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SEGURIDAD Y MIEDO: PERCEPCIÓN Y RIESGO EN TIEMPOS DE PANDEMIA

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August 23, 2020

 

Preocupaciones de la población nicaragüense

Según la encuesta Sistema de Monitorio de la Opinión Pública (M&R Consultores, SISMO LXII, 6.8.2020), del primer cuatrimestre 2020, es meritorio que en dos tercios de encuestados la apreciación valoran el trabajo policial como profesional y lo califican de muy bueno; es más del 60% de la población. Sin embargo, un tercio, cantidad cercana al 35%, opina lo contrario.

Vale la pena resaltar la percepción positiva después que, dos años antes, a mediados de 2018, los sucesos ocurridos provocaron un impacto lamentable en la vida económica, social, política y de seguridad ciudadana del país por la violencia y destrucción desatada. En general, los indicadores de percepción, de confianza, de seguridad, se afectaron por las acciones acaecidas. Eso deterioró con intencionalidad la credibilidad y la confianza en la Policía Nacional. Hubo daño en la percepción en general de seguridad y confianza entre las personas. El país tenía un rumbo positivo hasta marzo de 2018; de 2017 para atrás, durante la última década registró crecimiento económico, estabilidad social, buen nivel de seguridad ciudadana y percepción positiva hacia las instituciones, incluyendo la Policía Nacional. Lo ocurrido lesionó la confianza, pretendió romper el orden constitucional, hubo fragmentación social, sin embargo, el mérito actual de la sociedad y las instituciones es que se ha logrado reducir ese deterioro acercándose a los niveles positivos que había, superando parcialmente el 2018, sin llegar todavía a los niveles anteriores que eran unos 10 puntos porcentuales mayor en 2017.

La mayoría de la población ha identificado los actos violentos de 2018 como desafortunados, ha guardado distancia sobre si ese sea el método para desplazar al poder gubernamental legítimo y ocupar espacio político; la mayoría piensa que deberíamos retomar el rumbo de prosperidad, confianza y seguridad que teníamos. Creo que se avanza en esa dirección. La policía fue la institución que enfrentó en primera instancia los brotes de violencia y destrucción irracional porque es su competencia constitucional hacerlo, paga los costos inmediatos de su acción, sin embargo, asumió la respuesta preventiva y coercitiva que le compete para restablecer el orden público alterado por la manipulación mediática y virtual, asumiendo iniciales costos en credibilidad y el desgaste de confianza con algunos sectores, pero ha logrado con el tiempo, cuando muchas de las circunstancias han sido aclaradas y la verdad de tantos dramáticos casos se ha conocido, recuperar esos espacios, al reconocer que era necesario restaurar el orden público, que era urgente restablecerlo mediante la acción coercitiva legítima para recuperar el rumbo de bien común en beneficio de la mayoría de los nicaragüenses.

En lo que está pasando hay tendencia positiva. Casi el 90% de la población desestima las acciones violentas. Hay grupos pequeños según la encuesta, de 4 o 5%, que asumen una actitud confrontativa, excluyente, tranquista, vandálica, etc., pero es una minoría insignificante en términos proporcionales. La mayoría de los nicaragüenses, hombres y mujeres, quieren mejorar su condición económica, el empleo, el trabajo, la convivencia, la seguridad, etc., esos son las principales preocupaciones de la gente.

Cuando se pregunta cuáles son los problemas que afectan a la gente, los problemas socioeconómicos representan el 52% de lo que preocupa a la mayoría de las personas. En el contexto de pandemia, con el Covid-19, hay 24% que están preocupadas por la salud. Eso suma 3 de cada 4 personas con preocupación hacia el aspecto socioeconómico y de salud, que es también es la preocupación actual de muchos en el mundo. Hay 11% que se preocupa de los problemas políticos y cree son el principal problema a abordar; quizás un 11% señala problemas de violencia, delincuencia y seguridad ciudadana en general, incluyendo los accidentes de tránsito. Esas son las preocupaciones relevantes de la población en Nicaragua.

La principal obligación de las instituciones, de las organizaciones políticas, es entender esas necesidades fundamentales de las personas.  Además, la gran mayoría apuesta que el diálogo como la manera de resolver nuestros conflictos, que la solución a nuestros problemas no es la violencia, la confrontación ni la destrucción, que el camino pasa, según el 96% de las personas, por entendernos, por conversar, por encontrar soluciones compartidas.

 

DOCE PUNTOS SOBRE SEGURIDAD Y RIESGO SOCIAL NACIONAL Y GLOBAL

Primero.

Seguridad: condiciones para la vida, desarrollo personal y social.

 La seguridad ciudadana es un estado de situación, de condiciones y circunstancias que facilitan la vida y permiten desarrollar en el individuo y en la sociedad sus actividades económicas, sociales, culturales y políticas, en condiciones de bajo riesgo, objetivo y subjetivo, que no amenacen su vida, integridad física y emocional, y no afecten su patrimonio, permitiéndole disfrutar sus capacidades y ambientes. Este es el concepto amplio e inclusivo que asumimos como seguridad ciudadana; nos permite entender que es multicausal, hay un conjunto de factores multidimensionales y multifactoriales que inciden en que la seguridad ciudadana.

Segundo.

Inseguridad: amenazas y riesgos objetivos y percibidos.

 Ello implica que podríamos entender la seguridad ciudadana en una definición amplia como la que dije al inicio, o restringir esa definición a un sentido más estrecho y limitado. En el sentido amplio entenderíamos como todas las amenazas y riesgos. Cuando hablamos de todas, incluiríamos las amenazas vinculadas al medio ambiente, la pobreza extrema, la corrupción pública y privada, los problemas de salud pública, etc. En el sentido estrecho nos limitaremos a hablar de aquellas amenazas de naturaleza estrictamente delictiva, como fenómeno delictivo definido en la legislación penal de cada país. Es decir, en ambas, el universo global es, riesgos y amenazas. Unas son de naturaleza específica por la delincuencia y las otras de naturaleza más amplia, porque incluyen todos los aspectos que atenten contra el libre desarrollo de la vida, el desarrollo económico y social, de las personas y la sociedad.

Tercero.

Miedo e inseguridad: integral e inseparable a dimensión humana.

Es importante no obviar lo que dice el Tratado Marco de Seguridad Democrática en Centroamérica (1997) que la seguridad ciudadana es integral, indivisible e inseparable de la dimensión humana. Es decir, es imposible separar, desmembrar en realidad aquello que causa inseguridad, y proviene del riesgo o percepción de riesgo por un robo o hurto, una agresión física, la que produce el miedo a la pandemia o a un problema de salud general, o a un problema económico, de pobreza, o amenaza medioambiental por lluvia o desastre natural. Esos miedos se juntan en la persona, se integran en el comportamiento humano individual y colectivo, porque la persona es un ser integral e individual imposible de separar y desmembrar en partes. Entonces ese miedo es sumatorio de todos miedos posibles, se convierte en reacción emocional e instintiva, en actitud y comportamiento. Debemos reconocer que seguridad ciudadana o inseguridad ciudadana es indivisible e inseparable de la dimensión humana personal y social.

Cuarto.

Etapas posteriores de incertidumbre personal y social.

 Las guerras, conflictos sociales graves, explosiones de naturaleza social, económica o laboral, las epidemias o pandemias, los desastres naturales, todas las tragedias globales que afectan colectivos humanos amplios y que tienen cierta duración en el tiempo, que generan consecuencias humanas, económicas, sociales, cuando se produce y supera la etapa crítica, viene el después: post pandemia, postguerra o postconflicto, y esta etapa inicia con profunda incertidumbre, con inestabilidad social y muchas carencias, desconfianzas, duelos, pérdidas. Quizás perdiste el trabajo, a un familiar, tu estilo de vida, perdiste tu casa, las condiciones de tranquilidad, por las circunstancias inesperadas; se trastocó con violencia inesperada tu vida personal y colectiva. Es importante entender, por lo tanto, que cuando tenemos un conflicto de esta naturaleza, eminente e ineludiblemente vendrá una etapa posterior con el peso de los daños causados. Vendrá la postguerra, el postconflicto, y ahora la post pandemia trayendo consecuencias de inestabilidad e incertidumbre personal y colectiva, material y emocional.

Quinto.

Consecuencias y miedos en comportamiento social.

 En 2020 todos los países del mundo estuvieron sometidos a la pandemia que sacudió los cimientos de la organización social, económica, política y de salud pública. Se enfrentó al Covid-19 con informaciones erradas o insuficientes, con mucho desconocimiento, miedo, pánico, muchas medidas generalizadas, erráticas y extremas de distinta naturaleza. Eso provocó la ruptura de la vida social, la caída significativa de la economía, más desempleo, muchos negocios fueron cerrados, soledad, aislamiento y duelos familiares, deterioro institucional, social y político, el miedo se incorporó al comportamiento humano, como miedo personal, colectivo e institucional, se generalizó la desconfianza, se agudizó la discriminación y la exclusión. En esta nueva etapa entrando a la post pandemia, lo que tenemos en un profundo desconcierto y múltiples consecuencias insuficientemente valoradas porque tendríamos que considerar además efectos de naturaleza psicoemocional y psicosocial, cambios en los estilos de vida con huellas profundas en la salud física y emocional pendientes de evaluar y resolver. Aunque no se ha cerrado oficialmente la alerta de pandemia Covid-19 que declaró OMS en marzo 2020, estamos en fase de conclusión al comprender que “la vida sigue” y tenemos que aprender a vivir sin paralizaciones extremas y generalizadas que exacerbaron exclusión y miedo, y está llegando la post pandemia con sus pesadas e inciertas consecuencias globales.

Sexto.

Violencia delictiva e inseguridad en etapa de postpandemia

 Una consecuencia previsible, posible que lo demuestra la experiencia pasada, es que, al concluir la pandemia, en esta etapa de conclusión, como ocurre en las fases de post conflicto, se producen algunos fenómenos-conflictos esperados de naturaleza social. El incremento de la violencia delictiva y de la inseguridad ciudadana pueden ocurrir en el plazo inmediato y tener vigencia de corto plazo en sociedades con mayor capacidad de estabilizar la convivencia comunitaria. Puede tener prevalencia de mediano y largo plazo en aquellas con más graves antecedentes de naturaleza delictiva. Por ejemplo, en El Salvador y Guatemala, podría ser una etapa crítica de inseguridad incrementada por lo que ya tenían, más prolongada en el tiempo que otros países con situación más estable como el caso de Nicaragua y Uruguay, por ejemplo, dos de los cinco países de América Latina con menor tasa de violencia delictiva en la región.

Séptimo.

Desborde de actividad delictiva al suspender la contención.

 Entre las medidas aplicadas en el marco del Covid-19, hubo decisiones extremas como confinamiento de ciudades, de países completos, cierre de fronteras y aeropuertos,  suspensión vuelos y del tráfico de mercadería, paralización de camiones de carga y pasajeros, de tal forma que el confinamiento o encierro, la proscripción de poblaciones humanas en casas o territorios limitados, sin movilidad, además de ser agobiados por el excesivo flujo de comunicación virtual, medidas gubernamentales y especulaciones, se impuso, la restricción y el miedo.

Ello modifica la organización social y es de esperarse que “se desborde” al concluir lo que la contiene. Es como un río, puedo contener en un dique un tiempo el agua que corre, pero el agua sigue corriendo y se acumula, el dique puede romperse. El confinamiento es contención obligada social, política, institucional y colectiva que impide la labor económica-social cotidiana de la gente justificada como mecanismo de prevención de la transmisión viral, pero, esa contención una vez suspendida, provocará desborde; implica no solo que se rebalsa el ámbito emocional, de movilidad, sino que también contuvo la actividad delictiva no organizada, la que podría desbordarse, por lo que es un fenómeno posible a esperar.

Octavo.

Delincuencia común.

Exceptuando la actividad de crimen organizado, donde el concepto de calcular, planificar y organizar las acciones delictivas “es inteligente”, porque estudia fenómenos, analiza tendencias, valora circunstancias, busca rentabilidad, establece mercados, ofertas y demandas, es decir, es una organización “informada”, con tecnología, que planea sus riesgos, posiblemente no se verá afectado por esas acciones extraordinarias, sino que tratará de aprovecharlas como oportunidad de expansión, para el desarrollo de. negocio, la búsqueda de nuevos mecanismos. Exceptuando esa delincuencia, no sucede lo mismo con la delincuencia común, que es espontánea y local, esa se contiene y, por lo tanto, durante la etapa de pandemia, guerra o conflicto, durante la tragedia, se reduce significativamente, y después se desborda. La delincuencia organizada no, continúa activa, es por eso que no es raro que encontremos tráfico de drogas, tráfico de armas, tráfico de personas, incluso en estas condiciones de restricción, y de confinamiento, porque esa delincuencia tiene otra dinámica. Tratará de aprovechar la tensión de las autoridades en función del problema de salud pública para evadir los sistemas de seguridad que pueden relajarse. La delincuencia común se contiene y después se desborda, tiene un comportamiento social y local, es más espontánea.

Noveno.

Antecedentes de conflictos sociales.

 Entre 2018 y 2020 a nivel mundial hubo una serie de conflictos y brotes de violencia social y política en varios países de América Latina y del mundo. Menciono algunos: España, Francia, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Estados Unidos, Venezuela, Chile, Ecuador, Hong Kong… Tranques, destrucción, violencia política, social y delictiva con propósitos diversos, manejados por factores internos y externos, con diversa complejidad e intereses. En todos, una coincidencia fue la explosión de las redes sociales, la manipulación de la información virtual, la creación abundante de fake news que movilizaban y generaban incertidumbre, odio y miedo en la población. Lamentablemente, en ese contexto, tenemos este año la pandemia, fenómeno de salud pública, que se agrega a los conflictos existentes. Entonces, es probable que todos los elementos se agreguen en el comportamiento social y generen, a fines del 2020 y en 2021, algún incremento en la actividad delictiva general. Mencionamos el factor confinamiento que puede desbordar la movilización delictiva cotidiana, el deterioro económico, la pérdida de empleos, los efectos de post pandemia, ello tiene consecuencias previsibles de corto plazo.

Décimo.

Inseguridad ciudadana objetiva similar a 2019.

 La última encuesta de M&R (Nicaragua, agosto 2020), valora el índice de victimización del último semestre y lo estima en 7.3%, eso significa aproximadamente 15% en el año. Se mantiene constante en relación a los últimos 5 años. En Nicaragua la victimización ha oscilado cercana a 15% – 17%, está en el rango de lo previsible, es posible que el año termine con victimización similar, lo cual, en términos objetivos, viene siendo constante a la tendencia observada. En otros países como El Salvador y Guatemala, el índice de victimización anda entre 20% – 23%, mayor que en Nicaragua. Costa Rica, estima entre 16% – 17%, similar a Nicaragua. Por lo tanto, desde este punto de vista, no hay elementos objetivos para decir que hay incremento significativo de los hechos delictivos.

La tasa de homicidios en Nicaragua, a julio de 2020, registraba 8.4 x 100 mil habitantes, es posible que concluya por debajo de 9, similar a 2019, aunque 2 puntos más que en 2017. Habiendo superado las consecuencias dramáticas de 2018, donde la tasa de homicidios subió a 11 después de estar en 2017 con 7 por 100 mil habitantes, -la más baja de los últimos 20 años-. El alza en 2018 no fue sostenible, al año siguiente, bajó a 8. Este año se mantendrá similar a 2019, quizás con un ligero incremento.

Los delitos contra la propiedad, robos y hurtos, es posible que, en la etapa de post pandemia, -postconflicto y postguerra-, en cuanto a la ocurrencia de hechos -denunciados y no denunciados-, aumenten muy poco. En Nicaragua podrían subir entre 5-8% de lo registrado en 2019.  También debemos considerar el mejoramiento de la capacidad policial para la recepción de denuncias lo que implica reducción de la cifra oscura (más casos conocidos que antes no se denunciaban). A pesar que, durante el período crítico de la pandemia, no solo en Nicaragua sino también en Centroamérica, España, Italia y Estados Unidos, por las restricciones que las personas se impusieron o las que los gobiernos establecieron, se contuvo la movilidad social, por lo que la ocurrencia delictiva observó reducción temporal, los delitos disminuyen, pero después se producirá o se está produciendo un incremento inmediato cuando las restricciones se flexibilizan y se supera el miedo. Es un fenómeno esperado en estas circunstancias.

Onceavo.

Incremento de inseguridad subjetiva: percepción de riesgo y miedo.

Precisemos que la seguridad ciudadana está determinada por riesgos de naturaleza objetiva, y riesgos de naturaleza subjetiva. ¿Cuáles son los riesgos objetivos? Son los hechos reales, la probabilidad objetiva, delitos y faltas conocidas y no conocidas, denunciadas y no denunciadas, es decir, no solo las que recibe el sistema, sino las que ocurren. Como sabemos, se estima que entre el 45 – 48% de los hechos ocurridos no son denunciados. En algunos países, esas cifras llegan al 70%, ejemplo en El Salvador. En Nicaragua puede andan por 45% los hechos ocurridos no denunciados. Los casos no denunciados suelen ser de menor cuantía, menor importancia, o gravedad, como hurtos o lesiones menores. Los casos más graves como robo con intimidación, tienen mayor nivel de denuncia, el homicidio, principal indicador objetivo para medir nivel de seguridad ciudadana, tiene casi cero de cifra oscura.

Riesgo objetivo son los hechos. Podemos afirmar que, en Nicaragua, hasta Julio del 2020, no existen elementos reales, consistentes para afirmar que el riesgo objetivo haya subido de manera significativa. Se mantiene en términos generales, constantes. Similares a lo ocurrido, a lo registrado, conocido y no conocido, en 2019.

El segundo elemento de la seguridad es el riesgo subjetivo que observa incremento en Nicaragua y a nivel global. Se ha deteriorado la percepción de seguridad de las personas, incrementado la desconfianza, expandido el miedo, por una razón u otra, por cualquier motivo, no importa. Puede ser por delitos, pero también por falta de empleo, cierre de los negocios, inactividad económica, comercial, cultural, soledad, duelo, miedo por las enfermedades, por la pandemia. Se han visibilizado de manera exacerbada los hechos, los riesgos, temores, fundados e infundados que contaminan las emociones y los instintos humanos. Como dijimos, la seguridad ciudadana es indivisible e inseparable de su dimensión humana, por lo tanto, todos los miedos se suman en el individuo y en el colectivo social. El miedo se transforma en percepción de riesgo de manera integral e inseparable a la dimensión humana.

Tenemos en Nicaragua los sucesos de 2018, en 2019 casos en muchos países del mundo, en 2020 la pandemia y los conflictos raciales en Estados Unidos, los conflictos separatistas en Barcelona, los chalecos amarillos en Francia, en varios países latinoamericanos, explosiones de violencia de distinta naturaleza. Eso afecta la confianza social e institucional, deteriora la percepción de seguridad. Ahora, en 2020 con la pandemia, ocurrió algo inesperado, imposible de imaginar tres años antes, nadie pensó que habría esos niveles de confinamiento, restricción y suspensión de derechos y garantías como la libre movilidad, estados de emergencia y de sitio, era inesperado. Eso ha deteriorado el ámbito subjetivo y emocional de las personas. Si evaluamos a los individuos hoy y los comparamos con 2017, seguro que los niveles de miedo, ansiedad, incertidumbre, inseguridad, son mayores que antes. Aunque el riesgo objetivo de la seguridad ciudadana producto de la violencia delictiva no haya aumentado. Hay una situación distinta, un estado emocional, individual y colectivo que plantea cambios relevantes.

La información en este punto es clara: no se observa en Nicaragua incremento significativo del riesgo objetivo, pero aumentó el riesgo subjetivo, la percepción y la desconfianza, producto de las circunstancias ocurridas, incluso más allá de lo que ocurre directamente en Nicaragua, hay un efecto global difundido en plataformas virtuales que afecta el nivel local. La gente copia la noticia, la información de las redes, lo que se transmite en el mundo y la percepción, temor o inseguridad se expande a nivel global, independiente que no ocurra en el escenario local inmediato. La contabilización diaria de las muertes, las imágenes de victimas por la pandemia en Italia, E.U. o España, las crisis y confinamientos, el deterioro socio económicos en los todos países se suma a los propios y se percibe de manera integral e indivisible en la persona.

Doceavo.

Percepción y confianza: ámbito subjetivo de la inseguridad.

¿Qué hacer en esta compleja realidad que afecta a Nicaragua y a nivel global? Sugiero que tendríamos que incidir, como sociedades, como instituciones del estado, en los dos ámbitos de la seguridad ciudadana: en el objetivo y en el subjetivo. En sus cuatro (4) componentes: dos (2) de naturaleza objetivo, y dos (2) de naturaleza subjetiva. Incidir en la ocurrencia de hechos y en la respuesta sobre los hechos delictivos que ocurran, de tal forma que las instituciones respondan con prontitud, aclaren-investiguen, lleven a los autores de delito ante las autoridades competentes y auxilien a las víctimas actuar mediante mecanismos oficiales, públicos y precisos sobre el hecho ocurrido. Y sobre el ámbito subjetivo, es decir, la confianza social y la percepción de los hechos en la gente, son el componente más frágil que en Nicaragua y a nivel global.

Es importante la acción policial inmediata, de naturaleza preventiva y coercitiva, la presencia policial en la vía pública, en puestos visibles, en espacios visibles, que contribuyan a generar una situación de confianza y a reducir los riesgos objetivos de los hechos, de la violencia común, en particular los delitos contra la propiedad. Es indispensable la acción comunitaria, la organización comunitaria, la solidaridad desde el barrio, la colonia y la comunidad, desde los espacios públicos, los centros comerciales y mercados populares, desde los comerciantes que se organizan para generar espacios seguros y confianza, iluminado, limpio, sin basura, ordenado, porque todos esos elementos contribuyen a la sensación de seguridad y a reducir los riesgos objetivos de inseguridad.

También la educación social es fundamental, es decir, a través de las instituciones educativas, universidades, colegios, institutos públicos y privados, que transmitan a los estudiantes información serena y pertinente, para ayudarles a utilizar la razón y no dejarse llevar por los impulsos instintivos, moverlos a un comportamiento cívico, respeto al derecho de otros, a no tirar la basura en la calle, respetar las señales de tránsito, respetar la propiedad ajena y pública, no destruir las cosas del otro, es decir, una serie de prácticas de educación social.

Atendamos la información pública a través de los medios de comunicación. Debe existir mayor responsabilidad para no transmitir supuestos, ofensas, información dudosa o falsa, intencionalmente falsa, porque perturba a la sociedad, enferman y genera estados de ánimo que afectan la vida social e individual. Son relevantes ahora las redes sociales, se convierten en el gran instrumento de divulgación, de expansión de noticias, y de movilización, como ha ocurrido en los sucesos del 2018, 2019 y 2020. Son abrumadores y escandalosamente irresponsables los flujos de información que circulan en las redes sociales, y ese flujo de contamina las emociones de las personas, genera estados depresivos, ansiosos, desesperanza, odio, conflicto, resentimiento, no es sensato.

En resumen, lo que tenemos en Nicaragua y a nivel global es que entramos a una etapa de post pandemia donde se van a desbordar comportamientos sociales que estuvieron contenidos o han sido afectados. Uno es la actividad delictiva común, no organizada, que se manifestará de manera temporal, prolongada en algunos países, dependiendo de los antecedentes.

En Nicaragua se observa que el incremento será leve en 2020 con respecto a 2019. La mayor afectación de la seguridad ciudadana está en el ámbito subjetivo, en aspectos emocionales, de percepción, de sensación de seguridad, son los más afectados a nivel nacional y global. Es probable que la brecha entre hechos y percepciones se duplique, en cuanto a la realidad y lo que percibimos y creemos –actuamos con lo que creemos y sentimos, no con lo que en realidad ocurre-, es consecuencia inmediata de lo vivido en la pandemia y de la explosión de información-desinformación y pánico generada, que trae más incertidumbre y miedo.

Como se ha dicho, surge un nuevo orden de cosas, una nueva realidad social, una nueva normalidad en la que tendremos que aprender a vivir para buscar el equilibrio, entre las naciones, entre los seres humanos, entre sociedad y naturaleza, para superar las injustas exclusiones y la desigualdad estructural que nos amenaza. Es en la raíz de la exclusión donde radica la causalidad primaria de la violencia delictiva y social.

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FRANCISCO JAVIER BAUTISTA LARA
Managua, Nicaragua

Comparto referencias de mis libros y escritos diversos sobre seguridad, policía, literatura, asuntos sociales y económicos, como contribución a la sociedad. La primera versión de esta web fue obsequio de mi querido hijo Juan José Bautista De León en 2006. Él se anticipó a mí y partió el 1 de enero de 2016. Trataré de conservar con amor, y en su memoria, este espacio, porque fue parte de su dedicación profesional y muestra de afecto. Le agradezco su interés y apoyo en ayudarme a compartir.

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