Espartanos: asumiendo retos para una vida saludable
“Que tu medicina sea tu alimento,
y que tu alimento sea tu medicina”.
Hipócrates (médico, antigua Grecia)
Una tarde reciente de domingo, entré un rato, por curiosidad –condición básica para aprender-, en un auditorio repleto de personas que esperaban un mensaje –-¡cuántos estamos buscando uno!-: el testimonio convincente de alguien que fue capaz de vencer uno de los retos pendientes de su vida, que lo llevó antes a dar vueltas y vueltas, entre intentos y fracasos, pruebas y errores, persistencia y resignación, y que, a partir de ver una película (300, del 2006, con el actor británico Gerard Butler), y escuchar el comentario de un amigo –oportunidad cotidiana que somos capaces de percibir cuando estamos en la búsqueda, librando nuestros conflictos cotidianos-, encontró una luz para superar con éxito “espartano” la obesidad que, a pesar de la constancia de los ejercicios físicos, no había cedido y lo atormentaba.
Las batallas más difíciles y las victorias más grandiosas, aunque no tengan pomposidad colectiva ni tribunas públicas que la proclamen, y sea suficiente la profunda y serena satisfacción personal de lucha y triunfo, del proceso vivido y la meta alcanzada, se libran ineludiblemente, en uno mismo, con (no contra) uno mismo, lo demás, lo otro, será consecuencia de estás. ¿Cuáles son las batallas-dilemas-encrucijadas personales que has evadido o intentado librar, que estás librando y postergan-limitan el potencial y la satisfacción de cada uno? Esa respuesta, solo cada quien podrá responderla.
A veces –más frecuente de lo que parece-, las soluciones son sencillas, pero pasan por procesos personales complejos; comienzan por la capacidad de afirmar con la palabra el propósito. Lo que después será obvio, -no lo percibimos así antes-, porque el camino que cada individuo emprende, puede tener diversos tiempos e intensidades, necesita particulares experiencias, se sustenta, principalmente, en una actitud de búsqueda, encuentro y respuesta, de asumir “el toro por los cuernos”, de confiar que uno es capaz de lograrlo, si quiere.
Esa experiencia cambió la vida personal y se convirtió, para el nicaragüense Franklin Muñoz y la francesa Margaux Benitah, en un útil emprendimiento para compartir su experiencia –satisfactoria obligación-, al dejar atrás la incomodidad por el exceso de peso y descubrir el camino para una vida saludable basada, principalmente, en aprender –reaprender- a comer, disfrutando lo que se come. Ahora ellos: “Somos espartanos”, comparten, a esa multitud necesitada de descubrir los aprendizajes ajenos – “las personas inteligentes aprenden de los errores de otros”-, los caminos recorridos.
¡Somos lo que comemos!, Lucrecio, filósofo romano, escribió: “El hombre es lo que come”, y más ampliamente podríamos decir: “… lo que bebemos, lo que pensamos, lo que sentimos, lo que decimos, lo que hacemos…”. Todas nuestras células y órganos se renuevan periódicamente y se irán constituyendo con los alimentos materiales y emocionales que les proporcionemos. Tenemos distinto metabolismo y estos cambian con la edad; hay factores y tradiciones culturales que nos “acostumbran” a comer ciertas cosas y de determinada forma, pero podemos ser capaces de cambiar y asumir nuevos hábitos, desde nuestro origen social y en nuestro entorno.
En un día, una persona media, con vida sedentaria, puede quemar 2,000 calorías por sus funciones corporales y la actividad cotidiana, pero si, adicionalmente, practica una hora de ejercicios, puede llegar a 2,400 calorías quemadas, energía que el organismo necesita consumir. Sin embargo, -es evidente-, si mi consumo de alimentos supera la cantidad de calorías necesarias, habrá un exceso diario que se acumulará en sobrepeso, y si es a la inversa, habrá déficit, por lo que necesitamos encontrar el equilibrio razonable, según nuestra condición física. El político y estadista inglés del siglo XIX, Edward Stanley, decía: “aquellos que piensan que no tienen tiempo para una alimentación saludable, tarde o temprano encontrarán tiempo para la enfermedad”.
¿Y con más horas de ejercicio físico? ¡Siempre será insuficiente! No es ese el camino inteligente. Cuidemos la boca, cuidemos la cantidad de comida que ingerimos, evitemos mantener una vida sedentaria, pero también, y esto es muy importante: ¡cuidemos la calidad natural y diversa de los alimentos! ¡Disfrutemos con placer la comida saludable!
¿Cuántos preservantes, colorantes, azúcares, grasas saturadas, compuestos artificiales, aditivos y otros van en los “alimentos” que ingerimos? Todos ellos, creados en laboratorios, no son compatibles con nuestro metabolismo natural que es consecuencia de un larguísimo proceso evolutivo, que estresa nuestro sistema, agota las enzimas que tratan –infructuosamente-, de descomponer la complejidad química que reciben; agota y daña nuestros órganos, contamina el sistema biológico y limita nuestro potencial humano integral. Una pregunta válida es: “Si no cuidás tu cuerpo, ¿dónde vas a vivir?”.
¿Cuántos escucharon la charla y esos testimonios? ¿Cuántos leerán este breve texto? ¿Cuántos buscan una vida saludable? ¿Cuántos habrán descubierto aquí una ventada que cambiará su vida y les permitirá aproximarse al propósito de su existencia: ser felices? Walt Disney escribió: “Todos tus sueños pueden hacerse realidad si tienes el coraje de perseguirlos”. Está en nuestras manos, en las manos de cada uno.