DIEZ RASGOS DEL HOMBRE Y DEL GENIO RUBÉN DARÍO
Managua, julio de 2019
Ponencia en el Simposio sobre Rubén Darío realizado en el Instituto Zacarías Guerra
Quisiera comenzar recordando una novela que publiqué en 2013 y cuyos derechos de autor de la primera y tercera edición son a beneficio del Hogar Zacarías Guerra. La novela se llama Manantial.
En Manantial se relata un encuentro posible entre José Zacarías Guerra Rivas, y Rubén Darío quien visitó Nicaragua, después de 15 años de ausencia, en noviembre de 1907. En esa época, Zacarías Guerra, que vivía en Managua, cerca de Parque Central, fue testigo de la llegada pomposa, alegre, festiva, del retorno del poeta, con la gloria alcanzada, era finales del año de 1907, después de 15 años de haber estado fuera de su patria natal, en Argentina, España y Francia, regresó después de lograr la fama, hasta esa fecha, por Nicaragua y por las letras castellanas. Ese encuentro entre la multitud, entre José Zacarías Guerra y Rubén Darío, lo que llegó a recibir del poeta, desde mi opinión, marcó la vida y la percepción de este ciudadano de la vieja Managua, que legó a su muerte su herencia para construir este centro en el cual ustedes están estudiando hoy.
Me voy a referir a Darío. Felicito al Instituto Zacarías Guerra, a la profesora Cecilia, a Fray Elvyn y agradezco los comentarios al bachiller Putoy, por promover este tipo de simposios culturales y literarios que permite descubrir, para las nuevas generaciones, a un personaje imposible de obviar en la cultura, la historia y la literatura hispanoamericana. Y además, es un personaje tan próximo, es nuestro compatriota.
Voy a mencionar en esta comparecencia, diez rasgos del hombre y del genio. Cuando la profesora me dijo si podía venir, me puse a pensar qué cosas podría compartirle con muchachos como ustedes. Decidí enumerar estos diez rasgos de esa persona, del ser humano y de ese genio de la literatura.
Cuando a uno le preguntan, ¿Cómo es Cecilia? Uno podría responder que Cecilia es una buena maestra, generosa y amable, es decir, uno describe a la persona, más allá de darle el título o el puesto que tiene. Si me dicen, ¿cómo es Fray Elvyn? Me parece que es un fraile comprometido con la educación, sencillo, con un corazón aparentemente sensitivo, uno tiene una impresión de la persona y lo describe en sus virtudes, cualidades y características, según la apreciación de cada quien. Ahora pregunto, ¿cómo podríamos describir a Rubén Darío de quien pretendemos hablar hoy? Más allá de las tres obras que ustedes estudiaron: Azul…, Prosas Profanas y Cantos de Vida y Esperanza.
Podría decirles:
- Tuvo una vida de búsqueda.
Se enrumbó desde temprano hacia el propósito de su existencia. Es decir, todos en la vida cuando nacemos tenemos un propósito, la pregunta es ¿encontraste tu propósito al final del camino? ¿O no lo encontraste? ¿Emprendiste el propósito en el camino de tu vida o no emprendiste? Y tu propósito puede ser, ser educador, ser literato, o ser científico, o ser ama de casa, o ser maestro, pero Rubén Darío identificó que su propósito estaba vinculado con la innovación de la lengua española, y con impactar en el mundo con esa lengua española, renovar la prosa, renovar la poesía y ¿saben qué? Lo hizo. Así que lo primero que tendríamos que decir es eso: Rubén Darío tuvo una vida de búsqueda del propósito de su vida y lo logró.
- Rubén Darío era un profundo creyente.
Era un hombre con una fe humana imperfecta, a veces confuso, a veces lleno de dudas, pero siempre recurría a la certeza de la fe. Nadie ignora alguno de los poemas más famosos de Darío, por ejemplo, Cantos de esperanza:
¡Oh Señor, Jesucristo! ¡Por qué tardas, qué esperas
para tender tu manto de luz sobre las fieras
y hacer brillar al sol tus divinas banderas!
O, por ejemplo, aquel otro poema, Spes, que incluye en el libro Cantos de vida y esperanza, los cisnes y otros poemas:
Jesús, incomparable perdonador de injurias,
óyeme, Sembrador de trigo, dame el tierno
pan de tus ostias; dame, contra el sañudo infierno,
una gracia lustral de iras y lujurias.
O, La cartuja:
Este vetusto monasterio ha visto,
secos de orar y pálidos de ayuno,
con el breviario y con el santo Cristo,
a los callados hijos de San Bruno.
Darío nació católico, lo bautizaron a los cuarenta días en la Catedral de León; vivió su vida en la confusión humana que a veces creía y a veces dudada, pero era una confusión humana de búsqueda incansable, y, al final del camino, terminó católico, creyendo, con un crucifijo en la mano. Es decir, tendríamos que reconocer que, una segunda característica es que fue creyente, cristiano, de buena fe, creyó en Dios, y eso le dio siempre una característica importante a lo largo de su vida: esperanza.
- Fue un hombre bueno y desprendido.
Les pregunto: ¿algunos de ustedes sabe cuál fue el capital económico que dejó Rubén Darío? No existe capital económico, no dejó prácticamente nada, porque todo lo que tenía lo daba. Si conseguía dinero, si le pagaban, él repartía entre los amigos, no tuvo, como se dice hoy, inteligencia financiera. Si un amigo no tenía cómo pagar la renta, te daba el dinero de la renta. Es decir, sin lugar a dudas, se puede decir que Darío era generoso, desde el punto de vista económico, pero también generoso, como intelectual: nunca le negó un consejo o ningún apoyo académico o literario a otros, a un poeta nuevo, a un chavalo que comenzaba a surgir, siempre tuvo palabras de aliento, una asistencia, un consejo constructivo. No fue de esos intelectuales egoístas que esconde “la pelota” y no la quieren compartir con nadie. Darío fue bueno, generoso, desprendido, en el aspecto económico, pero también en el ámbito intelectual.
- Era un hombre errante.
Era un caminante de la vida que siempre se estaba moviéndose, no se quedaba en un solo lugar. Nació en Nicaragua, pero de los 49 años de su vida (enero 1867- febrero 1916), solamente estuvo en Nicaragua, sumando la niñez, unos 18 años. Los otros 31 años, los vivió fuera de su patria natal, estuvo en El Salvador, Costa Rica, Guatemala, Chile, Argentina, Francia, España, Estados Unidos, estuvo de tránsito varias veces por Panamá, pasó por México y La Habana, estuvo en varios países de Europa. Fue un hombre errante, un viajero. Uno se pregunta: ¿Y esta cuarta característica de Rubén Darío por qué? Porque es un hombre que está moviéndose siempre, no se queda quieto ni asentado en un solo lugar, no es hombre que se queda residiendo en una ciudad fijo con su familia para toda la vida. No era así, Darío era un hombre errante, que siempre estaba buscando y descubriendo.
- Darío era inquietamente curioso.
Les voy a decir una verdad que Darío conoció, si ustedes no son curiosos no tienen posibilidad de aprender. La única forma de aprender con éxito en la vida, ya sea que quieran ser abogados, ingenieros, médicos, escritores, poetas, lo que quieran, es siendo curiosos. Si no hay curiosidad, no hay posibilidad de aprender, porque la curiosidad te lleva a buscar, a escuchar, a observar y a leer, ese es el camino de aprendizaje, no hay otro. Fue el camino autodidacta que recorrió el hombre y el genio. Rubén Darío lo hizo así. Alguien podría preguntar: ¿Cuáles son los títulos académicos formales de Rubén Darío? ¿En cuáles universidades se acreditó? ¡En ninguna! No se bachilleró. ¿Por qué y cómo llegó a ser un genio? Porque era curioso; eso lo llevaba a escuchar, observar, leer, descubrir, a no quedarse contento con la página que el maestro le daba en la escuela, y a buscar más allá de la página. No había internet, así que tenía que recorrer a los libros impresos y a las bibliotecas: devoraba bibliotecas y devoraba libros en cualquier lado. Alguien puede argumentar de manera ligera que no leer porque no tiene dinero para comprar libros. Darío los prestaba, visitaba las bibliotecas de León y en dónde estuviera, y rebuscaba los libros. A la edad de 12 años, había leído la Biblia, Las mil y una noches, y Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes.
- Darío fue un patriota.
Es cierto que estuvo 18 años en Nicaragua, pero fue un patriota, fue un hombre que amaba Nicaragua a pesar de todas las inconformidades. No dejó de ser nunca nicaragüense, tuvo la oportunidad de adquirir la nacionalidad argentina, y la nacionalidad española, no renunció a la nacionalidad nicaragüense: nació y murió como nicaragüense. No se hizo español ni argentino, ni chileno, ni colombiano, fue nicaragüense desde el principio hasta el fin. Siempre amó a Nicaragua, amó como ama el ser humano las cosas: con las contradicciones y las quejas, los rechazos e incomodidades, pero quiso y valoró su origen, sin despreciarlo ni evadirlo. Era nacionalista, comprometido con sus raíces, sin renegar del origen. No dijo que venía de familias encumbradas, dijo que venía de León de Nicaragua. Y dijo: “León es para mí, como París o como Roma”. Amó a León y amó a Nicaragua.
- Darío fue universal.
Es cierto que amó Nicaragua y fue patriota, y se identificó con su origen, pero fue universal. El cisne blanco es un símbolo de la universalidad de Darío, representa a los clásicos griegos y latinos, se presenta con una visión trascendental y universal más allá de Nicaragua: aquí no hay cisnes blancos. El cisne blanco lo vincula con la universalidad clásica, es el símbolo que asumió el Modernismo, el movimiento renovador e innovador que creó e impulsó Darío. Ese carácter universal de Darío lo hace eterno, imperecedero, si Darío solamente hubiera tenido una visión local o regional, el tiempo lo hubiera extinguido. Pero tuvo una visión amplia y global, universal, y eso lo hace permanecer vigente, a pesar del siglo.
- Darío era sensible e ingenuo.
“Sensible como una mujer, e ingenuo como un niño”, decían varios de sus amigos y críticos de la época, entre ellos, el dominicano Osvaldo Bazil, compatriota de Fray Elvyn. Darío era sensitivo, emocionalmente vulnerable y frágil, lloraba como todos los hombres podemos llorar; era crédulo, con sus aires de inocencia era como niño, a pesar de que era un hombre robusto, y parecía serio, pero se comportaba como niño en su sensibilidad y emotividad. ¿Y saben? Para ser curioso hay que ser como niño siempre, porque cuando dejas de ser niño dejas de ser curioso, y cuando dejas de ser curioso dejas de aprender, o limitas la posibilidad de aprender. Por eso creo que la cualidad de Darío de ser como niño, lo lleva a ser constantemente curioso, y esa posibilidad de ser curioso, lo llevaba a tener la capacidad de aprender siempre.
- Darío es innovador, atrevido, audaz y persistente.
Terco en su propósito. No hay éxito sin ser atrevido. No hay éxito sin ser persistente. Si ustedes quieren ser bachilleres, hasta el último día tienen que estar ahí. ¿Quieren ser ingenieros? Hay que ir 5 años a la universidad, y pasar todos los inconvenientes que significa estar ahí: levantarse temprano, estudiar, superar las incomodidades con los compañeros y con maestros (que le caes mal, que el caes bien, que te tiene tema), ese camino tienen que recorrerlo si quieren ser ingenieros.
Fray Elvis dice, que tiene 25 años de ser fraile, llegar a 25 años es persistencia. No hay forma de llegar a esa antigüedad si te cansas al primer año. Si te molestas porque el compañero es incómodo, porque el lugar donde te mandaron es caluroso, lo que sea, al desistir, te quedaras en el camino. Pregunto: ¿Cuándo desistió Darío en su camino a su propósito? Cuando mencionaron Azul…, citaron aquella frase del escritor y diplomático salvadoreño Juan José Cañas: “Ándate a Chile, a nado, aunque te ahogués”. Y Darío no tenía un peso, y así fue a Chile. Escribió allá, Azul…, y publicó, y allí inauguró el Modernismo. Se fue con un maletín, con sus escasas pertenencias, su ropa, algunos libros, y sin reales, con cartas de recomendación. Igual le pasó cuando viajó a Guatemala y Costa Rica, cuando viajó a España y a Francia: no crean que iba con una maleta llena de dinero, iba con todas las adversidades en frente, pero con una actitud de audacia y persistencia, con esperanza inquebrantable, confiando, a pesar de sus temores, en el éxito siempre.
- Era un romántico.
Romántico hacia la vida, enamorado de la belleza, de las mujeres, de la naturaleza, del idioma: amaba el idioma español que es el que hablamos nosotros, amaba la belleza estética, la belleza literaria, la belleza del arte y la cultura, amaba la belleza y el encanto de las mujeres. Eso era Rubén Darío.
Si alguna vez alguien les pregunta, ¿Cómo era Rubén Darío? No se limiten a decir “Padre del Modernismo Literario, que nació circunstancialmente en Metapa y vivió en León, en el año tal, hijo de fulana y fulano, etc.”, eso es lo menos importante. Estas características que enumeré a ustedes, son, desde mi opinión, algunas verdades claves que podrían ayudar a entender y definir quién fue Rubén Darío.