DIEZ CLAVES DE LA POLÍTICA EXTERIOR NORTEAMERICANA: descalificar, dividir y rendir para someter
Miércoles 15 de Julio de 2020.
(Foto portada: Augusto C. Sandino, Nicaragua)
Estados Unidos perfila su política exterior actual injerencista al concluir la Segunda Guerra Mundial en 1945. En la Guerra Fría se plantea un cambio en el escenario mundial al crearse un bloque socialista que lidera la Unión Soviética (URSS), fuerte e inexistente antes de la guerra, se conforma un contrapeso indiscutible, político, económico y militar, que pone en riesgo la hegemonía que Estados Unidos impuso en la primera mitad del siglo XX. Entonces, la Guerra Fría tensiona a nivel global y mantiene un equilibrio complicado. Estados Unidos crea mecanismos institucionales, los aparatos de seguridad, la central de inteligencia y los esquemas militares-económicos-políticos-diplomáticos para asegurarse un propósito fundamental, que es el control y la incidencia hegemónica sobre el continente americano, es su prioridad inmediata, el “patio trasero”, retomando la antigua doctrina Monroe del siglo XIX.
En el período de 1945 a 1960, durante unos 15 años, Estados Unidos crea e impone esos mecanismos. Ocurre la conocida intervención militar contra un gobierno legítimo, en Guatemala en 1954. El derrocamiento del presidente Juan Jacobo Arbenz (1951-1954) para desmontan un proceso político democrático, cívico y popular, instaurado con las reglas del modelo político aceptado. Sin embargo, no fue de la tolerancia norteamericana.
Aquí, el factor clave que se manifiesta en Guatemala (1954), fueron los intereses económicos de las trasnacionales norteamericanas capaces de manipular y hacer “lobby” en la política exterior de Estados Unidos. Ese elemento será factor común en su política exterior, particularmente hacia América Latina. Es decir, el capital, las grandes transnacionales norteamericanas determinan en realidad, la política interior y exterior norteamericana. No es cierto que la política estadounidense tenga comportamiento autónomo. Realmente obedece a intereses económicos estratégicos del gran capital expansionista.
Guatemala, es un ejemplo de eso. Fue la United Fruit Company la que promovió en el Congreso, en las instancias políticas y en la opinión pública la acción norteamericana para difundir “miedo a un modelo político comunista”, que presumían afectaba intereses estratégicos de Estados Unidos y del gran capital norteamericano. Inmediatamente después ocurrió la Revolución de Cuba, vino la Alianza para el Progreso (instrumento “humanitario” de injerencia), las cosas se fueron complicando, siguieron las intervenciones que todos conocemos, entre ellas: República Dominicana (1965-1966), Chile (1973), la guerra contrarrevolucionaria contra Nicaragua (1981-1990), invasión a Grenada (1983) y Panamá (1989), incluso el típico golpe de estado, con nuevos rasgos cívico-militar-empresarial, aunque al viejo estilo, en Honduras (2009) y el reciente intento de golpe suave promovido por grupos político-empresariales-religiosos contra el gobierno constitución de Nicaragua (2018).
Estas son diez (10) características claves de la política exterior de Estados Unidos que condicionan las acciones políticas, diplomáticas, económicas y militares norteamericana:
En primer lugar, hay que comprender qué es Estados Unidos: es una nación, pero más que eso es un modelo político y económico, realmente es un imperio, y, por lo tanto, el primer factor clave para el imperio es preservar e incrementar su hegemonía a nivel mundial e internacional. Si somos prácticos, entenderemos que ese imperio genera sus propias capacidades de sobrevivencia y subsistencia para consolidarse en términos de lo que es. Ese poder hegemónico imperial, tiene poder político y económico que necesita preservar. Eso hay que reconocerlo como la realidad de un fenómeno que está ahí. Si tenés un lobo o un león que vive en el monte, ese lobo o león, “mata para vivir”, como dice Rubén Darío en el poema Los motivos del lobo, porque necesita vivir, se come a los animales más pequeños, los vence y los devora. Esa es la naturaleza del animal salvaje en el campo. Pero también es la naturaleza de un imperio que crece con la magnitud como la que tiene Estados Unidos: devorar al que se oponga, porque necesita subsistir y preservarse, esa es su naturaleza imperial.
Segundo punto: hay una realidad en el mundo, y es que tiene recursos naturales, de diverso tipo: petróleo, litio, uranio, agua, etc., todos los recursos naturales que están distribuidos en el planeta, en el océano o en la tierra, y esos recursos resultan que tienen dueño, hay países que reclaman su soberanía, hay derechos internacionales reconocidos que los asignan de un país a otro esos derechos de posesión y explotación. Estados Unidos, una de las cosas que requiere, sin lugar a dudas, para preservar su hegemonía y expandirla, es precisamente el acceso de esos recursos. No el acceso que diríamos: “Justo a tiempo”, es decir, en el momento en que lo necesite. Requiere acceso ilimitado, anticipado, pensando en las próximas décadas o siglos, el tiempo que pueda, es decir, no se contenta con tener el consumo necesario para el año siguiente, porque su visión imperial tiene largo plazo, necesita tener el suministro de un siglo, por ejemplo. Por lo tanto, necesita ocupar territorios y zonas que tengan esos recursos naturales para preservarse como imperio económico, militar y político a nivel mundial.
Así es que, cualquier país en el mundo que tenga recursos naturales que Estados Unidos considere que requiere para expandirse y desarrollarse, está sujeto a una acción política, económica o militar del imperio para acceder a ello. Eso significa manipular la política interna de los países, comprar voluntades, imponerse en la sociedad, de tal forma que el interés no es tanto preservar un “modelo democrático” en el sentido clásico, sino que preservar un modelo que no contradiga su propósito, ni signifique ningún peligro al acceso ilimitado a esos recursos.
El tercero: También, el imperio, por su naturaleza, tiene una característica en su definición clásica: un imperio ocupa un recipiente (una nación), y éste se rebalsa, rebasa su capacidad económica, y requiere otros territorios para expandirse, porque no es suficiente el espacio físico que tiene como extensión territorial. Por eso el problema no es Estados Unidos como país, el problema es Estados Unidos como imperio, como expresión económica, política y militar que requiere expandirse. Ese territorio se ha quedado chiquito frente a las necesidades imperiales. De tal forma que necesita, no solo recursos de otros lados, sino que moverse con libertad en otros territorios que no son legítimos (territorio norteamericano), demanda moverse “como si estuviera en su casa”, como condición inseparable a su estatus imperial.
Eso lleva a alianzas extranjeras como la de OTAN, por ejemplo, en Europa, y a establecer bases militares en otros lugares, a condicionar o comprar gobiernos, etc., que le permita acceder a los recursos naturales, pero también moverse con libertad más allá de las fronteras de tu territorio, de tal forma que este tercer elemento, es propio y característico de su razón imperial.
El cuarto: El mundo hoy es cada día más global, y la globalidad puede ser un factor de naturaleza imperial, porque necesitás que sea una globalidad afín a tus intereses; se vuelve un discurso importante lo global, el control de internet, de las redes, entonces, la globalidad como concepto y criterio, la pandemia como situación global incluso, tienen naturaleza expansiva y homogenizante. No podés ampliar fronteras, no podés mover las fronteras físicas, pero es posible ampliar la influencia global de la que nadie puede escaparse en estos tiempos.
Quinto punto: A partir de lo siguiente, el mundo tiene una legislación internacional, hay normas, pero hay un criterio imperial básico: todo es válido. Es decir, “el fin justifica los medios”, ese principio de Maquiavelo en la política norteamericana es asumido como pertinente. Cualquier norma internacional, cualquier norma de derecho internacional sólo es aplicable si y sólo si beneficia a los intereses de Estados Unidos. Cualquier política apegada al derecho internacional, que los contradiga, no es aceptada. De tal forma que encontrarás los mecanismos para oponerte, para vetarla, para desconocerla o simplemente violarla.
Cuando Estados Unidos, por ejemplo, reclama a un país porque violó los derechos humanos, o reclama por el medio ambiente, o por las razones que sea, no lo hace motivado realmente por su vocación de protección del medio ambiente, o protección de los derechos humanos, sino que lo hace porque esa norma, ese país, ese territorio, ese gobierno, ese grupo político, está siendo una amenaza a los intereses estratégicos imperiales de Estados Unidos.
Sexto punto: El mundo, en su historia, y habrá que hablar por lo menos de los últimos cinco siglos, evoluciona, y en los distintos espacios geográficos surgen nuevas naciones, y también nuevos poderes políticos y económicos. Estos poderes políticos y económicos, que también tienen intereses, comienzan a entrar en contradicciones con otros. De tal forma que, tenemos, por ejemplo, China, comienza a convertirse en un poder económico imposible de obviar, lo que no era así hace cincuenta años. Hoy, es imposible no percatarse de ello. La influencia que tiene en el mundo de la tecnología, en el mundo económico, del comercio internacional, es determinante a nivel global, de tal forma que se convierte en un problema para Estados Unidos, porque le quita espacio en el mercado, en el comercio mundial. Lo mismo pasa con la India, y otros países, entonces ¿cómo hace Estados Unidos como imperio, pensando a largo plazo, y en la necesidad de preservarse en el tiempo, para neutralizar, limitar, la expansión de esos otros imperios económicos y comerciales, que entran en contradicción con él. Esa contradicción es un problema, y como dice un refrán africano: “Cuando los elefantes se aman, o pelean, la hierba sufre”, y “cuando pelean, peor”, aquí sufren los pequeños. La guerra comercial que Estados Unidos ha declarado a China en los últimos años, tiene consecuencias a nivel global y en la economía norteamericana, afecta a las economías de los países más ricos y a los más pobres. Obedece a quitar espacios al gigante asiático en su expansión.
Séptimo punto: El tema migratorio en el mundo actual, es cada día, más creciente. Y entonces, la multiculturalidad, y lo multiétnico, se convierte en un proceso humano creciente. Hace cinco siglos, el movimiento de la gente de un lugar a otro era más lento, las migraciones eran más prolongadas en el tiempo, durante el último siglo todavía. Pero en las últimas décadas, las migraciones son abundantes y los flujos humanos, de distintos grupos sociales son crecientes. De tal forma que, las sociedades se están haciendo menos homogéneas, desde el punto de vista étnico y cultural. Se están haciendo más multiculturales. Esa multiculturalidad, y ese carácter multiétnico, honestamente, creo que no le gusta a Estados Unidos, aunque lo tiene que aceptar a veces. Limita su poder hegemónico. Por ejemplo, el conflicto reciente con la población afrodescendiente, el abuso policial por xenofobia y racismo es un viejo problema. Eso significa un problema para el control y manejo de la cohesión interna de Estados Unidos. También con los grupos musulmanes, los árabes en particular; la población afrodescendiente, latina y asiática, esos flujos crecientes que se asientan en E.U., se convierten en problema porque rompen la pretendida “homogeneidad imperial” (étnica, cultural y social).
Fue la misma preocupación que tuvo la Alemania nazi, a mediados del siglo pasado, y que, en parte, estaba ligado a las causas de la Guerra Mundial. La preocupación por una raza pura, que asegura homogeneidad cultural de la sociedad del imperio en expansión. La heterogeneidad sociocultural se convierte o es percibida como obstáculo de expansión y estabilidad imperial.
Octavo punto: El ser humano, en las últimas décadas, ha tenido interés en el espacio exterior. Me refiero desde la atmósfera hasta la Luna, la investigación de Marte, y del entorno posible. Se habla de recursos naturales disponibles en el espacio, particularmente, la red de satélites, desde la cual se puede controlar a los seres humanos, entonces, el que conquiste el espacio, el que controle esa red tecnológica, imposible de precisar en sus formas, tendrá control del movimiento humano y los comportamientos de los países y naciones del mundo.
Elon Musk (Sudáfrica, 1971), uno de los magnates norteamericanos que está en esta carrera, lanzó al espacio hace poco varios centenares de satélites que le permitirán controlar desde Estados Unidos toda la información que se mueve en el mundo. Así que, la lucha inmediata del espacio, que además no quiere ceder a poderes de China, por ejemplo, o la India. Incluso a sus aliados europeos, que se han convertido en términos reales en un grupo sumiso, sin mucha capacidad de expresión autónoma o criterio independiente que, con facilidad responden a sus dictados, y suelen votar en los foros internacionales según lo que Estados Unidos determina. El control del espacio inmediato, del espacio abierto, se convierte en un interés estratégico para las comunicaciones, el control y la explotación posible y potencial de recursos claves.
El otro punto, noveno: Es el problema científico e inseparable del tema tecnológico, el internet, las redes sociales, en general, las ciencias; hasta la vacuna del Covid 19, etc., es decir, el control de las ciencias, del conocimiento, la manipulación del conocimiento. Un conocimiento que, al contrario de democratizarse, se concentra, porque al resto solo le dan lo posible para que maneje un nivel de dependencia, social, cultural y mental, sobre un esquema de pensamiento y acción determinado. Entonces, el imperio quiere acaparar el acceso a las ciencias, al descubrimiento científico y preservar su poder hegemónico.
Finalmente, el último punto, décimo: El control más importante que el imperio quiere es el del ser humano. Necesidad de controlar a las personas. Me sorprende lo ocurrido hasta hoy con el Covid 19, parece un problema real pero fuertemente inducido donde han logrado manipular de manera eficiente las mentes y emociones de multitud de personas. El nivel de dependencia que tenemos, por ejemplo, de los espacios tecnológicos, lleva a recurrir a comportamientos irracionales por miedo o riesgo, a veces magnificado, evitar el contacto y por lo tanto depender de la tecnología, cuyos dueños están vinculados al capitalismo mundial, y son los que manejan de manera real la política internacional e imperial de Estados Unidos.
Instrumentos de agresión e injerencia
Estos son los diez puntos que percibo a corto plazo y con los que defino la política exterior norteamericana. También agrego otros elementos como el aspecto militar, inseparable del político, económico, técnico y científico. Estados Unidos, en los momentos actuales, me da la impresión que está siendo cuidadoso en manejar la acción militar directa, porque sabe que los costos son muy altos, quiere lograr los mejores resultados con el menor costo posible para sus ciudadanos e intereses estratégicos, más que para los ciudadanos y el bienestar del mundo. Me pregunto, ¿por qué no ha intervenido militarmente Venezuela? ¿Por qué no lo ha hecho a Cuba? no porque no quiera, sino porque cree que hay otros medios con los que puede sofocar y ahogar a esas naciones como ha venido haciendo durante la última década, sin exponerse (con riesgo de empantanarse) en una acción armada. El aspecto militar está ahí, latente, como amenaza potencial que usará cuando crea que el costo será mínimo.
Ha hecho uso de otros instrumentos arbitrarios e irresponsables como establecer un presidente títere, de ficción, en Venezuela; el bloqueo que ha sido condenado innumerables veces por la Organización de Naciones Unidas contra Cuba; el bloqueo que impone a Venezuela en condiciones de pandemia, que es inhumano y condenado, incluso por el papa Francisco. En tiempos de pandemia continúa insistiendo en sanciones, amenazas, desinformación, agresiones, sin la mínima consideración humanista.
Sin embargo, en todos esos escenarios, es evidente que Estados Unidos ha entrado en un proceso de decadencia, posiblemente desde la década del 60. Aunque identifico que se acelera en el año 2001 con la caída de las Torres Gemelas, porque ahí evidencia su fragilidad, y un grave incidente externo (o interno) que desmonta dos símbolos importantes del poder norteamericano: las torres y el Pentágono. Entonces, ahí comienza a evidenciarse el proceso acelerado de deterioro, eso le ha traído costos importantes.
La economía capitalista y Estados Unidos con ella, entraron en crisis en 1998 por la burbuja inmobiliaria. Actualmente, en el marco de la pandemia, entrando a otra crisis de gran magnitud, con tasa de desempleo nunca vista y una de las mayores tasas de muerte por Covid19 del mundo, casi 40 por cada 100 mil habitantes, seis veces más alto que la media mundial. El egoísta sistema de salud privatizado y excluyente colapsó. Están por verse las condiciones socio económicas de la postpandemia. Es un monstruoso imperio retorciéndose en medio de sus crisis que mantiene activos los instrumentos de sometimiento y expansión. No ha dejado de ser imperio lo que resulta peligroso para sus ciudadanos y para el mundo.
Con estos ciclos de deterioro que evolucionan en el mundo y en E.U., como todos los imperios, pasará a desintegrarse y reconfigurarse, pero durará décadas y quizás, todo el siglo XXI, no ocurrirá en el corto plazo. Esa nación que la integran más de 50 estados, es posible que se fragmente en dos o más naciones, y se recomponga o reconfigure. Como ha pasado en la historia y en Europa: el mapa se ha dibujado y desdibujado en distintos momentos, han surgido nuevas naciones, se han fragmentado otras. Veamos lo ocurrido en los últimos treinta años. Algo así puede pasar en Estados Unidos.
Las contradicciones internas del país son reales, profundas y crecientes. Para comenzar, entre grupos sociales y étnicos, entre la población afrodescendiente y latina, la población árabe y de origen asiático. Al imperio norteamericano parece que le convendría cierta hegemonía étnica y cultura para preservarse, pero eso no es posible, menos ahora que antes. La multiculturalidad es evidente y creciente. Hay contradicciones por la xenofobia y el racismo que se refleja y reproduce en la cultura norteamericana anglosajona. Prevalecen profundos niveles de desigualdad socioeconómica, generalizada privatización, exclusión y desigualdad por la prevaleciente del modelo del capitalismo salvaje de acumulación y expansión del capital.
América Latina: fragmentación y dependencia.
Uno de los problemas que enfrenta América Latina es la división interna y la fragmentación entre nuestros países, por lo que no logramos articularnos como región para promover, con un pensamiento y acción de desarrollo, una visión común. Estados Unidos ha tenido y seguirá teniendo habilidad para comprar voluntades, manipular escenarios nacionales y generar dependencia para que los países tengan limitada autodeterminación e imposibilidad de asumir acciones independientes sobre distintos asuntos.
Varios son dependientes de la política exterior norteamericana, con poca (o ninguna) autonomía, para determinar su posición en el concierto de naciones, es una penosa realidad. Dentro de cada país, incluso países que logran mantener ciertas posiciones dignas, el caso de la política exterior que asume México, quien ha tratado de preservar el criterio de no injerencia en los asuntos internos de otros países, diferente al resto. Estados Unidos logra fraccionar a grupos políticos internos, para generar presiones y descomponer. Trata de impedir el propio desarrollo autónomo de países como Venezuela, genera a nivel local contradicciones, compra voluntades y paga oposiciones. Es el caso de Nicaragua, financia y amenaza a la oposición política-empresarial para que se convierta en instrumento local, para frustrar la esperanza de progreso, impedir al gobierno nacional impulsar las políticas de desarrollo, equidad, y autodeterminación.
“Divide y vencerás”, dice el refrán, así es la política exterior norteamericana, mantener países divididos, incluso en contra de sus intereses estratégicos como naciones, y sostener a grupos políticos internos para socavar, manejando el juego a favor de intereses exógenos, sin que prevalezcan principios nacionalistas y patrióticos, ni se piense en la conveniencia estratégica nacional. Es en la historia el viejo problema que nos atormenta. El caso de William Walker, en Nicaragua (1856). Walker se vale de un aliado local, hace un convenio, y se queda adentro “con el mandado”, ocupa la presidencia de facto y desplaza a los opositores liberales que lo habían llamado. Son los acontecimientos y entretelones que se repite con sus rasgos particulares en casi todos los países de América Latina. En 1927, la historia de Sandino: opuesto a la intervención norteamericana, Sandino se revela, pero “otros nicas”, entre ellos Somoza, se prestan al juego, para aliarse con Estados Unidos, y crear mecanismos de poder e instaurar la dictadura con un ejército de ocupación, como conocemos en la historia.
Eso ha ocurrido también en Guatemala y en otros países. Pregunto: Guatemala, un país tropical rico con tanta belleza, que desarrollaba entre 1950 y 1954, un proceso político democrático extraordinario, popular y legítimo, surgido de las urnas, Estados Unidos lo frustró desde las transnacionales, y Guatemala entró a una crisis de la cual apenas ha podido salir, y toda la riqueza económica, la equidad que se había desarrollado se perdieron durante cincuenta o sesenta años de atraso, de dictadura militar, de explotación, violencia, represión política. Lo mismo pasó con Honduras, El Salvador, y Panamá, con la intervención en 1989, es decir, si Estados Unidos dice que alguien cometió delito, simplemente se atribuye el derecho absoluto de actuar como policía internacional, entrar al país, capturarlo y hacer lo que quiera al margen de cualquier legislación internacional, quizás con la tímida y callada condena de algunos. De tal forma que queda demostrado que el derecho internacional para Estados Unidos será proclamado solo cuando obedece a sus intereses.
Hay documentos que se filtran. Antes fue WikiLeaks (desde 2006) con Julián Assange. Ahora el libro The room where it happened (junio 2020) que publicó John Bolton, ex Consejero de Seguridad Nacional del presidente Donald Trump, que dijo un montón de cosas, y puso en evidencia la política exterior retorcida, manipuladora y obsesiva de Estados Unidos, -de la cual era parte- manejada con autoritarismo por el huésped de turno de la Casa Blanca, como instrumento visible. Incluso la manera de expresarse de Trump no es más que la manifestación del sentimiento norteamericano imperial, con su propio estilo y ritmo. Pero no hace mucha diferencia con cualquier otro presidente ni con el otro partido si estuviera en el gobierno, talvez este sea más bruto y el otro un poco más inteligente. Trump es un instrumento eficiente en esa actitud despótica de pretender recuperar los espacios perdidos en momentos de decadencia, que como dije antes, van a prolongarse varias décadas, quizás todo el siglo XXI.
Estados Unidos tiene en marcha todo ese proceso político como visión estratégica. Va a tratar de reducir o eliminar los espacios de cualquier gobierno, de cualquier país de la región y fuera de ella que signifique un obstáculo para su política exterior en su proceso de expansión. El criterio de autodeterminación, de opinar diferente, de votar con independencia en foros internacionales, de desarrollar proyectos nacionales en el uso de sus recursos, de establecer alianzas políticas o económicas con otros que no gozan de la complacencia gringa, de oponerse a sus opiniones oficiales, es pecado mortal, es una difícil realidad. ¿Cómo subsistir como país pequeño frente a esa actitud? Creo que, como ocurrió con Sandino, son decisiones de dignidad para preservar el derecho a la autodeterminación, como Venezuela y Cuba, como trata de hacer México con sus características particulares, y otros países, Argentina incluso, con su gobierno actual para impulsar estabilidad con reformas sociales. No es simple manejarse frente a Estados Unidos, en el entendido que este poderoso y complicado vecino, será “amigo” o “buen vecino”, siempre y cuando estés alineado a sus intereses, y si te apartás, no lo aceptará, establecerá los mecanismos políticos, económicos, militares y tecnológicos, para doblegar, desprestigiar y bloquear. Es la triste realidad en el mundo actual.
Los movimientos sociales y partidos políticos de izquierda en América Latina chocan con esa compleja circunstancia que impide promover proyectos de desarrollo auténticos nacionales. En estas organizaciones y partidos, sin embargo, hay que reconocer que el principal desacierto es la dificultad para crear relevo en el liderazgo político, me parece que es un error. Aquí influyen muchos factores, por ejemplo, la confianza, la inmadurez, o sentirse líder indispensable, pensar que no hay capacidad de relevo, creo es el talón de Aquiles de la izquierda latinoamericana. Me parece que es una debilidad frente al fenómeno imperialista. Tenemos que generar capacidad de relevo para la continuidad sostenible del proceso de cambio que no es de corto plazo. Estos procesos van a durar varias décadas para observar avances que modifiquen las relaciones y estructuras jurídicas, socioeconómicas y políticas de desigualdad y exclusión.
A pesar de eso se mantienen posiciones dignas en la región, loables y heroicas, que preservan el discurso y la acción. Hay todavía en América Latina voces capaces de pensar, decir y hacer de manera distinta. Esas voces de naturaleza política, social y académica, aunque no son suficientes, y a veces dispersas, existen.
Otro acierto en América Latina es que se crea organización social y comunitaria. Confío que, en el vergonzoso golpe de estado en Bolivia (2019) -del que OEA fue cómplice por mandato norteamericano-, el Movimiento al Socialismo (MAS), tendrá capacidad para recuperar el gobierno desde el esquema electoral y la organización política y social consolidará y ampliará el espacio arrebatado. Mi opinión franca es que la “ingenuidad se comió” a Evo Morales, le faltó malicia frente a una realidad interna y externa parcializada en donde las “buenas intenciones” no son suficientes. La capacidad social organizativa, sin embargo, está ahí, de tal forma que un proceso político electoral, con reglas del juego legítimas, le devolverá el poder político, si se permite el espacio democrático y popular. Si lo frenan, si crean demandas judiciales, si mediante maniobras inhiben o detienen a los líderes, como ocurrió en Brasil, en donde Lula era ganador seguro en las elecciones pasadas, pero lo sacaron del juego y la derecha se impuso. Esas son las maniobras arbitrarias que usan para desmontar los procesos políticos y sociales legítimos y populares que no obedecen y se oponen a intereses hegemónicos. Estamos a la expectativa de Bolivia, ¿habrá espacio para el MAS? Sin dudas el MAS ganará. Pero si los inhiben, si montan triquiñuelas para descalificar y sacar del juego, la derecha golpista quedará de facto o mediante el fraude en el poder más tiempo.
Desgaste, desprestigio, sanciones e intervención militar
El principal y último instrumento típico es la intervención militar o el uso de las fuerzas armadas nacionales como ocurrió en Grenada en 1983, en Panamá en 1989, en Guatemala en 1954, en Chile en 1973, o en Honduras. Estados Unidos prefiere –aunque le importa poco- no ser tan descarado mediante la intervención militar directa. En las últimas décadas, recurre a mecanismos de desgaste previo, de naturaleza económica, política y mediática. Utiliza la descalificación, recurre, a la legislación internacional que le conviene, para señalar que se “violan derechos humanos”, “la constitución política nacional”, que hubo “fraude electoral”, que se restringe “espacio a la oposición interna”, crea “verdades” artificiales, desvirtúa o exacerba esos elementos, los difunde, contamina y ataca. Fracciona el poder político nacional, inventa, financia y compra a líderes locales, amenaza a empresario y políticos, y con esos instrumentos, y los de naturaleza simbólica (religión, símbolos patrios, sentimientos e instintos –miedo, hambre, etc.-), socava y estructura ataques sistemáticos de desgaste.
En cuanto al tema económico establece bloqueos o sanciones selectivas. Es otra diferencia de la política norteamericana reciente. En el caso de Cuba hizo bloqueo general desde hace más de cinco décadas, en Venezuela han escalado al bloqueo general, en Nicaragua y otros países, identifican a personas naturales o empresas públicas y privadas, establecen sanciones dirigidas. Es un instrumento que no existía antes. Establece de manera selectiva amenazas, pretende restringir la gestión política, económica y social del país al establecer sanciones a funcionarios de áreas sensibles en violación a cualquier norma de derecho internacional y a los derechos humanos.
En Nicaragua sancionaron, por ejemplo, a la ministra de Salud y al ministro de Construcción y Transporte, entonces, ¿cómo manejar los procesos de construcción de carretera? ¿o las inversiones en salud pública? y en el contexto de pandemia. Bloquean las cuentas bancarias e impiden operaciones financieras y acceso a créditos internacionales, entonces, el funcionario que maneja recursos se ve limitado, el país debe crear mecanismos para evadir esa irresponsable y arbitraria decisión externa. Esos son algunos de los nuevos instrumentos de la política exterior norteamericana.
La pretensión fundamental es descalificar el liderazgo político del país, desacreditar al gobierno nacional y desmontar el modelo político, presentarlo a la vista internacional como “el malo de la película”, “la oveja negra” que no obedece normas y tratan de aislarlo. Cuando se encuentra súper descalificado, Estados Unidos insiste que “muchos países del mundo lo saben”, y es “el mal que hay que acabar”, entonces, puede hacer cualquier cosa. Es lo que está ocurriendo contra Venezuela.
La campaña internacional contra Venezuela ha sido feroz y despiadada a nivel mundial, la propaganda y las redes, las cadenas de comunicación tratan de mostrar un gobierno y un país arbitrario: “violación de derechos humanos”, y todo lo malo imaginable, lo pintan como la peor tragedia, sin interés por la veracidad. El único propósito es desprestigiar y aislar para justiciar cualquier acción y presentar a Estados Unidos como el “bueno de la película”, que busca solución, para que países de América y Europa le “pidan” que resuelva el problema. Estados Unidos se verá “forzado” y tendrá “justificación” para intervenir. Es la imagen que difunden las viejas (y actuales) películas norteamericanas, los buenos y los malos, los vaqueros y los indios, los negros y los blancos, los gringos y los otros… Es el escenario y esquema de pensamiento y acción que asume Estados Unidos en la política internacional.