La Cruz del Paraíso, 8/8/2017
¿Cómo defenderse de los elogios? Creo que escuchándolos sin exceso, agradeciéndolos con franqueza, y olvidándolos para evitar perder de vista el horizonte. A propósito del artículo publicado por el prolífero y diversificado escritor Jorge Eduardo Arellano: “Bautista Lara: persistente compilador dariano” (END, suplemento 6/8/2017), a quien agradezco los generosos comentarios, mientras continúo en el camino de aprendizaje y en el servicio de compartir, entre correcciones e incorrecciones, acuerdos y desacuerdos.
Me quedan algunas dudas que percibo con agrado, son movilizadoras y necesarias para emprender y evitar las certezas que a veces inmovilizan. Dice el texto: “se ha labrado tesoneramente la categoría de dariano”. ¿Tesonero? ¡Ha sido una persistencia divertida y reconfortante! ¿Dariano? ¡Gracias por el honor! Pregunto: ¿qué es? Viene a la mente, una multitud de conceptos, a partir de los sufijos en el nombre Darío (síntesis de herencia: “marca indeleble” en la literatura universal, en la historia), ineludible compatriota, cuyo recuerdo, en estos dos años de doble conmemoración, ha provocado énfasis, hallazgos, reinterpretaciones y puntos de vista nuevos y viejos.
Nacer y vivir en la patria de Darío, hablar el idioma que contribuyó a refrescar y estar rodeado de sus referentes físicos, culturales, históricos y literarios, nos aproxima a él –aunque algunos quieran ignorarlo-. Nos referiremos a cuatro categorías: i) Dariano (ano/a), según la etimología del sufijo: “relativo a” o “pertenencia”, se usa en gentilicios y otros (ej.: cristiano, cubano, mexicano, marciano, kaftkiano, mediano). Quien comparte afinidad o coincidencia con Darío, parece que es una categoría amplia, en la que cabemos muchos, casi por simple afinidad; ii) Dariísta (ista/o), se refiere a: “partidario de” o “profesión u oficio” (ej.: capitalista, socialista, sandinista, somocista, periodista, artista, oficialista, modista, economista), afín a Darío, dedicado a su estudio; aquí caben quienes asumen su estudio como oficio no exclusivo; iii) Dariólogo (logo/a), “estudioso de una materia o ciencia”, “razón”, “relación” o “tema” (ej.: astrólogo, prólogo, diálogo, catálogo, teólogo, filólogo, radiólogo), experto en Darío, con dedicación exclusiva y profundidad, iv) Diariógrafo (grafo/a), relativo a “escribir” o “escritura” (ej.: polígrafo, cartógrafo, mecanógrafo, biógrafo, demógrafo), alguien que escribe con propiedad temas relacionados a Darío.
En estas categorías, con el prefijo común Darío, son identificables corrientes o inclinaciones, estudiosos constantes u ocasionales, afinidades o simpatías. No existe club, escuela o logia que las defina y asigne, en todo caso, cada quien se ubica donde guste, y utilizará el término como “adjetivo” o “sustantivo”, según crea, sin acreditación formal, para calificar, elogiar, integrar o clasificar.
Al entrar a Nicaragua, en el aeropuerto, hacen dos preguntas en la ventanilla de Migración: i) dirección del domicilio (el sistema no la graba, hay que repetirla cada vez), a la manera de nuestras direcciones (largas y por referencias), no caben en media línea del formato de aduana (el único que se llena), y ii) en dependencia del funcionario que atiende, preguntan: “oficio”, “profesión”, “ocupación” o “a qué se dedica”, según la pregunta, la respuesta varía. Si dice: “profesión”, diré: “licenciado en Economía”, si dice: “ocupación”, diré: “escritor”, “consultor” o “asesor”, y cuando pregunta: “¿a qué se dedica?”, una vez, hace cuatro años, cuando mi prioridad era estudiar a Darío, le respondí: “dariísta”. La muchacha extrañada insistió: “¿cuál es su ocupación? Aclaré mi respuesta: “me ocupo de Darío”, pero, viendo su confusión y la configuración de un gesto de enojo, agregué: “soy licenciado en Economía”. Selló el pasaporte, regresó el documento con mirada confusa y entré al país. En otra ocasión pensé decir: “dariólogo”, pero me abstuve, para evitar atrasos.
Me pregunto: ¿en cuál categoría estoy? Desde la simplificada e incompleta conceptualización anterior, quizás quepo como “dariano”. Este nicaragüense innovador, cuyo nombre admite estos cuatro sufijos, que fue un suceso improbable e inesperado que se remontó desde la adversidad, fuera de pronóstico, es un “Cisne Negro”, se impuso en la lengua española a pesar de las restricciones de origen. Aunque no ha sido mi tema exclusivo, siempre fue un referente general a partir de lo que nos enseña superficial y a veces distorsionado en las escuelas cuando niños. Pero, en mi madurez, lo he redescubierto con entusiasmo, animado por comprenderlo y ahora compartirlo. Otros temas, desde la ficción y la investigación, motivarán mi afición lector, para contar historias, expresar ideas, escribir,… sin perder de vista la actitud emprendedora y persistente del más universal nicaragüense.
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