Orden y seguridad para dialogar y construir la paz
Radio 800, La voz nica.
Conversatorio entre Enrique Quiñonez T. y Lucas Reyes, con Francisco Bautista Lara.
Managua, miércoles 28 de noviembre de 2018, 10 – 11 a.m.
(Transcripción resumida y ajustada)
Policía Nacional frente a la crisis
La seguridad se vio grave e imprevistamente afectada entre abril – julio. La Policía no estaba preparada para enfrentar con efectividad suficiente, psicológica, humana y técnica, los sucesos violentos e impredecibles que ocurrieron. Cuando se manifiesta el fenómeno de abril, las instituciones, particularmente las relacionadas a la seguridad, comienzan a valorar lo que ocurre para tratar de comprenderlo y abordarlo.
La actuación inicial de la policía es de sorpresa, por lo inesperado, pero tiende a ser errática porque no dimensiona la magnitud compleja del fenómeno que comienza a visualizar. Eso le pasaría a cualquier en una situación así de inesperada, como cuando ocurre un terremoto: desconoces la magnitud del problema apenas ocurre. Hay que entrar a evaluar para dar una respuesta, así como ocurriría frente a la tragedia de un terremoto, en el campo de salud pública, ese fue el caso ahora en la seguridad.
El fenómeno de inseguridad que se da, que tiene un ámbito objetivo y subjetivo, es fácilmente potencializado por el manejo de la información que incide en la subjetividad de las personas y que aumenta la respuesta de violencia que se está generando. Alguien dice algo, y los otros dan respuesta a eso que dice uno, provocando reacciones en cadena ante realidades que no necesariamente son así, o que no sucedieron así, pero que así se perciben.
El fenómeno inicia por una protesta a la reforma del seguro social, pero en el corto plazo se plantea la salida inmediata del gobierno. El simple hecho de decir que no te gusta el gobierno, es una opinión válida, sin embargo, cuando el método es violento adquiere, según la definición de cualquier diccionario de la lengua o jurídico, la connotación de golpe de Estado. El intento de sustituir al gobierno por la fuerza y asumir el poder político a través de otras fuerzas, es el escenario que en el corto plazo se plantea.
En esta situación hay una movilización pública, hay grupos de presión que están ejerciendo violencia pública, hay consecuencia en daños materiales y humanos, y hay una demanda que presiona para la salida del gobierno. Y la seguridad pública, la policía, no está preparada, no tiene la capacidad física, humana y técnica suficiente para enfrentarla; física y emocionalmente, a nivel de información tampoco se encontraba lista para enfrentar un fenómeno así de inesperado.
El Estado de Nicaragua tenía tres posibilidades ante la gravedad del fenómeno:
- Utilizar a la policía, en lo que compete a la seguridad pública, que use sus capacidades organizativas y operativas, y trate de restablecer el orden público.
- Si la policía ha sido rebasada en sus capacidades, se podría llamar al ejército según el mecanismo constitucional para que restablezca el orden ante una situación que amenaza la estabilidad del país y el orden público.
- Pudo no hacer nada y ceder; y que se haga cargo esa multitud de personas de la dirección política del país, se descalabra el marco constitucional, y hay un período de caos y anarquía que va a durar quién sabe cuánto tiempo.
En la primera y en la segunda, el gobierno, tomando en cuenta que hay un marco constitucional, decide utilizar a la Policía, en primera instancia, según le compete. Y supongo, podría considerar en segunda, instancia al Ejército de Nicaragua, según la ley.
En la tercera, el gobierno abandona el barco, y deja a la población sumida en el caos, a ver qué hace el “liderazgo” disperso y fragmentado que promovió el intento de golpe.
En el caso concreto, el gobierno decidió aplicar la primera posibilidad; le dijo a la policía que se encargara, con sus capacidades, de restablecer el orden público.
La policía tiene cuatro tipos de fuerza:
La fuerza uniformada y pública: es la que vemos comúnmente en las calles: el patrullero, el agente de tránsito.
La fuerza civil: no utilizan uniformes, sólo para eventos especiales y normalmente no los vemos. Se encuentran en las áreas de información, inteligencia, investigación, etc.
Los colaboradores: ciudadanos comunes y corrientes que apoyan a la policía en labores de investigación y prevención. No son asalariados, en general, aunque pueden recibir una ayuda económica ocasional por labores que hacen en función del trabajo de la policía.
La Policía Voluntaria: cuerpo auxiliar definido en la ley y sus normativas; su cantidad ha sido variable en el tiempo: en los 80s era multitudinaria, en los 90s se redujo significativamente. Son ciudadanos comunes, campesinos, algunos empleados por cuenta propia, empleados del sector privado y público. La mayoría abunda en el campo, el mayor uso que han tenido ha sido en la seguridad rural, en la recogida de la cosecha, en planes especiales por el pago del aguinaldo, en fiestas patronales o ante desastres naturales. En los 80s y 90s la policía se sostenía gracias a este tipo de servicio voluntario.
Supongo que el gobierno dice: ante esta situación de violencia pública que se está registrando en el país, que la policía haga uso de sus capacidades físicas, humanas y técnicas para enfrentarla, entonces, debe articular toda la capacidad de esas cuatro fuerzas.
En primer lugar, los uniformados, que siempre vemos. En segundo lugar, los no uniformados, que no usan uniforme, sólo en actos oficiales o graduación. Los colaboradores que están en todos lados, y que son insustituibles porque su valor o importancia no se compara ni siquiera a las policías con más tecnología, siempre el ser humano en las labores de investigación e inteligencia es insustituible. Y, por último, los policías voluntarios. La policía dispone de todas estas capacidades y tendrá que ponerlas en función del propósito, de su misión.
La realidad demandaba más de lo que tenían como policías uniformados, entonces la policía utilizó todas las capacidades operativas, o por lo menos, la mayoría y así evitaron que el estado recurriera a la opción dos: usar al ejército.
En julio se logró restablecer la seguridad pública. Ese restablecimiento, que no soluciona el complejo problema porque es de carácter social y político, pero en lo que compete a la policía se restablece el orden, los tranques fueron suspendidos, la libre circulación restablecida, el país retoma paulatinamente su actividad social y económica que fue dañada o interrumpida.
Policía se acuartela y violencia aumenta
El repliegue de las fuerzas policiales fue por demanda de los participantes en el primer intento de diálogo. Sin embargo, creo que fue necesario. El problema no está en si el gobierno hizo lo correcto en replegar, sino que si los otros hicieron lo correcto en bajar el nivel de violencia que había particularmente en los tranques. Las soluciones a estos problemas normalmente tienen dos caras: no puede haber un diálogo de uno a uno, es de uno con otro, y de otro con uno, y para que el diálogo prospere requiere la voluntad del uno y del otro, cumplir lo que se acuerda.
Si hubiera ocurrido lo siguiente: la policía se repliega en las unidades de policías, y adicionalmente se cumple con el retiro de los tranques y la violencia en la vía pública, creo que se hubiera dado un escenario extraordinario para un proceso de diálogo político que hubiera llevada a la solución política y social del fenómeno. Pero lamentablemente, la acción de replegar la fuerza policial no tuvo la otra cara de la moneda, de replegar la movilización de los tranques.
Aunque las fuerzas policiales no estaban en las calles, el otro pretendió adueñarse por la fuerza de ellas, no de manera cívica desafortunadamente, sino que por medios violentos donde hacían uso de la fuerza ilegitima, y retenían la movilización de la gente en el espacio público.
Si el primer escenario hubiera cumplido con los acuerdos básicos que eran esos dos, el escenario político actual sería distinto, incluso, pienso que la oposición política presente en ese espacio, hubiera legitimado el espacio político que no tenía, y que no tiene en términos legales porque no es partido político, no es una institución orgánica, pero al haberse sentado con las autoridades de gobierno y pudieron haber conseguido acuerdos que iniciaran el proceso de negociación para el asunto fundamental que era la reforma electoral, y que de ahí se iban a desencadenar otras decisiones políticas, a mí me parecía que le daba un espacio extraordinario, fue una oportunidad perdida que agravó la situación.
Todo mundo reconoce que hubo un error, falta de visión, falta de madurez, o se actuó con el hígado en ese primer escenario, donde creo que es legítimo que la gente se desahogue, pero una vez que te desahogues, precisa que prevalezca lo concreto, con serenidad, lo correcto, que una visión política por el mediano y largo plazo era lo que el país requería, faltó visión. Sentar al Presidente, tenerlo al frente con sus autoridades y lograr acuerdos me parecía extraordinario y necesario para el país. Pero había una voluntad política presente y no hubo una articulación de los actores de la protesta que estaban ahí, porque orgánicamente no existían. Y ese fue el primer espacio político público donde logran integrarse físicamente, pero no de pensamiento y estrategia. Se perdió una gran oportunidad.
Cuando tenés un conflicto que no sabes cuánto se va a magnificar lo mejor que podés hacer es callarte y esperar. Ante un escenario desconocido e impreciso, correspondía que la policía se repliegue, analice el escenario y organices su respuesta después. El error no está ahí, el error está en que esperas que el otro haga lo que dijo que iba hacer, y resulta que no lo hice, se desbocó. Aquí hubo una visión cortoplacista e irresponsable: que en pocos días se va el gobierno; esa visión denota inmadurez e incapacidad política. Las cosas tienen tiempo, y los tiempos hay que administrarlos, en las negociaciones hay que ceder y también hay que dar.
Aprender a convivir y construir
La política pretende obtener el poder político, es decir, organizarse y formular programas, impulsar decisiones, etc. Cada ciudadano tiene derecho a participar en política y a aspirar al poder político. Sin embargo, tenés que ocupar los caminos previstos, porque si no se apodera el caos y la anarquía. Si alguien quiere el poder político y quiere conquistarlo con el método y la forma que a cada uno se le antoje, simplemente el estado desaparece, no hay modelo de ningún tipo que subsista, ni discusión de nada.
Puedo entender que el otro haga algo lo incorrecto con respecto a la ley, pero no puedo justificar que, porque el otro hizo lo incorrecto, voy hacer también lo incorrecto, se entra a una espiral interminable de acciones incorrectas por preservar el poder político, o por conquistarlo. Eso es desaconsejable. Si tengo una cultura democrática debo usar los métodos democráticos, si tengo una cultura cívica, debo ocupar los métodos cívicos porque si no me contradigo.
La protesta cívica que inicia como un reclamo por la reforma de la seguridad social, se desnaturaliza cuando utilizan instrumentos violentos, y no cívicos para que atiendan sus demandas, son legítimas.
Creo que hubo errores en la actuación policial, errores actuales, pero errores siempre ha habido en el pasado. Sin embargo, también aquí hay una exacerbación de la tensión, donde la piel está muy sensible: de los policías, protestantes, actores políticos; y esa hipersensibilidad te plantea escenarios que pueden trastocar en violencia, en agresión, en miedos, etc. La reacción esperada de la policía de acuerdo a la formación, a la capacitación y la normativa es de una forma, pero cuando está exacerbada esa hipersensibilidad es muy fácil caer en errores de actuación. Creo que ha habido errores en la actuación policial, sin embargo, también hay una exacerbación por temores y percepción subjetiva de riesgos, porque ha habido una violencia extrema. No hay antecedentes en Nicaragua de la violencia que ocurrió entre abril y julio de 2018, ni siquiera la violencia de la guerra: en la guerra disparan unos y disparan otros. Pero los tranques donde quemas a las personas vivas, y las terminas de matar, o las despellejas, las torturas, o las pintas de colores, es decir, eso es muy fascista, y donde haces fiesta: un ser humano se está quemando y gritas de euforia y entusiasmo, eso demuestra comportamientos extremos e irracionales.
El ser humano puede ser “Madre Teresa de Calcuta”, pero puede ser profundamente dañino y transformarse en el diablo, y es la misma persona. ¿Cómo haces para exacerbar en la persona los valores óptimos y cómo las actitudes más dañinas posibles? Es el mismo ser humano, el mismo nicaragüense, por eso creo que hay que ser muy prudente en el discurso público, tenemos que desarrollar un mensaje constructivo, y aquí hay dos coincidencias que no podemos obviar: La primera es que somos seres humanas, y por lo tanto, estamos obligados a respetarnos y apreciarnos, y la segunda es que somos nicaragüenses, y esa coincidencia va más allá de si sos católico, evangélico, musulmán, sandinista, liberal, anti-sandinista, conservador, o si sos fanático del Bóer o del san Fernando, de Managua o de León, porque tenemos un espacio común que se llama Nicaragua, y además vivimos en un tiempo común.
Todos los ciudadanos necesitan sanar, necesitamos restablecer la convivencia, porque lo que se dio aquí ocurrió generó conflicto en las relaciones laborares, familiares, en los núcleos vecinales, es decir, hay una fragmentación en la sociedad, la cual genera desconfianza, prejuicios, enojos, resentimientos, etc., y esos policías que viven en los barrios y colonias populares también son afectados en esa situación, y de repente puede ocurrir que le griten al policía, lo irrespeten o agredan, es decir, esa relación humana y social está deteriorada. Hay que recomponer la relación entre los nicaragüenses, con el criterio fundamental que somos seres humanos y nicaragüenses.
Y además hay que romper el ciclo perverso de la historia: algunos dicen que se vaya el gobierno, y se va el gobierno, la Constitución se tira a la basura, y viene otro mecanismo más, repitiendo los ciclos históricos, es decir, la imposibilidad de respetar los procesos constitucionales y de buscar salidas en el marco de la ley, y cada vez se te ocurre cambiar, reformar, o imponer, el ciclo se vuelve interminable, y eso genera una memoria histórica en la población.
Las fuerzas políticas de Nicaragua tienen el derecho legítimo de aspirar al poder político tienen que organizarse para hacer planteamientos políticos a través de la vía cívica constitucional y pelear el espacio político con el gobierno actual en la contienda democrática; organizarse, capitalizar sus capacidades legítimas, renunciar al método violento, exigir al gobierno de Nicaragua que utilice los mecanismos cívicos y legítimos, no atropellar la seguridad pública porque ese es un patrimonio común, no dañamos sólo a una persona, dañamos a toda la sociedad.
Hay que dejar de tener una visión cortoplacista, no por desplazar al gobierno voy a desmontar todo, o destruir todo, estamos cayendo en el ciclo perverso de la historia: 200 años en la historia, y durante esos años hemos tenido 9 o 10 procesos traumáticos de cambio en el país, y cada proceso traumático ha significado destruir lo anterior y volver a comenzar sin que hubieran procesos de evolución, de transformación política y de negociación política legítima que permitan continuidad, y la discontinuidad no solamente afecta a la infraestructura física, sino que la economía, la seguridad, la educación, la salud pública, el desarrollo del país, es decir, cada situación traumática trunca del pasado, y nos baja a niveles inferiores.
En 2017, Nicaragua cerró su situación económica con el mejor resultado de Centroamérica, en cuanto a crecimiento, estabilidad económica; con el mejor resultado en la seguridad ciudadana y con evidente mejoría en el ámbito social de los sectores vulnerables. Esas son ventajas y patrimonio de Nicaragua que nos beneficia a todos.
Ganar la confianza entre la ciudadanía va a tomar tiempo, es un proceso. La desconfianza se puede perder en un acto, y la confianza se reconstruye mucho tiempo después. No es cierto que un mes después ya la confianza está restituía, vamos a necesitar dos o tres años, pero trabajar dos o tres años con buenas voluntades. No podemos seguir repitiendo esa dinámica desafortunada de la historia de Nicaragua, desaparecer el pasado y volver a comenzar, porque cada vez comenzamos en menos: menos capacidad económica, menos capacidad moral, social, cultural, etc.; destruyen todo, y después empezar a construir de casi cero o con menos, y cuando terminaste, el otro dice que no le gusta, entonces se repite el ciclo. Se condena el futuro de tus hijos y de tus nietos.
Hay tres acciones fundamentales a tomar en cuenta en Nicaragua; creo que debemos trabajarlas de verdad, con premura y responsabilidad:
- Hay que reconocer que en Nicaragua existe un partido de gobierno, una capacidad sandinista y un gobierno que tiene apoyo popular real, pero también hay que reconocer que hay otros que no son sandinistas y tienen una base política-social. Reconocer que el otro existe es un punto de partida importante.
- Entender que el camino para resolver los problemas es de manera cívica y constitucional. Tratemos de respetar el espacio cívico y el espacio constitucional. Y no querer cambiarlo por el simple hecho que no te gusta, entonces caemos en el ciclo: cada vez que no nos gusta lo cambiamos por la fuerza. Debe ser dentro del marco constitucional, la lucha es constitucional, es cívica, para que sea legitima y sostenible.
- Actuemos en el marco de la convivencia, en el marco pacífico y legítimo sin destruir: sin destruir a la otra persona, sin destruir las instalaciones, sin destruir lo físico ni dañar la moral pública.
A partir de esos tres puntos, iniciemos un diálogo político legítimo, hagamos reformas políticas posibles, identificamos a los autores legítimos: legitimar la representatividad, no comprometida con la violencia ni la destrucción, legitimar los grupos políticos e interlocutores, es una dificultad, un problema que debemos y podemos resolver con buena voluntad los nicaragüenses, con visión de nación y actitud constructiva.