Universalidad de Rubén Darío
XIX Simposio Internacional Rubén Darío
“Entre rosas y espinas, ante la complejidad de la vida, surge el canto y la esperanza”
18 – 20 de enero de 2021
A la memoria del
Dr. Tomás Ruiz Romero, presbítero, maestro y jurista
(Chinandega 1777 – San Cristóbal de la Casas 1819)
Prócer independentista por la emancipación indígena.
En el Bicentenario de la Independencia de Centroamérica
(15 de septiembre de 1821 – 2021).
- Canonización y mito universal
Rubén Darío, con la “Letanía a nuestro señor don Quijote” (Madrid, mayo 1905), ofició, tres siglos después, el rito de “canonización poética de un nuevo santo Hispánico, el santo patrono del idealismo y de la heroicidad moral”, según afirma Pedro Salinas. Es una oración poética que solo se compara a la obra en prosa de don Miguel de Unamuno (1864-1936) “Vida de Don Quijote y Sancho”, escrita en 1904 y publicada en 1905, en ocasión del III Centenario del Quijote. En ambos textos, fue el personaje y no el autor quien ha sido colocado en el altar universal de la literatura española. El autor, a través del personaje, es, una vez más, entronizado con las aureolas del mito:
“Ora por nosotros, señor de los tristes,
que de fuerza alientas y de ensueños vistes,
coronado de áureo yelmo de ilusión;
¡que nadie ha podido vencer todavía,
por la adarga al brazo, toda fantasía,
y la lanza en ristre, todo corazón!”
En febrero de 1916, enterado del fallecimiento del autor de Azul… en León de Nicaragua, el escritor hondureño Rafael Heliodoro Valle (1891 – 1959), canonizó al más reciente del santoral de la literatura universal. Heliodoro, el joven a quien, el reconocido poeta, habiendo recibido un poemario de aquel, cuando apenas incursionaba en el incierto camino literario, le escribió con elogio, sin menosprecio, con motivación de maestro: “El talento es joya de Honduras”. Ahora, el destacado académico escribió en Guatemala: “San Rubén Darío”:
“Traed las griegas ramas del acanto
para mezclarlas con laurel sombrío,
donde desgrane su cristal el llanto;
venid a adorar a nuestro santo
que está en el cielo: ¡San Rubén Darío!”
Este santo santificado en el mito literario es meditabundo y misterioso, musical, rítmico, sensible, sensitivo, colorido, simbólico y mítico… Yace en un altar de piedras, noches y luces, entre el silencio para escuchar y leer, y el espacio abierto sin límites para vagar y volar… No se restringe, se esfuma y expande.
“Tembló su nombre entre las piedras raras,
su nombre, lo mas puro que tenemos,
pues no lo tienen ni las noches claras!”.
Diez años antes, Juan Ramón Molina (1875-1908), el más grande poeta hondureño a pesar de su fugaz existencia, a quien el guatemalteco Miguel Ángel Asturias (1899-1974) llamó “poeta gemelo de Rubén” (1959), había escrito:
“Amo tu clara gloria como si fuera mía,
de Anadiomena engendro y Apolo musageta,
nacido en una Lesbos de luz y de poesía
donde las nuevas musas ungiéronte poeta”.
Y en las estrofas finales:
“Verbo de anunciación de nuestro continente
vate proteico, noble, magnífico y vidente,
que tiene de paloma, de abeja y de león;”
y:
“La gloria te reserva su más ilustre lauro:
humillar la soberbia del rubio minotauro
como el divino Jorge la testa del dragón.”
La universalidad requiere ser alimentada por el discurso del mito. Darío, desde temprano, fue misterio, mito, mitológico y mítico, erudito y sacrílego, entre oscuros y claros por lo que hacía, sentía, irradiaba, pensaba y escribía… Por lo impredecible e imposible, por lo que ocurrió en él, lo que hizo y cómo lo hizo, fuera de todo pronóstico, un espécimen raro, rarísimo, como sus Raros, inexplicable como la metáfora del “cisne negro”.
En “Cantos de vida y esperanza. Los cisnes y otros poemas” escribió:
…/…
“Y un Cisne negro dijo: – La noche anuncia el día.
Y uno blanco: ¡La aurora es inmortal, la aurora
es inmortal! ¡Oh tierras de sol y de armonía,
aún guarda la Esperanza la caja de Pandora!”
¿Fue él una caja de Pandora? ¿Es acaso un “cisne negro”, la esperanza que guarda la caja de Pandora? ¿Lo ignora? ¿o apenas lo percibe? ¡Lo sabe! Es parte del fabuloso mito que alimenta…
Y en otros versos del mismo libro:
…/…
“Las dignidades de vuestros actos,
eternizadas en lo infinito,
hacen que sean ritmos exactos,
voces de ensueño, luces de mito”.
La universalidad parte de una creencia que se asume e impone, de un paradigma que se rompe y otro que se instaura de manera duradera, de una fe que se comparte y quizás, de una mezcla inseparable de realidad, ficción y fábula, de evidencia y supuestos que se asumen en el común denominador de un tiempo que se prolonga más allá del tiempo, desde la particularidad de un espacio que se extiende traspasando los contornos, irrespetando las fronteras… El mito lo crea la fama y la fama crea el mito.
El poeta nicaragüense Luis Alberto Cabrales (1901-1974) dice que la reforma que introdujo Darío fue liberar el idioma de viejas ataduras, por lo que “De tal manera enriqueció la lengua castellana que con la misma justicia con que se le denomina lengua de Cervantes, podría llamársele lengua de Darío”.
- Carácter universal
Lo universal tiene alcance global y capacidad de perdurar en la diversidad, es parámetro o referente, lupa para mirar, traducir e interpretar una “realidad”, siempre cambiante y diversa, que, en este caso, es estética, literaria y poética.
Del diccionario de la Lengua Española podemos tomar dos acepciones: “Que pertenece o se extiende a todo el mundo, a todos los países y tiempos” y “que por su naturaleza es apto para ser predicado por muchos”. Pueden ser universales las ideas, las obras, las personas… Sin embargo, toda universalidad, siempre es relativa, desde Einstein, es imposible no aceptarlo y poner en duda todo… El universalismo puede ser moral, como postura ética que defiende la existencia de una verdad moral universal, según Sócrates y Platón. También puede ser filosófico, religioso, político, económico, …
¿Es Darío universal o es él un universo sobre el que orbita la poesía contemporánea en su evolución en la lengua española?
El modernismo que impulso Darío y expresó en su poesía y prosa, que como una ola arrasó e impregnó el pensamiento y la producción literaria de su tiempo, tiene una estética, un espectro de luces y sonidos que define y refleja lo que percibe bello en el arte literario, que lo construye a partir de identificar e interpretar la belleza del entorno y lo que viene de dentro para manifestarse afuera.
En la poesía en particular (aunque también en cualquier texto literario), podríamos identificar lo que hemos llamado en otras conferencias las 4S (cuatro eses): 1: “significado”, es decir las acepciones que el idioma asume y define oficialmente, según los diccionarios, lo que significa una palabra en el uso común aceptado; 2: “sentido”, el valor que, a esa palabra en determinado lugar de la oración, con cierto énfasis, en correspondencia a la cultura y la época, se le da, no siempre es igual al “significado”; 3: “sensación”, que es algo así, como el sabor que dejan las palabra, pueden vincularse variaciones en dependencia del estado de ánimo o del contexto histórico, cultural, religioso y social determinado; y finalmente, 4:“sonido” que son las vibraciones acústicas que produce en el oído una palabra, es la musicalidad que, al juntarse con otras palabras en un verso, deja un ritmo.
Darío escribió en el poema A Campoamor:
“abeja es cada expresión
que, volando del papel,
deja en los labios la miel
y pica en el corazón”.
En Prosas profanas:
“Ama tu ritmo y ritma tus acciones
bajo su ley, así como tus versos;
eres un universo de universos
y tu alma una fuente de canciones.”.
Y en otro poema:
“Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo,
…/…
“Y no hallo sino la palabra que huye,
la iniciación melódica que de la flauta fluye
y la barca del sueño que en el espacio boga;”
…/…
Una de las cualidades más evidentes del modernismo en la lengua española es la musicalidad y el ritmo, no es solo la métrica ni el significado de las palabras, el pilar sobre el que se construye el verso es el sonido, alrededor del cual se articula el significado, el sentido y la sensación que pretende transmitir. Es el sonido-ritmo el instrumento-método para provocar la sensación en el oído, a través del órgano auditivo, penetrar en las emociones y en la mente de quien escucha y lee. De allí que, la poesía en general, pero mas evidentemente la poesía modernista, requiere ser pronunciada y escuchada, no es suficiente la lectura visual, será como leer una partitura de Beethoven, Vivaldi o Mozart, aunque podemos imaginar el sonido si tenemos formación musical, en realidad el sonido, para apreciarse en su espléndida magnitud, requiere escucharse para sentirse, con sus altos y bajos, tiempos y silencios.
Los modernistas tenían “oído musical”, Darío, el pionero, tuvo oído musical. Ello le percibir, gracias al salvadoreño Francisco Gavidia Guandique (1863-1955) la virtud del verso alejandrino francés reconoció esa carencia de la poesía española de fines del siglo XIX. Descubrió que cada palabra tiene el aliento del alma, vibra, emite un sonido y hay un ritmo esencial. En “Palabras liminares”, una especie de proclama al inicio de “Prosas Profanas” dice: “Como cada palabra tiene un alma, hay en cada verso, además de la armonía verbal, una melodía ideal. La música es solo de la idea, muchas veces”.
Sin embargo, en este punto, que es una de las grandes cualidades de aquel movimiento renovador, yace también su debilidad (debilidad y fortaleza: dualidad). Quizás es la poesía modernista una de las más difíciles de traducir. Porque podremos interpretar el significado de las palabras o incluso el sentido, según la época y el tiempo, según el contexto histórico y cultural para el lector contemporáneo, pero el sonido, la vibración y el ritmo son propios de cada idioma, de tal forma que no será posible preservar la fidelidad rítmica y musical modernista en una lengua distinta al español en la que fue escrita. Esta dificultad se convierte en una especie de barrera, no que impide, sino que limita, la percepción plena de la belleza poética rubendariana en idiomas distintos al español. Podríamos decir que es una restricción para universalizarla con plenitud. A pesar de ello, hay múltiples traducciones disponibles, verdaderas hazañas para trasladar, con algún nivel de fidelidad, el sentido, calidad y belleza literaria de Darío al menos en veinte idiomas, entre ellos inglés, francés, alemán, ruso, italiano, portugués, persa, mandarín, japonés, coreano, incluso al misquito nicaragüense-hondureño…
- Cosmopolita universal
Darío fue un ciudadano de Hispanoamérica sin duda. Esa identidad es asumida pronto y es fácilmente identificable. Pero ¿fue y se sintió también ciudadano del mundo?
En su evolución personal comenzó siendo, durante su niñez y primera adolescencia, un ciudadano de Nicaragua, que, desde temprano, a través de las tertulias de la casa de las Cuatro Esquinas en León, escuchó, quizás sin comprenderlo o asumiéndolo con naturalidad, su nacionalidad centroamericana. Después de León, Managua y San Salvador, se hizo ciudadano centroamericano, antes de Azul… esto fue una pertenencia obvia. A partir de su viaje a Chile, al ampliar su visión sociocultural y política, comenzó a establecerse como un ciudadano de Hispanoamérica. Fue profeta y poeta de la raza hispánica.
Su paso por Estados Unidos, su salida a España y a Francia, el recorrido por Europa, sus “Peregrinaciones”, “España contemporánea” y “Tierras solares”, al establecer contacto físico con lo que había identificado en las tertulias y en sus persistentes lecturas en León y en la Biblioteca Nacional de Managua sobre literatura oriental, griega y latina, sobre la diversidad de textos antiguos, clásicos y contemporáneos que fue capaz de devorar, comenzó a consolidar, a fines del siglo XIX, su identidad cosmopolita, asumió consciencia que no solo era de la lengua patria hispanoamericana, sino, desde ese origen irrenunciable, su pertenencia como ciudadano del mundo: cosmopolita y universal, que le permitía viajar en el texto, desde su mente y emociones, de un lugar a otro, de una época a otra, que había diluido en la literatura las fronteras del tiempo y del espacio, y aprendió a vivir y soñar, como si estuviera allí, como parte de ello…
Este particular espíritu cosmopolita que lo animaba: abierto, mundano, terrenal, errante, curioso, internacional y universal, se alimenta del debate dialéctico entre el origen y el destino, los recuerdos y la vista del horizonte, lo global y local, lo trascendente y temporal. Una ciudad de todos y para todos, lo utópico es poético, iluso ciudadano sin fronteras, obligado por las realidades, a regresar a la patria natal al final de su tiempo. Es empujado, al final del camino, a suscribirse al origen material porque la expansión cosmopolita resulta irreal, no en él, que la vive y la siente, sino en un mundo que se desangra por la guerra, se fragmenta por los conflictos, marginaliza el arte, atropella y excluye las buenas voluntades…
Entiende que ningún ser humano es ajeno a otro, he allí la esencia del cosmopolismo ilustrado y humanista desde los enciclopedistas y los poetas franceses sobre quienes, desde su niñez se hablaba en las tertulias de León. El cosmopolitismo que se manifiesta en Rubén Darío es principalmente “cultural” porque a los ingredientes nacionales, centroamericanos e hispanoamericanos que absorbe con avidez, fue capaz de agregar otros componentes no autóctonos, procedentes de España clásica y decadente, de los clásicos griegos y latinos, y en particular, de la literatura francesa, inglesa e italiana. Fue capaz de mezclar sin excluir, de agregar y reinventar, de visualizar desde otro punto de vista, desde la periferia e Hispanoamérica, para adaptar y transformar, sin perder la esencia de origen ni desnaturalizar la pureza creativa que resultó ser nueva. Él dijo: “Sé tú mismo: esa es la regla”. Fue capaz de legar, como “maestro del idioma”, una lección de modestia y honestidad intelectual en la búsqueda de la belleza y del ritmo, en abrirse para aprender de otros sin renegar ni descalificar lo propio.
A diferencia del intelectual y académico venezolano Rafael María Baralt (1810-1860), -autor del Diccionario de galicismos del español (1855) que el joven Darío memorizó a su paso por la Biblioteca Nacional en Managua-, quien tuvo que renunciar a la nacionalidad americana para considerarse a sí mismo español y ser asimilado-aceptado por la Real Academia, “literalmente amada y reverenciada”, siendo el primero no nacido en España en ser admitido en la entidad de la lengua, pero pagando el costo de “renegar -al menos formalmente- del origen”. Darío renegó irreverente en la invocación al “Noble peregrino de los peregrinos”: “de las epidemias de horribles blasfemias / de las Academias, / libranos, señor.”
Podríamos decir que asumió un “cosmopolitismo romántico” por su carácter de soñador de un mundo ideal, lo que dependía de su sensibilidad, imaginación, sentimiento y curiosidad, un vínculo humano derivado de una fe común, del amor, las emociones, aspiraciones y necesidades comunes. Asumió, desde su carácter melancólico, una actitud positiva, con esperanza a pesar de la desesperanza, por la construcción de alianzas humanas, redes epistolares, círculos de bohemia y tertulia, vínculos culturales y literarios amplios, globales y pacíficos, para vivir en armonía, con interés en lo universal y respetando las diferencias, en el juego dialéctico entre lo singular y lo universal, lo propio y lo global, lo fijo y lo errante, lo terrenal y lo divino, lo cotidiano y lo extraordinario, lo explicable y lo inexplicable… Valores y creencias que fue reflejando en sus textos y que, como denominador común tienen la estética, la belleza, la búsqueda inagotable del sentido de la vida y la trascendencia más allá de la muerte…
- Connotaciones de la universalidad dariana
La universalidad de Darío tiene al menos seis (6) connotaciones fácilmente demostrables:
i Por su presencia mítica, física y referencial actual y en casi todo el mundo de su tiempo:
En todas las principales ciudades hispanoamericanas y muchas del resto del mundo, hay una calle, parque, monumento, plaza, escuela, biblioteca, que lleva su nombre. En las bibliotecas están algunos de sus libros. En los programas de estudio, en las investigaciones académicas sobre literatura española, en el aprendizaje de quienes incursionan en el fascinante mundo literario, será obligatoria referencia, lectura necesaria, aprendizaje indispensable, te guste o no. Frente a su presencia histórica y al impacto que dejo, es imposible la indiferencia.
Este nicaragüense tan universal y, contradictoriamente, como parte de las múltiples dualidades de su vida, tan local, vivió, además de en su patria natal, en otros nueve países, en Honduras, durante su infancia, de donde viene el primer recuerdo según cuenta en La vida de Rubén Darío escrita por el mismo, después en El Salvador, Chile, Guatemala, Costa Rica, Argentina, España, Francia y Estados Unidos. Cruzó en barco la larga travesía del Atlántico doce veces, la primera en 1892 y la última en 1914. Pasó, durante su intensa vida de viajero, al menos por doce países, entre ellos: México, Brasil, Uruguay, Cuba, Colombia, Panamá, Alemania, Italia y Portugal. Es, por sí mismo, mensajero y representante, digno embajador de la cultura y las letras.
Conoció y encontró, lo encontraron, conocieron y/o leyeron los principales personajes de la literatura, la cultura y la política de su tiempo. Entre ellos, José Martí, Valera, Campoamor, Unamuno, Francisco Gavidia, D’Annunzio, Oscar Wilde, Verlaine, Castelar, Turcios, Juan Ramón Molina, Gómez Carrillo, Asturias, Andreve, Rodrigo Miró, Darío Herrera, Machado, Casal, Balmaceda, Oswaldo Bazil, Juan José Cañas, Juan Ramón Jiménez, Mitre, Nabuco, Pardo, Picado, Rodó, Belgrano, Sierra, Alfonso III, el papa León XIII… Fue incluido en todos los principales periódicos y revistas iberoamericanas de la época, por lo que resulta casi imposible reunir su obra completa frente a la dispersión territorial y de medios en la que fueron publicados sus versos y artículos.
ii. Por la diversidad y profundidad temática que aborda en sus versos y su prosa:
Casi cualquier tema de conversación, cualquier debate político, social, cultural, literario, humanístico y hasta religioso, puede ser iniciado o complementado con una frase o un verso de Rubén Darío. Tuvo una extraordinaria universalidad temática, y en algunos aspectos, por la intensidad con la que concentró sus versos, permitiendo una enorme posibilidad de expansión.
iii. Por el impacto histórico y trascendente de la innovación literaria en la lengua española:
Allí esta la huella imperecedera. Octavio Paz (El caracol y la sirena, 1964) reconoce el papel central de Darío como fundador del modernismo, que es “la primera expresión realmente independiente de la literatura hispanoamericana”. Darío, dice, “no es únicamente el más amplio y rico de los poetas modernistas: es uno de nuestros grandes poetas modernos. Es el origen”. En 1896 el autor de “Prosas profanas” proclamó: “Los poetas nuevos americanos de idioma castellano hemos tenido que pasar rápidamente de la independencia mental de España… a la corriente que hoy une a todo el mundo a señalados grupos que forman el culto y la vida de un arte cosmopolita y universal”. Desde Hispanoamérica conquistó en sentido inverso a España y universalizó la reforma.
En Dilucidaciones, del Canto errante (1896), reconoció: “como hombre, he vivido lo cotidiano; como poeta, no he claudicado nunca, pues siempre he tendido a la eternidad”. Y, es cierto, allá, en la eternidad, está. Quedaron atrás sus frágiles y perecederas contradicciones humanas. Sorprendente, más de un siglo después, sigue dando motivos de qué hablar y escribir.
iv. Por la vigencia clásica de su obra creativa, por superar su tiempo y continuar siendo hito histórica y actual:
Han pasado 105 años de su muerte (6.2.1916, León, Nicaragua) y 133 años de Azul… (30.7.1888, Valparaíso, Chile) y aquí está todavía, seguimos hablando de él.
¿Cuántos libros, ensayos, conferencias, paneles y artículos se han hecho referidos a su vida y obra en la última década? ¿y durante en el último año? ¡Muchos! Y el tema no está agotado…
Para el crítico y escritor dominicano Pedro Henríquez Ureña (1884-1946) “de cualquier poema escrito en español puede decirse con precisión si se escribió antes o después de Rubén Darío” y Jorge Luis Borge reconoce que “Todo lo renovó Darío: la materia, el vocabulario, la métrica, la magia peculiar de ciertas palabras, la sensibilidad del poeta y de sus lectores”. Según Octavio Paz (1914-1998), “lo podemos llamar el libertador”. Dice Jaime Torres Bodet (1902-1974) que Darío “creía en la facultad de superar el destino humano”. ¿Quién lo duda? Lo demostró.
v. Por traspasar, antes y ahora, las fronteras territoriales de su lugar de origen:
En Nicaragua, es ineludible, como decía José Coronel Urtecho (1906-1994), es “nuestro compatriota indispensable”. Pero también esta en todos los países de Centroamérica, es un símbolo unionista imposible de obviar en ocasión del Bicentenario de la Independencia de Centroamérica, es un prócer de la segunda independencia, la cultural. Esta en Hispanoamérica, en todo el mundo de habla española y en la literatura universal.
v. Por vencer las barreras idiomáticas al ser traducidos sus textos al menos a veinte idiomas:
Lo dijimos antes, a pesar de las dificultades para la traducción de los poemas rubendarianos (aunque es un problema menor para la prosa), parte de sus obras están disponibles en al menos veinte idiomas. Puede ser conocido y percibida su belleza y profundidad por lectores de otras lenguas.
Finalmente, a manera de conclusión:
Darío y su obra, son universales, cosmopolitas, son clásicos que vencieron el siglo, las fronteras y las barreras del idioma. Rubén Darío, es el personaje impredecible, creado por él mismo a partir de Félix Rubén García Sarmiento, fue una “caja de Pandora”, el “cisne negro” que provocó un gran impacto remontándose, desde adversidad y la periferia (desde el abismo), hasta la cumbre (hasta la cima) y, desde allí, alimentado por la fama, se sustenta el mito, rasgo distintivo de la universalidad, por mérito de lo inexplicable y trascendente, por “lo que no conocemos y apenas sospechamos” …
Muchas gracias.
Principales fuentes bibliográficas:
- Asamblea Nacional de Nicaragua. Rubén Darío: diplomático de su época. Consulta: enero 2021. https://noticias.asamblea.gob.ni/pc/rb6.pdf
- Bautista Lara, Francisco Javier. (2017). Último año de Rubén Darío. Parte I: Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica. Editorial La Salle Siglo XXI. Tercera edición, julio 2017. Managua, Nicaragua.
- Bautista Lara, Francisco Javier. (2017). Último año de Rubén Darío. Parte II: Honduras y Panamá. Editorial La Salle Siglo XXI. Tercera edición, julio 2017. Managua, Nicaragua. Primera edición, enero 2017. Managua, Nicaragua.
- Caldera C., Norman. (2006). Rubén Darío diplomático. Colección presidencial Enrique Bolaños Geyer. Imprenta Comercial La Prensa, Managua, Nicaragua.
- Darío, Rubén. (2017). Rubén Darío. Antología Poética. Prólogo “El caracol y la sirena”, de Octavio Paz. Edición y guía de lectura Carmen Ruiz Barrionuevo. Editorial Planeta S.A. Barcelona, España.
- De Pedro, Valentín (2013). Vida de Rubén Darío. (1ª Edición). Colección Para que leamos, Serie Dariana. Managua, Impresiones y Troqueles S.A., Amerrisque.
- Sanzana Inzunza, Isaac. Universidad Austral de Chile. (2009). Consideraciones sobre el cosmopolitismo de Rubén Darío. Revista Borradores Vol. X7XI – año 2009 – 2010. Universidad Nacional de Río Cuarto. https://www.unrc.edu.ar/publicar/borradores/Vol10-11/pdf/Consideraciones%20sobre%20el%20cosmopolitismo%20en%20Ruben%20Dario.pdf
- Torres Bodet, Jaime. (2015). Rubén Darío: abismo y cima. Homenaje a Rubén Darío en el Primer Centenario de su muerte 1916 – 2016. Movimiento Cultural Nicaragüense, Miami, Florida, 2015.
- Torres Espinosa, Edelberto. (2010). La dramática vida de Rubén Darío. (Octava edición: definitiva, corregida y ampliada). Editorial Amerrisque, enero de 2010. Managua, Nicaragua.
Roma, Italia, 18 de enero de 2021.