Un SACUANJOCHE en BOLIVIA
La Paz, Bolivia, 28 de mayo de 2006.
Bajando una majestuosa pendiente de montañas áridas y frías que de repente se tornan verdes y subtropicales, a tres horas de La Paz, está la pequeña población de Corioco, en la provincia de Nor Yungas, departamento de La Paz, cuyo significado en esa extinta lengua es “Valle cálido”. Sobre el estrecho camino de terraplén, a la orilla están los imponentes guindos y en el otro extremo, unos elevados farallones de piedra y vegetación exuberante. En el fondo se ve un delgado hilo como de plata, un arroyo que parece insignificante como en una profunda grieta desde donde se inician dos interminables elevaciones. Pequeñas vertientes de agua corren entre los surcos, bajan de la montaña, algunas se han quedado congeladas manchando el paisaje de indescriptibles brillos blanquecinos. A lo lejos unas montañas pintan de blanco su cúspide, y entre las depresiones de la geografía se ve la neblina dejada por el amanecer que comienza a extinguirse por el resplandor y el calor del sol. El cielo tiene un azul impecable, y unas esponjosas nubes blancas adornan el horizonte. Un fresco viento sopla y se entromete entre los montes, el polvo seco del camino se eleva sacudido por sus ráfagas y los vehículos que circulan en el angosto, inclinado y riesgoso “Camino de la Muerte”.
Bolivia y Nicaragua son tan distintos y a la vez tan similares. Aunque este país del altiplano y de la multiplicidad de climas tiene una extensión nueve veces más que Nicaragua, su población es apenas 35% mayor. Un inmenso territorio casi despoblado, sin salida al mar, mientras a nosotros, en el centro de América, dos océanos custodian nuestras costas en una posición geopolítica que podría haber sido una bendición, pero se ha convertido casi en desgracia desde el Descubrimiento.
Somos países pobres y altamente endeudados, lo que nos ha permitido que se nos condone la deuda, junto a otros. Tenemos similares niveles de analfabetismo, más del 30%, a pesar que, en Nicaragua, en 1981, gracias a la Campaña Nacional de Alfabetización que impulsó la Revolución Sandinista, se había logrado bajar al 12%.
Nuestras economías crecen, pero seguimos teniendo altos niveles de desigualdad. La riqueza se concentra y los niveles de pobreza son altos. Bolivia, Nicaragua, Honduras, Guatemala y Haití tenemos la nada honrosa categoría de ser los más pobres de América Latina. La pobreza se ve en las calles, en los asentamientos y en los rostros de la gente que busca nuevas esperanzas. El Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas 2004 nos ubica en los niveles más bajos: Bolivia (114), Honduras (115), Nicaragua (118), Guatemala (121) y Haití (159), de un total de 177 países. Bolivia tiene una inmensa riqueza natural, multiétnica y cultural, exóticos paisajes y milenaria historia, 63% de la población es indígena (aymara, quechua, guaraní), a diferencia de Nicaragua que la población nativa fue exterminada y apenas sobreviven pequeños grupos que no llegan al 5% de la población. En Bolivia fueron sometidos, “domesticados”, para el duro trabajo de las minas, la mita, el obraje y la encomienda. Hay escondida en ellos rebeldía y desconfianza por los siglos de silencio en los que fueron sometidos, el subconsciente colectivo parece que a veces despierta.
En la pequeña plaza de Corioco yace una mujer sentada en el suelo con un niño; entre sus trapos tejidos de vistosos colores la “Cholita” arropa al tierno que ha comenzado a llorar, lo arrulla en su pecho para darle de comer. El otro juega con unas piedritas que ha recogido del suelo. Otras mujeres y hombres deambulan en el parque que tiene en su centro un quiosco. Unos morenos afro bolivianos conversan en la esquina, turistas caminan por las calles y toman fotografías, se escucha el bullicio de la gente que va y viene. Es el 27 de mayo, Día de la Madre en Bolivia, pero no hay ambiente de fiesta, aunque unos vendedores ofrecen en la orilla de la calle flores y pasteles para regalar en esta ocasión. Ellas, las vendedoras, hablan un lenguaje que desconozco, sus trajes son distintos, llevan encima de sus trenzas largas, un sombrero, pero sus rostros, esos que veo, su mirada, esa que busco, son las mismas nuestras que vemos a diario. Somos tan iguales y cercanos a pesar de la distancia geográfica y cultural que nos separa.
A la orilla del quiosco está un robusto y hermoso árbol de sacuanjoche –la flor nacional de Nicaragua, un pedazo de mi país en la distancia- está tupido de flores; entre sus ramas se incrustan verdes plantas parásitas. Recojo del suelo una flor blanca/amarilla que aún conserva su frescura y la guardo entre las hojas de un libro que leo del mexicano Sergio Pitol: “Pasión por la trama” (1999), precisamente en la página donde había marcado la siguiente frase: “la revolución es el fenómeno romántico por excelencia”, y en la siguiente: “No puedo soportar tanta realidad. El tiempo pasado y el futuro, lo que pudo haber sido y lo que ha sido tienden a un solo fin, presente siempre”.
(Publicado en El Nuevo Diario, Nicaragua, 1 de junio de 2006: http://archivo.elnuevodiario.com.ni/opinion/182245-sacuanjoche-bolivia/)
Comentario. Trece años después:
(Agregado: viernes 25 de octubre de 2019, Managua)
El panorama socioeconómico de las naciones y pueblos hermanos de Nicaragua y Bolivia, comparando algunos indicadores claves de 2005 con respecto a 2017/18, mejoró de manera evidente durante la década, en el largo camino por recorrer, a pesar de las adversidades y provocaciones desestabilizadoras internas y externas. Ya no son países altamente endeudados, su condición macroeconómica es estable y observan crecimiento sostenido con mayor equidad durante los últimos años, superando la dependencia del FMI.
La autodeterminación de los pueblos, la participación de los ciudadanos en la gestión pública desde el territorio, la organización y movilización social, la democratización de las instituciones, los programas especiales a los sectores vulnerables y la restitución de derechos, son instrumentos y propósitos claves para el desarrollo humano, para atender las necesidades integrales y las legítimas aspiraciones de la mayoría de sus habitantes:
- Nicaragua: tenía un Índice de Desarrollo Humano de 0.596, subió en 10.4%, a 0.658. La pobreza general bajó 16.4 puntos porcentuales, de 46% a 29.6%, casi un millón de personas mejoraron su situación socioeconómica. El analfabetismo que había subido hasta 24% en 2006 (en 1981 bajó a 12%), se estima en 5% en 2018. En 2006 había tendencia de incremento de la violencia delictiva (tasa de homicidio alcanzó 13 x 100 mil hab.), desde 2011 se recuperó una positiva reducción, llegando en 2017: 7 x 100 mil habitantes, la menor de Centroamérica
- Bolivia: tenía un IDH de 0.624, subió 11% a 0.693. La pobreza general bajó en 23.2 puntos porcentuales, de 59.6% a 36.4%, aproximadamente 2.5 millones de habitantes superaron su condición social y económicas. El analfabetismo bajó a 10.9%. La violencia delictiva ha sido relativamente baja manteniéndose entre 5-6 homicidios por 100 mil habitantes, siendo una de las menores de América Latina.