotros, sino quien nos reconforta.

—Padre, lo que me dice es orientador. Siempre he sido muy precavido, talvez en exceso cuando emprendo algo.

—La precaución es buena, incluso reconozco que prever es un acto responsable de amor, pero solamente si parte de Dios, sin egoísmos y sin intereses mezquinos, nada que está fuera de Él será duradero, no es recomendable improvisar ni andar dando bandazos por un lado y otro. Pero, en las cosas del Señor no se puede ser calculador, sería una actitud autosuficiente y de orgullo de nuestra parte. No comprendás con la razón, experimentá con el corazón…

—Tantas experiencias de vida juntas no es posible digerirlas… Sobre el orgullo, al emprender esta obra tan loable, muestra un acto generoso de su parte que provoca lógicamente, halagos y reconocimientos de muchos…

—También críticas, hijo, no creás que todo es alabanzas. Tanto a la una como a la otra, no hay que prestarles atención; sin distraerse, hay que poner los ojos y el corazón en lo fundamental. Le tengo más miedo a los halagos. Pero, tenés razón, enfrento un peligro, te soy sincero, en mi caso, hace tiempo que no presto atención a las zalamerías mundanas —de las que no soy inmune— no las percibo para mí, insisto, son de quien me ordenó y me guía. La tentación en el hombre existe, interés por sobresalir, por ser reconocido, por atribuirse méritos que no son propios, por acaparar e imponerse…, es el peligro de la vida contemporánea, temporal y terrenal, cada vez que me levanto pido a Dios que nada de eso me perturbe, cada vez que me acuesto reviso si no habré cometido algún pecado de orgullo y autosuficiencia que pretenda quitarle al Señor los méritos por las cosas buenas que puedo hacer. ¿Sabés?, me alegra cuando después de ayudar a alguien no me dan las gracias, así los roles quedan claros, entre quien dirige y lo determina todo, y quien es su insignificante instrumento; me alegro incluso cuando me señalan con el dedo y critican, porque eso modera mi temperamento, me lleva a recapacitar sobre mis imperfecciones… no somos moneditas de oro, afortunadamente…

—Padre, lo que usted dice, ahora que pienso en el propósito de lo que quiero impulsar, es una preocupación que me viene a la cabeza y que, ahora que lo escucho, la preciso mejor. He sido siempre un hombre discreto, pero cuando uno emprende cosas de este tipo se pone en la vista pública, abundarán los elogios y también los señalamientos adversos…

—Hijo, aunque lo que podemos hacer puede ser bueno, será realmente bueno y viene de Dios, cuando el propósito que lo mueve es bueno. ¡Tantas cosas que uno ve y vive! Incluso entre religiosos y sacerdotes, ninguno está exento de esos males, las apariencias engañan, detrás de loables obras se esconden mezquinos intereses; si vas a comenzar algo, preguntate con franqueza tus intenciones, si vas buscando beneficio, fama y reconocimiento, tenés que revisarte antes…

—Me preocupa, debo revisarme… en el fondo, padre, puede ser que busque algún reconocimiento o beneficio, salir del olvido, un poco de fama, satisfacciones personales, compañía…

—Depende de qué sea, evalúate a conciencia, evitá lo que corrompe y socava los cimientos de cualquier proyecto que se levante sobre esa base; solamente persiste lo que tiene el empuje de la voluntad divina, aquello que en sus propósitos es sano y limpio, todo lo demás tendrá corta vida y terminará mal.  ¿Sabés cuál es la medida de lo bueno? Lo bueno dura, más allá de las adversidades, más allá de nuestro tiempo, allí yace la mano invisible y generosa de la Providencia, lo otro será simplemente la voluntad egoísta y oportunista de nosotros los hombres.

—¿Cómo sabré con certeza cuál es el propósito de lo que emprendo?

—El propósito se esconde en el corazón de las personas, pero también se evidencia, tarde o temprano, en los actos. “Por sus actos los conoceréis”. En la soberbia, en el orgullo, en la falta de humildad, en el ánimo de sobresalir y de figurar, en el atropello y la ofensa hacia otros, en la actitud autoritaria e intolerante, en la desconsideración a los sentimientos y necesidades ajenas, cuando se pretende ser dueño de la razón cerrando los oídos y los ojos a los otros; nadie tiene la razón, la razón viene y reside en Dios… Poné tu mano en el corazón, cerrá los ojos para evitar la perturbación externa, con los pies bien puestos sobre la tierra, elevá tu vista al cielo y pedí con sinceridad que se exprese la voluntad del Señor… Los misterios del cielo no se pueden revelar con palabras, solo se saben, se perciben, allí están, la sabiduría para discernirlos es una bendición que llega, recibila…

—Padre, no tengo la fuerza suya para despojarme de las tentaciones… A veces me atormentan pensamientos indecibles…

—Nadie tiene por su propia cuenta esa fuerza, ella viene de quien todo lo puede y todo lo sabe… “Donde tenés tu riqueza allí estará tu corazón”, si no tenés caridad, aunque entregués todos los bienes, nada sos… Un consejo te doy, tené en cuenta que acumular riquezas y mostrar virtudes, no solo puede acarrearte la tentación del orgullo y la soberbia, sino que también crea enemigos. Guardate de los actos de ostentación, de las muestras visibles de generosidad y de cualquier otra virtud que los seres humanos identificamos como tales, para prevenirte de ese peligro alejá las apariencias, refugiáte en el amor, con ello vendrá la simplicidad y la paz. Lo dijo Sénaca: “El peor de los vicios es aquel que presenta rasgos de virtud”.

—Padre ¿y qué es el amor?

—¡El amor! Es obvio que es Dios. En el ser humano es un fenómeno inexplicable, sin respuestas. Un verdadero acto de amor dura por siempre porque viene de la fuente imperecedera que lo alimenta… Abrí el corazón y dejate sorprender…”

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FRANCISCO JAVIER BAUTISTA LARA
Managua, Nicaragua

Comparto referencias de mis libros y escritos diversos sobre seguridad, policía, literatura, asuntos sociales y económicos, como contribución a la sociedad. La primera versión de esta web fue obsequio de mi querido hijo Juan José Bautista De León en 2006. Él se anticipó a mí y partió el 1 de enero de 2016. Trataré de conservar con amor, y en su memoria, este espacio, porque fue parte de su dedicación profesional y muestra de afecto. Le agradezco su interés y apoyo en ayudarme a compartir.

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