RUBÉN DARÍO: GENIO EMPRENDEDOR
En memoria de María Manuela Sacasa Selva
(León, Nicaragua, 1939-2020)
diputada, poeta, dariana y promotora cultural
Publicado el 17 de junio de 2020.
Granada, Nicaragua, sábado 15 de febrero de 2020.
Convento San Francisco, auditorio Rubén Darío.
I Festival Internacional de las Artes. CONFERENCIA:
Ayer 14 de febrero, en la Biblioteca Municipal de Estelí, tuve la oportunidad de compartir con una audiencia diferente. Eran ciento cincuenta estudiantes de secundaria y quince maestros. El tema fue simplificado y didáctico para los jóvenes. Creo que entendieran los puntos claves del camino recorrido por Rubén Darío, los que pueden serles útiles en el recorrido de la vida que apenas comienzan. Hoy, este público, es diferente; trataré la temática de manera amplia y distinta.
Expondremos tres puntos a partir de tres preguntas:
Primero: ¿cuál es el camino recorrido por Rubén Darío? Veámoslo en perspectiva, desde un punto de partida. La única forma de valorar adónde se llega, es comprender dónde se comenzó. Creo que eso es importante en el aprendizaje sobre Darío.
Segundo: ¿cuáles son las etapas del proceso de Darío? La vida emprendida como proceso.
Tercero: ¿cuáles fueron los factores de éxito? Identificarlos es necesario para tratar de comprenderlo y aprender.
Preparé el conversatorio para un grupo de emprendedores, por lo que he formulado planteamientos afines a audiencia para descubrir en Darío al emprendedor de éxito.
Es posible que algunos no tengamos interés en la poesía o la literatura, lo cual no es malo ni bueno, no tiene porqué ser anormal. ¿Por qué a todos nos debe gustar la poesía o la literatura? No necesariamente. Sin embargo, todos podemos aprender de lo logrado y el camino emprendido por el poeta, nuestro compatriota, tan cerca de nosotros.
¿Cuál es el punto de partida?
Es imposible obviar que nació en condiciones históricas, políticas, sociales, económicas y familiares concretas. Todos nacemos en ciertas circunstancias, en un conjunto de condiciones dadas que no dependen de nosotros. La gran pregunta es: ¿qué hacer con esas realidades? Esas fueron dadas, históricamente existen, en un contexto de León colonial y clerical, universitario, con casi sesenta años de Universidad en la que fuera la capital de Nicaragua, recién despojada del título, sede de la diócesis católica de Nicaragua y Costa Rica. Había en el entorno fuerte influencia clerical, evidente tradición colonial y creciente efervescencia académica y cultural por la Universidad fundada en León en 1812.
Darío nació en el seno de una familia disfuncional, no están presentes el papá ni la mamá, se separaron, cada quien agarró su rumbo. No tuvo la compañía de los padres en su vida familiar. En la Nicaragua de la segunda mitad del siglo XIX, acababa de concluir la Guerra Nacional, apenas está iniciando a conformarse como nación unitaria, transcurren los llamados 30 años de gobiernos conservadores, con los conflictos y duelos recientes, con contradicciones políticas y sociales, desconfianza y destrucción de la guerra que acaba de concluir. Los sucesos previos desplazaron del poder a los liberales por el grave error cometido al traer a Byron Cole y William Walker, y se impusieron en el poder los conservadores. Pero el pensamiento liberal estaba en la efervescencia de la ciudad colonial de León, porque Máximo Jerez era leonés. No es casual –aunque contradictorio-, que Jerez –correligionario de Félix Ramírez, tío abuelo político de Darío-, haya sido padrino de bautismo de Félix Rubén, quien era líder e ideólogo liberal, de tal forma que la influencia que el niño recibe es progresista, liberal y unionista, aunque también colonial, clerical, cultural y académica en la metrópolis universitaria.
Nicaragua está en la periferia política y económica del mundo, es decir, tiene una plataforma nacional insignificante en términos de proyección e influencia económica, política y social, por lo tanto, Darío, además de lo anterior, nació en situaciones personales desafortunadas, con las carencias de afecto que son fundamentales para el desarrollo integral de las personas, en un contexto de conflictos recientes y no resueltos, pero con interesantes oportunidades por la efervescencia y el debate político y académico, en la periferia del mundo. No nace en Madrid o París, ni en Buenos Aires o Santiago de Chile, nace en Nicaragua.
Ayer cuando venía de Estelí para Managua, pasé por Olominapa. En el kilómetro 65 carretera a Matagalpa, a 15 kilómetros de Ciudad Darío, desviándose un kilómetro adentro. Estuve en la pequeña comunidad de 24 viviendas rústicas, con 80 habitantes. Encontré a un señor de 85 años, con lúcidos recuerdos, sencillo, con un montón de niños jugando alrededor. El hombre dijo: “Soy bisnieto de la señora a quien doña Rosa Sarmiento venía a visitar cuando el niño nació en el camino”. En la tradición de esa gente está el recuerdo: “Darío llegó allí recién nacido, porque la mamá estaba embarazada, huía del marido, no le dio tiempo de llegar a la hacienda Olominapa, en donde la dueña era leonesa, eran conocidas, el niño nació en el camino (hoy Ciudad Darío), iban a 15 km de aquella pequeña comunidad, unos días después, arribaron”. En la localidad no hay vestigios de la presencia del niño durante más de un mes. El recién nacido estuvo ahí desde el 22 o 23 de enero hasta el 27 o 28 de febrero, hace más de ciento cincuenta años, en lo era una hacienda agrícola y lugar de comercio. Nació en condiciones adversas y casuales. Ese punto de partida es importante considerarlo porque los primeros años están marcados por las circunstancias familiares en las que surgió y se desarrolló su vida.
A lo largo de su camino, en el transcurso de lo que divido en siete (7) etapas históricas, con las que sugiero podemos contar la vida de Darío, siete (7) etapas o procesos personales marcados por circunstancias particulares. Las personas tienen su tiempo para enfrentar sus contradicciones, enfrentar retos y definir propósitos. Es posible que una persona de 80 años esté todavía pendiente de definir el propósito en la vida. Y es probable que otras de apenas 15 años tengan claro su propósito. Esos tiempos no están definidos, ni corresponden a una etapa biológica, son períodos humanos que cada quien recorre según su voluntad y circunstancias.
PRIMERA ETAPA
La primera etapa de Darío transcurre entre 1867 y 1885, se desarrolló en las ciudades de León, Managua y San Salvador. Es la niñez y adolescencia, el primer resultado fundamental es que identificó con precisión, con claridad, su propósito en la vida; es sorprendente. Si analizamos sus escritos y referencias biográficas, nos damos cuenta que adquirió certeza o intuición hacia dónde ir. Aquí somos adultos, preguntaría: ¿cuántos estamos claros de nuestro propósito? ¿Sentimos que lo hemos cumplido o estamos por cumplirlo? A veces hay muchachos que andan como “papalote sin cola”, no saben adónde van ni qué quieren. Pero Darío, en 1885 y desde antes, en ese tiempo, venía percibiendo con claridad su propósito y misión en la vida.
Ese propósito de Darío se construye a partir de algunas acciones concretas de su aprendizaje práctico. El primer aprendizaje práctico de Darío no es como nos decían cuando estudiamos en la escuela que aprendió a leer temprano. En su autobiografía, él lo dice que cuando estaba pequeño, en la casa de las cuatro esquinas, todos los días, la gente del pueblo se reunía a platicar: eran las tertulias de León. En aquel tiempo no había luz, ni televisión, ni radio, ni internet. En la tertulia cuenta Darío, él estaba en los brazos de su tía abuela, doña Bernarda, y se quedaba ahí todas las noches, hasta que los párpados se le caían. Me pregunto, si estaba chineado en los brazos de la tía abuela y se dormía en los brazos, ¿por qué se quedaba en el círculo de viejos? ¿qué papel hacía un niño ahí si no tenía posibilidad de preguntar ni opinar nada? Esa reflexión sobre las cuatro líneas que Darío escribió, me llevan a una conclusión clara: el punto de partida del camino de Darío, la he llamado “Pedagogía rubendariana”, fue aprender a escuchar. Escuchó cosas interesantes, porque a ese círculo llegaban, entre otros, Máximo Jerez, y otras personalidades de la vida social, política, militar, cultural y académica de León de aquel entonces. Había efervescencia política y cultural.
No es casual por lo tanto que, viendo el futuro, Darío se convenciera de la unión centroamericana; que tuviera pensamiento liberal y cultivara una visión latinoamericanista e hispanoamericana; que simpatizara con la Revolución Francesa y sus ideales. Pregunto: ¿de dónde le vino a Darío el interés por ir a Francia? ¿O por la poesía francesa? ¿Saben de dónde? De las largas pláticas que estos viejos tenían en las tertulias de León, porque, además, Jerez, había tenido la oportunidad de estar en Francia, y supongo que conversaban sobre diversos temas interesantes y cotidianos. Hablaron de Víctor Hugo, de los poetas franceses, y de la revolución francesa; de la Guerra Nacional. La mayoría –quizás todos- los que asistían eran liberales, es obvio que Darío tuvo influencia de esa corriente de pensamiento. Don Félix, el tío, y Doña Bernarda, eran liberales. Es obvio que el niño recibió esa influencia, lo que lo llevó a asumir posiciones políticas en esa línea lo que se reflejará en múltiples escritos.
La primera etapa de Darío, su niñez y adolescencia, ocurrió entre León, Managua y San Salvador. La primera vez que vino a Managua, trabajó en la Biblioteca Nacional. Jugó los cinco mil ejemplares que inauguraron la Biblioteca de Nicaragua a fines del siglo XIX. Leyó centenares de esos libros que algunos guardan están en los estantes de la Biblioteca. En esta etapa, en León, ocurrió el aprendizaje preliminar: las tertulias. Hay que reconocer a los primeros maestros y el vínculo con la ciudad. Fue la tertulia la escuela cotidiana que alimentó su pensamiento y emociones, sentó su posición política, académica e histórica que llevó durante toda su vida.
Después vino a Managua, aquí devoró los libros que tuvo a su alcance en la Biblioteca Nacional en donde trabajaba y se integró a la tertulia en la capital. En el diálogo directo con las personas, maestros, intelectuales y políticos, todos mayores, continuó descubriendo y aprendiendo. Fue a El Salvador, y cerró el primer ciclo de su aprendizaje. Encontró otro círculo de intelectuales mayores que él. Uno cercano, Francisco Gavidia, apenas unos años mayor. Gavidia hablaba francés, le permitió descubrir las bondades del verso alejandrino francés.
Entonces, si ocupamos ese ciclo: León, con su entorno y la escuela principal en las tertulias; Managua, con las tertulias y la Biblioteca Nacional, y San Salvador, las tertulias, la proximidad con Francisco Gavidia, eso cierra su ciclo preliminar, Darío confirmó su propósito y visión en la vida, asumiéndolo con claridad y decisión.
Les quiero recordar una anécdota conocida que contó Edelberto Torres, y otros biógrafos también la recogen: el concierto famoso de piano que ocurrió en casa del primo de Darío. Imagínense ustedes cuando ocurrían presentaciones así, la gente llegaba a ver el espectáculo, no había muchas opciones, Darío era adolescente. Por un concierto todos los que podían llegaban, era lo único que había para disfrutar, para salir.
El primo organizó un concierto de piano y reunió a familiares y vecinos. Darío llegó, dicen que no lo invitaron, no importa, él llegó, estaba en la calle, porque la gente se reunía en la calle, a orilla de la ventana y la puerta, como cuando uno no tenía televisión y veía los programas desde la ventana del vecino. El muchacho ejecutó el piano de manera extraordinaria. Entonces el amigo le dijo: “¿Ya vistes cómo aplauden a tu primo?” El joven Darío expresó lo que refleja dos actitudes: lo primero: “ha ejecutado muy bien el piano y se merece los aplausos”. Es un punto importante sobre su actitud y característica personal. No es egoísta ni envidioso, ello será frecuente en su obra y durante toda su vida y práctica. La segunda parte del comentario fue: “A mí primo lo aplauden en León, a mí me va aplaudir el mundo”. Es un adolescente que está claro del propósito que perfila, tiene una visión y confía en sí mismo para lograrlo.
Esta primera etapa de su vida fue clave. Si tuviéramos que afirmar dónde se formuló el Modernismo Literario de la lengua española como corriente literaria que Darío impuso en su época, tenemos que reconocer que surgió en la experiencia de vida de estas tres ciudades, y ese entorno social, cultural, académico, histórico y político de León, Managua y San Salvador.
Algunos han dicho que surgió en Valparaíso, no es cierto, aunque fue una plataforma necesaria: cuando fue allá, tenía los elementos fundamentales para construir e impulsar su renovación e innovación. Ello se alimentó del aprendizaje que desarrolló antes y de la convicción de propósito que fue el asunto clave que quiero empatizar.
Un ambiente revolucionario que confrontaba ideas conservadoras y liberales, que confrontaba lo colonial y anti-colonial, lo clerical y anti clerical, a través de Máximo Jerez, un personaje cercano, cuya estatua, si ustedes recuerdan, está en la plaza de la ciudad León, de espaldas a la catedral. ¿Por qué? No era cristiano, no era creyente, aunque fue el padrino de bautismo de Rubén Darío. Ello expresa el conflicto que estaba ahí, entre lo clerical y lo anti clerical, en la separación del Estado y el vínculo Estado-Iglesia, entre lo eclesial y lo no eclesial, entre la visión unionista centroamericana y la disolución de esa aspiración, todo eso estuvo en las discusiones de la tertulia de León. Darío estuvo ahí, hasta terminada su niñez y entrada su adolescencia.
SEGUNDA ETAPA
La segunda etapa comienza cuando viaja a Chile. Él está convencido, tal vez intuitivamente de su propósito en la vida. El viaje a Chile no es más que la voluntad de atreverse a hacer.
Imaginémonos el inicio de la vida del adolescente, cree que hay que hacer algo, identifica en el idioma español la necesidad de cambio, de refrescarse, flexibilizarse, dinamizar la lengua, reelaborar el verso y la prosa, de construir nuevas estructuras, siente al verso anquilosado y a la prosa decadente. Está convencido de ello durante el inicio del proceso de su vida. Pregunto: ¿se va a atrever? ¡Es la gran pregunta! ¿Cuántos creen que deben hacer algo? ¿Cuántos realmente son capaces de hacer lo que creen que deben hacer? Hay una enorme diferencia.
Esta nueva etapa del genio emprendedor marcó la decisión de atreverse a hacer. Ocurrió aquí otra anécdota conocida. Juan José Cañas, diplomático, intelectual, poeta salvadoreño, quien estuvo en Nicaragua como ministro de El Salvador cuando Darío estaba en Managua, se hicieron amigos. El muchacho de quien se ganó el aprecio del embajador. Después regresó a su país, es el autor de la letra del Himno Nacional de El Salvador. Cañas lo recibió allá; fue el que le dijo que fuera a Chile. La historia la conocemos: “Andáte a Chile, aunque sea a nado”. Al salir de El Salvador, cierra la primera etapa, y comienza la segunda: se atrevió a ir más allá.
No es lo mismo estar en el patio trasero de la casa, o en la sala, en la comodidad del escenario inmediato, que romper el espacio territorial y salir fuera. Es una decisión fuerte en la vida del joven. Sin dinero, con una maleta, ropa prestada o regalada, una carta de recomendación, fue a Chile. Ahí arranca la segunda etapa fundamental de su vida, se desarrolla entre 1886 y 1889.
¡Se atrevió! Salió de su escenario inmediato, y publicó Azul…. Pongámonos a pensar en el muchacho, que llega de 19 años y cree que debe hacer algo, está convencido, como dijo antes: “me va aplaudir el mundo”. Ahora se atreve a hacerlo. En Azul… comenzó a romper los esquemas en la prosa, en los cuentos, y del verso en los poemas de lo que llamó su libro primigenio. Resultó ser una poesía fresca, joven, dinámica, agradable, afrancesada dicen los críticos, pero no es ningún pecado, porque la habilidad de Darío estuvo en aprender del entorno y aplicar con creatividad esos aprendizajes para innovar.
Nadie construye las cosas de la nada, para construir algo siempre tomás veinte o más referencias anteriores. Estos dos libros que publiqué (Último año de Rubén Darío, parte I y parte II), ustedes los han visto, tiene al menos ciento cincuenta fuentes bibliográficas y hemerográficas. No construí de la nada, fui leyendo y copiando referencias, asumiéndolas y reinterpretándolas. Eso hizo Darío. Se percató de la bonanza del verso francés, y reconoció que no estaba en el español, puedo reelaborarlo y lo introdujo con éxito a partir de Azul…
Ayer fue día del Amor y la Amistad, y aquí todos estamos enamorados del amor, de la amistad, de la naturaleza, de la belleza, de alguien. Leeré, de la primera edición de Azul… (Valparaíso, Chile, 1888), Primaveral de aquel muchacho de 21 años:
“Mira: en tus ojos, los míos;
da al viento la cabellera,
y que bañe el sol ese oro
de luz salvaje y espléndida.
Dame que aprieten mis manos,
las tuyas de rosa y seda,
y ríe, y muestren tus labios
tu púrpura húmeda y fresca.
Yo voy a decirte rimas,
tú vas a escuchar risueña;
si acaso algún ruiseñor
viniese a posarse cerca,
y a contar alguna historia
de ninfas, rosas o estrellas,
tú no oirás notas ni trinos,
sino enamorada y regia,
escucharás mis canciones
fija en mis labios que tiemblan.
¡Oh amada mía! Es el dulce
tiempo de la primavera.”
Cuando leemos sus versos y cuentos, y comparamos cómo se escribía antes, notaremos la diferencia. Aquel lenguaje pesado, aburrido y solemne, y este nuevo fresco y flexible. Está construyendo un nuevo español, está rompiendo las reglas. ¡Se atrevió a romper las reglas! Es la segunda etapa de Darío que comienza en Valparaíso, en 1888, cuando publicó Azul… y otros poemas. De allí salió Caupolicán, que refiere a un indio chileno Mapuche. Y A Campoamor, homenaje al académico español, escrito cuando era redactor de un diario chileno.
Ese muchacho, proviniendo de la periferia, se atrevió a romper los esquemas. ¿Saben qué es lo más difícil para un escritor o poeta? Publicar el primer libro, porque uno se pregunta: ¿qué van a decir? Hay temor e inseguridad, sentís que “te van acabar las vacas sagradas”, te van a desprestigiar o descalificar los otros. El primero es lo difícil, es difícil publicar y decirlo, ponerlo a la vista pública implacable o indiferente. Dar la cara a la gente. Es difícil y atrevido el comienzo.
Ubiquémonos, Darío se atrevió a sacar a la luz un primer libro (aunque realmente no fue el primero que escribió) que rompe los esquemas, que se impone e inaugura el Modernismo. Necesitaba valor a los 21 años, ¿por qué? Tenía convicción literaria sobre su propósito. Se tiró al agua, y lógicamente cuando sale al público, habrá muchos detractores: ¿Y este?, ¿De dónde viene?, ¿Por qué lo hace?, como aquella frase famosa del rector de la Universidad de Salamanca Miguel de Unamuno: “A este todavía se le ve la pluma debajo del sombrero”. Como decimos aquí: “le va a caer la zopilotera”. Aunque no faltarán quienes reconozcan y lo elogien el mérito por romper los esquemas y tener valor para proponer cambios y enfrentar al resto.
TERCERA ETAPA
El proceso del genio emprendedor lo llevó a la tercera etapa: regreso a Centroamérica. Desde mi opinión implica fortalecer el vínculo de origen. Darío puede haber salido más allá, pero necesitaba fortalecer su identidad de origen, su entorno cultural, social, familiar. Afortunadamente regresó a Nicaragua, a El Salvador, a Guatemala y Costa Rica. Esa etapa va desde 1889 a 1892 y marcó cambios importantes en su vida personal y afectiva.
En El Salvador conoció a su primera esposa, Rafaela Contreras Cañas, poeta y narradora modernista, mujer precursora del modernismo en Centroamérica. Darío no sabe (no recuerda) quién es. Él dirigía el periódico La Unión, que promovía la Unión Centroamericana por la que tenía convicción mental y emocional desde la tertulia de León. Ella escribía en el diario con un seudónimo. Darío se enamoró inicialmente de ella no al verla, sino porque leyó sus escritos, con seudónimo. Al enterarse quién escribía esa atractiva prosa, se enamoró de la joven escritora. Se enteró que se llamaba Rafaela Contreras y se casó con ella. Era la hija de un político e intelectual hondureño que conoció cuando estuvo en León años atrás.
Se casó civil en San Salvador, y después del golpe de estado provocado por el general Ezeta, salió para Guatemala, en donde contrajo matrimonio eclesial en la catedral. Dirigió el Diario de la Tarde, y se identificó con la sociedad guatemalteca al igual que lo hizo con la salvadoreña. Después viajó y residió en Costa Rica en donde se vinculó a otros diarios El Heraldo y La Prensa Libre, y allá publicó, entre otros, aquel famoso poema de gran sensibilidad social: ¿Por qué?
Pero no sólo eso, en esta tercera etapa del proceso del genio emprendedor, fortaleció su identidad centroamericana, su origen, sus vínculos sociales y culturales, que son fundamentales en su desarrollo posterior. Darío, por primera vez, mencionó al cisne blanco como símbolo de su revolución literaria modernista en Costa Rica.
Su hijo mayor nació en San José, Costa Rica; su esposa también era costarricenses de nacimiento, aunque se casó civil en San Salvador y por la iglesia en Guatemala; dirigió El Diario de la Tarde y escribió en el Diario de Centro América en Guatemala; dirigió el diario La Unión en El Salvador; y escribió en El Heraldo y en el diario La Prensa Libre en Costa Rica.
Su esposa Rafaela falleció temprano y a pesar del duelo, unos meses después, contrajo matrimonio en Nicaragua con la pasión de adolescente, Rosario Emelina Murillo Rivas, la garza morena, cuya relación, contradictoria, intensa, fugaz y tormentosa, llegó hasta el fin y fue quien lo acompañó durante los últimos ocho meses de vida.
Esos vínculos fueron relevantes: construyeron varios nexos fundamentales: lo primero, conocimiento e identificación de su origen centroamericano: cualquier que quiera alcanzar su propósito, tiene que saber de dónde viene. Es imposible alcanzar propósitos altos sin asumir el origen, porque perder el punto de partida, también confundirá el de llegada. Segundo asunto importante: construyó vínculos afectivos profundos en sus relaciones humanas. No sólo se casa, sino que también nace su primogénito y establece vínculos de amistad: Francisco Gavidia, por ejemplo, a quien recuerda después. y en sus escritos posteriores expresa un profundo agradecimiento por El Salvador; también con Enrique Gómez Carrillo de Guatemala, y otros.
No son casuales los emotivos versos que desde su adolescencia escribió por Centro América:
“Centro América espera
que le den su guirnalda y su bandera!
Centro América grita
que le duelen sus miembros arrancados,
y aguarda con ardor la hora bendita
de verlos recobrados!
Centro América llora
porque tarda esa hora!”
Del poema Unión Centro Americana, 1883.
Darío se confirma en esta etapa en un patriota y convencido unionista centroamericano, ello es parte del pensamiento liberal de la época.
CUARTA ETAPA
Esta cuarta etapa la llamaré: abrirse al mundo. Darío inauguró el Modernismo con Azul…, fortaleció su vínculo centroamericano en su estadía en cuatro países. No visitó Honduras. Ahora ¿cuál es el siguiente paso? Él no cabe en una caja o espacio cultural-social pequeño o restringido. Necesita respirar aires más amplios; así como parece que no puede quedarse en un hogar fijo, tiene dificultad para permanecer en espacios limitados para su proyección literaria, para cumplir la misión y propósito que identificó con certeza desde sus primeros años de vida.
Ocurrió que tuvo la oportunidad de ser nombrado parte de la delegación de Nicaragua que viajará a Madrid para conmemorar el 4to Centenario del descubrimiento de América (1892).
Con su estilo: él hace los viajes sin prisa, sobre el camino se va quedando por donde puede, curioseando y descubriendo. Así que se fue por Nueva York, y tuvo un encuentro providencial con un personaje importante en la literatura y en la política de aquel entonces. Encontró a José Martí, y aquel encuentro, breve pero profundo, marcó a Darío.
El joven poeta conoció la obra de José Martí en Chile. Cuando trabajaba en un diario en Valparaíso y en Santiago. Leyó sus publicaciones, aprecia la obra y el pensamiento de Martí, coincide con su espíritu revolucionario e innovador y aprecia la belleza de los textos martinianos. Lo encontró en Nueva York. Martí dijo una frase, cuando lo vio al muchacho: “Hijo”. A veces no es necesario hablar mucho para expresar algo profundo. Martí lo valoró como un sucesor destacado de la literatura y del pensamiento revolucionario en la literatura. Darío no tenía una misión ni visión política de revolución como el líder cubano. Martí impactaba con su prosa, pero su propósito era político: lograr la independencia de Cuba, por eso es prócer de la independencia de su país, participa y muere en la lucha independentista.
Con el paso por Nueva York, Darío inaugura la cuarta etapa de su vida: se está abriendo al mundo. Salió del escenario de Centroamérica, lanzó el grito modernista en Valparaíso, Chile (recibió las pedradas y los elogios que todos sabemos). Ahora va más allá, viaja por primera vez a España. Pasa otra vez por Panamá, visita Colombia, se entrevista con un ex presidente de Colombia quien le ofrece gestionar el nombramiento de Cónsul de Colombia en Buenos Aires lo que se logra. Necesita respirar en espacios amplios que no le ofrece el territorio nacional ni centroamericano. Quiere ver y volar alto, pero sin perder su origen.
QUINTA ETAPA
Con esta quinta etapa, se cierra el capítulo fundacional del modernismo literario. Darío pudo haberse muerto después, y ya habría sido grande e inmortal. Esta etapa es Argentina; la llamaré: Consolidación de la innovación modernista.
Llegó a Buenos Aires. Darío continuó como cronista de La Nación, desde Argentina, ocupación que mantuvo durante más de dos décadas. Escribió más de quinientas crónicas extraordinarias que demuestran tres cosas: uno, conocimiento, no es un escritor que improvisa, conoce, se informa; segundo, demuestra observación, es alguien que se percata de lo que pasa, que observa los detalles, que es minucioso; y tercero que es una prosa bella, agradable de leer, vigente. Esas tres cosas hacen que su prosa impacte desde La Nación en iberoamérica. La Nación como diario, y Buenos Aires como ciudad, constituyen una plataforma relevante, de tal forma que se convierten en un factor fundamental para ser conocido a nivel global y particularmente en el mundo hispanoamericano.
Aquí Darío produce un libro en prosa, muy conocido, en 1895, Los raros. Marca criterios estéticos sobre la cultura y la creación literaria de la época. Demuestra ser un lector extraordinario, diverso y profundo. Habla de personajes, que, en aquel entonces, pocos conocían en la lengua española. Ahora sabemos. Por ejemplo, Ibsen, el noruego, autor de la obra de teatro, Casa de muñecas. Darío leyó a Ibsen. Y también habla de Martí y de una serie de creadores e innovadores, identifica criterios estéticos; es una obra modernista, porque desde esa visión establece parámetros de belleza y renovación de la creación literaria y cultural de fines del siglo XIX. Y también publicó en el mismo año: Prosas profanas.
Después, a Argentina, le dedicó poemas muy conocidos como la Marcha Triunfal, el Canto a la Argentina, que es el poema más extenso escrito por Darío. Marcha Triunfal, es un poema que escuchamos mucho, cuando uno analiza la estructura se percata que es una marcha que suena como marcha en su estructura fonética. Escuchemos el ritmo:
¡Ya viene el cortejo!
¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines,
la espada se anuncia con vivo reflejo,
ya viene oro y hierro, el cortejo de los paladines. (…/…)
Es una estructura perfecta como marcha, que suena como tal desde la fonética. Fue escrito para Argentina. De tal forma que esta etapa a la que me refiero, cerró el proceso fundacional del modernismo literario por Darío. Esto fue entre 1894 – 1900. Pienso que Darío hubiera podido morir en 1901 y ya era el gran Rubén Darío: ya hubiera dejado el sello, ya había marcado la pauta, está en su apogeo. Es como el cantante o músico famoso que llena estadios.
Hace poco vinieron a Nicaragua: Armando Manzanero y el grupo Mocedades, los presentaron juntos en el Teatro Rubén Darío. Los que somos “más jóvenes”, sabemos que, hace 40 años, si venían estos artistas, el concierto pudo haber sido en el Estadio de Fútbol o Béisbol, ¿cierto? Pero ya no son cantantes de moda, marcaron una época, son clásicos, no están en la multitud. Son buenos, pero la fama tiene tiempos, aunque el impacto y el estilo perdure siempre.
Al iniciar el siglo XX concluía la etapa argentina, estaba en su apogeo; hubiera podido morir ese año y ya era Rubén Darío. Pero no murió, entonces vinieron dos etapas más que mencionaré.
SEXTA ETAPA
La sexta etapa es continuar afianzando su éxito y disfrutar la gloria –en lo posible- desde Europa. Se radicó en España, y viajó entre Madrid, Barcelona y París. Recorrió Europa, y escribió diversas crónicas para La Nación. Hay un libro que todos deberíamos leer, pero que pocos leen, es: Tierras solares. Cuenta su paso por Berlín, Málaga, Granada, Barcelona, Roma, Venecia y otros lugares. Darío visita las ciudades y observa, se sorprende y admira, no pierde la capacidad de sorprenderse con lo cotidiano ni la capacidad de sensibilidad frente a los entornos desconocidos que quizás había conocido en libros.
En ese período de su vida estableció relación con Francisca Sánchez, y nació un hijo que le sobrevivió, Rubén Darío Sánchez. El mayor que nació en Costa Rica con Rafaela, fue Rubén Darío Contreras. Entonces dejó a dos hijos que le sobreviven, Rubén Darío Contreras, centroamericano, y Rubén Darío Sánchez, español.
Darío vive en España, está con Francisca Sánchez del Pozo, mujer sencilla, “lazarillo de Dios en mi sendero”, escribió el poeta, analfabeta, a la que le enseñó a leer, será su compañera de vida durante casi quince años. Si la comparamos con la primera, quien murió temprano, Rafaela, escritora modernista, desafortunadamente poco conocida, de valiosa creación literaria, mujer intelectual, y la otra, analfabeta. Debería hablarse, quizás en un próximo simposio, sobre la obra de Rafaela Contreras, pero evitar seguir omitiéndola en la literatura centroamericana.
Ahora está con esta señora sencilla y será la única mujer de su vida con la que logró –a pesar de sus intermitencias- establecer algo parecido a una relación de hogar. Güicho nació en 1907, en el año en que Darío visitó Nicaragua y recibió una apoteósica recepción. Es el único hijo a quien realmente juega y chinea, el que estuvo más cerca.
En esta etapa publicó otro clásico del modernismo, algunos dicen que puede ser el libro cumbre, pero también hubo antes: Canto Errante, Prosas Profanas, Los raros, Azul…, y otros. Ahora es Cantos de Vida y esperanza. Los Cisnes y otros poemas (Madrid, 1905).
A estas alturas de su vida, Darío logró lo que logró, y lo sabe. Sabía adónde iba y sabía que había alcanzado la meta. Voy a referir a lo que escribe, en el prólogo, en un párrafo, dice: “El movimiento de libertad que me tocó iniciar en América, se propagó hasta España, y tanto aquí, como allá, el triunfo está logrado”. Reconoce que hizo lo que tenía que hacer. Lo que viene después no depende de él, su proceso está concluido. Aunque la etapa argentina terminó en 1900, con la que concluye la fundación modernista y deja establecida las pautas modernistas, con Cantos de Vida y Esperanza. Los cisnes y otros poemas, reconoce su tarea cumplida.
Hay aquí tres estrofas de un poema de Darío (Los cisnes):
¿Seremos entregados a los bárbaros fieros?
¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?
¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros?
¿Callaremos ahora para llorar después?
He lanzado mi grito, Cisnes, entre vosotros
que habéis sido los fieles en la desilusión,
mientras siento una fuga de americanos potros
y el estertor postrero de un caduco león…
…Y un Cisne negro dijo: «La noche anuncia el día».
Y uno blanco: «¡La aurora es inmortal! ¡La aurora
es inmortal!» ¡Oh tierras de sol y de armonía,
aún guarda la Esperanza la caja de Pandora! (…/…)
Él dice “Cisnes”, identificó su movimiento literario con el cisne, los cisnes blancos son símbolo del modernismo. De tal forma que cuando llama al “Cisne”, anuncia la innovación de la literatura española y cuando pregunta: “¿Seremos entregados a los bárbaros fieros? ¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?” Plantea una defensa acérrima del español, la lengua de origen, el idioma que innova y proyecta renovado y flexible al mundo.
Pero después introduce otro concepto: “el cisne negro”. No es casual. Cuando publiqué la primera parte de Último año de Rubén Darío, con portada negra, y la segunda parte con portada blanca quise ilustrar que, aunque el cisne blanco de Darío es símbolo modernista, el cisne negro lo representa a él mismo. Darío es un Cisne negro, y no un cisne blanco, porque cisne blanco, como imagen del modernismo literario fenece; algunos detractores dijeron: “hay que ahorcar al cisne”, porque terminó el modernismo como período literario. ¿Ahora quién es modernista? Nadie. El modernismo fue una etapa concluida de la literatura española, vinieron y vendrán otras. En esa etapa se incorporaron innovaciones a la lengua, pero el idioma es vivo y dinámico, lo hablamos y mientras lo hablemos, cambia, se enriquece. No es lengua muerta como el latín. El movimiento modernista se impuso en el mundo. El cisne blanco, es representación universal de clásicos griegos y latinos, pero el autor es un Cisne negro que no muere, desde donde surgió hasta el impacto que produjo.
¿Qué es el cisne negro? Es una anécdota o metáfora, que sale de un verso latino del siglo I. Refería al cisne negro como lo imposible que ocurre, se convirtió en un refrán en Londres, porque en Europa no conocían la existencia de cisnes negros; entonces, como cuando prestás dinero a alguien y le preguntás cuándo te va a pagar, si decía: “Cuando aparezca el cisne negro”, significaba que nunca honraría la deuda.
Era una metáfora que circulaba en el colectivo popular de los ingleses, pero resulta que ocurrió un hecho histórico y desde Australia llevaron cisnes en un barco a Londres, y bajaron el montón de cisnes negros a principios del silgo XVIII. Entonces, entró en crisis el refrán. Entonces quiere decir que no es un imposible, que es un hecho improbable pero que ocurre. La metáfora es que cisne negro es un hecho improbable, imposible de pronosticar e inesperado, pero que ocurre repentinamente y provoca un gran impacto.
Ahora vamos al poema de Darío, porque, según leo en estos versos, era consciente de que él era un “cisne negro”. Dice: …Y un cisne negro dijo: «La noche anuncia el día», Darío anuncia el día en la lengua española, en la prosa y en el verso. “Y uno blanco: «¡La aurora es inmortal! ¡La aurora es inmortal!» ¡Oh tierras de sol y de armonía!”, ¿Cuál es la tierra de sol y armonía? Es el trópico nuestro, Darío es tropical, por eso es que sufre tanto cuando va a Nueva York. “Aún guarda la Esperanza la caja de Pandora!”, es un cisne negro, es una caja de pandora, inesperado, nadie sabía lo que iba a sacar de esa caja, y sacó una sorprendente innovación en la poesía y la prosa española.
ETAPA FINAL: séptima.
La última etapa de Darío fue entre 1914 – 1916, diríamos que es la decadencia, el fin de su vida. Y ese final comenzó en París, cuando estalló la Primera Guerra Mundial, -la Gran Guerra en aquel entonces-. Fue víctima directa e indirecta de la guerra, porque se quedó sin empleo cuando dirigía las revistas Mundial y Elegancias. Los trabajadores en París van a la guerra. Darío no tiene cómo pagar la casa, abandona la capital de Francia. Le tiene terror al cañón y a las bombas, y le dan miedo los muertos, los cementerios y las velas, es un pacifista convencido que además es miedoso, teme y rechaza las guerras y los conflictos bélicos. Salió corriendo de París y se fue a Barcelona donde está Francisca, su compañera de vida y su hijo de 7 años Güicho. No sabe qué hacer, no tiene cómo mantener a su familia. Pierde las esperanzas, se entristece y enferma.
Un amigo de Masaya, Alejandro Bermúdez, lo visitó y persuadió para que promovieran una campaña por la paz en América. Eso le dio luz de esperanza. Viajó a Nueva York, llegó a en noviembre, cuando el frío comienza a ser terrible, ya entró el otoño. Se enfermó de neumonía, lo internaron en el French Hospital; llegó diciembre, muerto de frío; Darío es tropical, disfruta la calidez del trópico. Viene enero, sufre, no es factible la campaña por la paz, parece que nadie quiere hablar de paz, la guerra suena en el mundo. Estados Unidos no es parte aún de la guerra, las noticias hablan del conflicto, la sociedad se tensiona.
Los espacios para hablar de otra cosa no existen, el mundo, Europa, está embarcado en la Gran Guerra Europea. Había escrito antes, en 1905, Canto de Esperanza:
“Un gran vuelo de cuervos mancha el azul celeste.
Un soplo milenario trae amagos de peste.
Se asesinan los hombres en el extremo Este.
¿Ha nacido el apocalíptico Anticristo?
Se han sabido presagios y prodigios se han visto
y parece inminente el retorno de Cristo.
La tierra está preñada de dolor tan profundo
que el soñador, imperial meditabundo,
sufre con las angustias del corazón del mundo.” (…/…)
Darío se angustia por el sufrimiento del mundo, es profundamente sensitivo, se deprime impotente frente a los acontecimientos y ante sus limitaciones que impiden ser útil.
Fue a Guatemala (abril, 1915), el único país que lo invitó con gastos pagados. Mons. José Antonio Lezcano, Arzobispo de Managua, lo convenció para que recibiera a la esposa Rosario Emelina. Ella llegó y se quedaron tres meses más en Guatemala. Lo terminó de convencer de regresar a Nicaragua. Desembarcó en Corinto a fines de noviembre, llegó a León; pasó la última Gritería y disfrutó del 7 de diciembre de 1915 en su ciudad predilecta. El 9 fue a Managua en donde pasó la última Navidad. Escuchó y cantó los villancicos que tanto le gustaban y alegraban al niño que siempre llevó adentro. Regresó a León a principios de enero, no hay nada más que hacer, murió el 6 de febrero de 1916.
Ese fue su camino en siete (7) etapas. Pudo “ahorrarse” las últimas dos, y ya habría sido famoso por el impacto de su obra. Pero la vida es como es y no como quisieras que fuera.
¿Adónde llegó Darío? ¿Qué hizo para que sea imprescindible recordarlo?
Primero, renovó el idioma español con nuevas palabras, formas, giros y estructuras; flexibilizó y dinamizó el idioma de la época. Hoy, la forma que hablamos lleva, aunque no sepamos, los elementos de esa innovación de fines del siglo XIX y principios del siglo XX.
Puede ser que no sepa nada de Darío, pero cuando hablo español, ahí está Darío. Por ejemplo, en la capacidad de transformar adjetivos en sustantivos, o sustantivos en adjetivos calificativos. En la versatilidad de modificar conceptos y alterar el orden de las palabras. Muchas hubieran sido consideradas, por el español anterior, incorrectas, ahora son aceptadas y adquieren valor literario.
Segundo, fundó un movimiento literario que se impuso en la lengua española. Imagínense la trascendencia: no se trata de inventar algo bonito y bueno pero que nadie cree o acepta, lo que él inventó, lo hizo público, tuvo el valor de enfrentar el mundo, y el mundo terminó creyendo y aceptándolo, eso es lograrlo, tener éxito: un invento que fue llevado a la práctica, una innovación que se impuso en su época.
Tercero, Rubén Darío es un clásico. Es un clásico porque sobrevivió al siglo. Recuerdan la anécdota que les conté del primo que tocaba piano en León. Ese muchacho ejecutaba bien el piano, ¿quién lo acuerda ahora? Casi nadie. Pudo haber sido excelente músico, pero el tiempo se lo llevó al olvido porque era “uno más”. Darío no era “uno más”, fue único. Sobrevivió al siglo, a pesar del tiempo transcurrido, es imposible olvidarlo.
Traspasó las fronteras: a Darío se elogia en Nicaragua, en Argentina, Venezuela, Costa Rica, Guatemala, Francia, Japón, China, Rusia…; de Darío se habla en casi todos lados. Usted va por la calle en casi cualquier ciudad, y es posible que encuentre con su nombre una calle, monumento, plaza, parque o biblioteca. Si ustedes visitan una biblioteca, seguro habrá libros de Rubén Darío. ¿Quién? ¿Qué nicaragüense ha hecho eso? Ninguno. ¿Qué centroamericano tiene esa virtud? Ninguno.
Cuarto, ese es el punto de la conferencia: Rubén Darío es emprendedor de éxito. Identificó un propósito, y lo logró. Digo a los muchachos: si quieren ser ingeniero, abogado, médico, comerciante, emprendedor… observemos el camino recorrido por Darío.
Voy al punto final: ¿Cuáles fueron los factores de éxito? Considero tres:
1. Propósito y visión clara, desde temprano. Si querés tener éxito, no hay forma de tenerlo si no sabés adónde vas. No hay forma de llegar a un lugar que no sabés cuál es. Darío, desde temprano dijo: “A mí me va aplaudir el mundo”. Desde temprano: estudió lo que le interesó, lo que quiso, fue autodidacta, leyó y descubrió en los libros la belleza y estructura del idioma, sus fortalezas y debilidades; leyó poesía, aprendió de la literatura francesa, italiana, norteamericana, inglesa, de los clásicos latinos y griegos, vio lo que no tenía el idioma y lo incorporó en el poema y la prosa. Primer factor de éxito: Si querés llegar alto, adonde querés llegar, hay tener un propósito y una visión clara. Darío la tuvo.
2. Darío era un ser humano frágil, como todos, con virtudes y defectos; imperfecto, como todos. Escribió en uno de sus textos: “He celebrado las conquistas humanas, y he, cada día, afianzado más mi seguridad en Dios. Como hombre he vivido en lo cotidiano. Como poeta no he claudicado nunca, porque siempre he tendido a la eternidad”. Es el hombre imperfecto que vive lo cotidiano y el poeta trascendental que vuela alto. Es la misma persona, con dos caras. En sus conflictos: el del poeta que busca perfección y altura, y el del hombre que está en lo corriente de la vida, con sus imperfecciones, cualidades y carencias, ausencias y pérdidas. Es el poeta hombre que no perdió de vista el propósito de grandeza y eternidad.
El segundo elemento fundamental: tuvo confianza en sí mismo. Creyó en él. Cuando era adolescente y el amigo en León le dijo: “Mirá cómo aplauden a tu primo”, ¿por qué lo decía? Lo decía porque, Darío faltaba a clases y no es alumno disciplinado, no es ejemplo de estudiante, anda en las calles con una libreta y un acordeón… Y dice: “Me va aplaudir el mundo”. “¡Este maje está loco!”, diríamos. Pero a él no le importa que no crean, él cree que puede hacerlo. Y lo hizo. Rompió el espacio territorial y lanzó desde Chile la obra que inauguró ese proceso innovador. Estando en Guatemala recordó: “Esta mañana de primavera, me he puesto a ojear mi amado viejo libro, un libro de mi ingenio, el que iniciara un movimiento mental, que había de tener después, tantas triunfantes consecuencias. Y lo ojeo, como quien relee antiguas cartas amor, como un cariño melancólico”.
3. Persistencia. Darío tuvo centenares de dificultades. La primera, de nacimiento. Su papá lo abandonó, no tenía padre ni madre, falleció el tío abuelo, la tía abuela no tiene dinero. Quienes lo procrearon lo abandonaron, ¿qué hace? ¿Se tira a la calle de en medio? Tiene ausencia de padres; comenta Torres Bodet: más que la ausencia de padres, a veces es más pesado saber que sus padres existen y que no podés contar con ellos, ni con su afecto, ni su compañía. Darío se dio cuenta que tenía mamá y papá, cuando era grande ¿qué significaron ellos para él?
Darío tuvo la fortaleza de vencer la adversidad, y vencerse a él mismo, porque el obstáculo principal pudo haber sido él mismo por sus fragilidades humanas, vencer al resto y vencerse él, es el mérito extraordinario del genio literario. Aprovechó las circunstancias.
A veces la gente dice: “Quisiera que Dios me ayudara”. Tal vez llega alguien y te ofrece un trabajo: “No, gracias, estoy esperando que Dios me lo dé”, Dios mandó a alguien que te de trabajo y no lo ves. Darío no despreció las oportunidades, las circunstancias, las que le ofrecieron las percibió y las tomó, se fue a Chile cuando Juan José Cañas le dijo andáte aunque sea en nado. Fue, no esperó ni dijo: “No, mejor el otro año, ahorro unos rialitos”. Y cuando pensó publicar, el dinero no sobraba. Así ocurrió, pero no se detuvo, lo hizo.
Reflexión final: la muerte en Darío fue una condición necesaria y una solución inevitable: su tiempo había terminado a principios del siglo XX, después de eso, ya Darío no podía dar más, la pauta de la innovación estaba hecha. Su tarea estaba cumplida.
Para vivir necesitás propósito, misión o tarea, él era consciente de la tarea cumplida. Desde mi opinión, ahí comienza la decadencia de Darío, se quedó sin misión y sin propósito, la tarea está cumplida, ¿qué queda? Tiene una familia, pero Darío no había aprendido a tener familia. Algunos dirán: ¡qué barbaridad ese hombre tan malo deja a su hijo! Pregunto: ¿quién puede dar lo que no tiene? No tuvo familia, ni el afecto de sus padres, no desarrolló la capacidad para construir una familia. Es consecuencia de su tiempo y origen. ¿Cómo vamos a condenar realidades que parece se repiten? Por ejemplo: el padre le pega a la mamá, y después el hijo, que vivió en ese entorno, repite el ciclo, es desafortunado.
La vida para vivirse, requiere ganas de vivirla, esas ganas están fundamentadas en propósitos.
Finalmente, pienso que la vida existe cuando hay propósito, el último destello de propósito en Darío, ¿cuál fue?: ir a Nueva York para una campaña por la paz. Eso le dio aire de esperanza, pero fracasó. Se apagó la luz, ¿y ahora qué? No hay luz, no hay propósito, parece que no queda nada porqué vivir, se extinguió el propósito y con ello la vida.
Antes de eso, el Darío infante y de la niñez, en la década del setenta del siglo XIX, cuando tuvo uso de razón y participaba en las tertulias de León, en los brazos de la tía abuela, el que publicó en 1905, Cantos de Vida y Esperanza, al final del ciclo de esplendor, hay una característica que, para los que quieren emprender y volar alto deben tener en cuenta: enfocarse, como Darío, en el propósito, no en la dificultad.
En la vida cotidiana, solemos caer en la tentación de distraernos o perturbarnos por las dificultades, perder de vista lo fundamental: el propósito, así que esta es una gran lección a aprender. Simplemente creo que, sobre ese Darío que hemos compartido, con otro rostro, más humano, más próximo, el del genio emprendedor de éxito, es a quien tenemos que conocer para aprender y encaminarnos, como él, hacia el propósito, para darle sentido a nuestra existencia.
Muchas gracias.