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Filosofía y Religión Reflexiones

FRATERNIDAD: mensaje esencial, imprescindible y urgente

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March 4, 2021

 

“Hemos venido a este mundo como hermanos;

caminemos, pues, dándonos la mano y no uno detrás del otro”.

William Shakespeare

Una vida y una visión pueden sintetizarse con una palabra esencial, una minúscula partícula del lenguaje que al expandirse expresa el universo de posibilidades. Identificarla no es fácil, no es un simple proceso lógico, es intuición o “revelación” dirán los creyentes. Una sola palabra podría condensar nuestra realidad humana cotidiana, las decisiones personales fundamentales y los momentos que han cambiado y continuarán cambiando la historia.  En la brevedad, el origen y el fin.

Cuando el actual pontífice católico asumió el nombre de Francisco (2013) del venerable fraile menor de Asís, es evidente que quiso asumir el mensaje y el propósito del reconocido santo medieval de la fraternidad.  Al publicar las encíclicas Laudato si (Alabado seas, 2015) y Fratelli tutti (Hermanos todos, 2020) confirmó esa coincidencia. La primera sobre “el cuidado de la casa común”, tomando del Patrono de la ecología (1979), el Cántico a las criaturas, “Loado seas, oh mi Señor”: “…Por la hermana madre tierra, / que alimenta y nos sostiene, / por los frutos, flores, hierba, / por los montes y los mares.” La segunda sobre “la fraternidad y la amistad social”, que insiste en reconocernos todos como compañeros de camino.

En Francisco de Asís, desde hace ocho siglos, es la fraternidad lo que justifica su existencia y proyecta su grandeza ejemplar que trasciende a cualquier filiación religiosa y época. Es a partir de percibir e interpretar lo que hay dentro y fuera desde este concepto tan humano, terrenal y próximo que construye su mensaje de fe, oración, esperanza, pobreza, solidaridad y equidad. Él aprendió a ver el detalle, la totalidad y a actuar en consecuencia, con ojos de fraternidad.

Ver al otro como hermano, de manera horizontal, no por encima del hombro como jefe o autoridad infalible, sin ubicarse desde la altura del poder económico, político, social, religioso o académico. Despojado de la supremacía egoísta, temporal y absurda. No solo al otro ser humano, sino mas allá, lo material e inmaterial, lo próximo y lo lejano, animales, plantas, naturaleza… La Tierra y el Universo, desde los gusanos insignificantes que se arrastran en el suelo hasta el Sol que alumbra y calienta cada mañana, verlos con gratitud, sentirlos y respetarlos como hermanos, como enfatizó Laudato si, desde la sensata actitud de “administradores responsables”, sin ánimo de superioridad para dominar y someter al resto, que en realidad es la totalidad que nos incluye. Y esto, parece mentira, aunque a algunos les cueste aceptarlo y pretendan evadirlo, se convierte ahora en un asunto ineludible de urgente sobrevivencia.

Pudo ser, aunque limitada a lo político, la utopía liberal de la Revolución francesa con la consigna “Libertad, Igualdad y Fraternidad”, concepto filosófico de fines del siglo XVIII.

Con el arzobispo Mons. Edgard Peña Parra, sustituto de la Secretaría de Estado de la Santa Sede, conversamos sobre nuestros orígenes. Ambos nacimos en el mismo año en sencillos núcleos familiares. Él en una familia de cuatro hermanos, en Maracaibo, Venezuela, y yo, entre diez, en Managua. El religioso de larga carrera diplomática, comentó sobre la familia y la fraternidad algunas reflexiones que me parecieron interesantes. “Me gustaría compartirlas en algún texto que escriba”, le dije. “Hazlo si te parece útil”, respondió. La “fraternidad”, comenta, es el aprendizaje fundamental que todos necesitamos tener, el lugar primario donde se realiza es en la familia, con el hermano o hermana que comparte la casa, con quien tendrás que lidiar cada día, interactuar en el espacio común, con la comida, la ropa y las cosas posibles, con los defectos y virtudes particulares, con el afecto y la atención de los padres, resolver los conflictos, escuchar, respetar, comprender y abordar las diferencias con el otro. Es, comentaba, un asunto básico, los hijos únicos tendrán esta dificultad de aprendizaje. Solo en la interacción temprana con el otro podríamos aprender el significado y práctica de la fraternidad que debemos seguir cultivando siempre porque allí radica la esencia cristiana y de la convivencia humana. La familia es por naturaleza escuela de fraternidad. No necesariamente las personas, aunque vengamos de familias numerosas logramos aprender y asumir la fraternidad, es posible que desaprovechamos esa valiosa oportunidad… Si la familia se desintegra y se desconfigura, tendremos un vacío insustituible que amenaza la sobrevivencia humana…

El concepto de “fraternidad” supera al de “ciudadano” porque trasciende el ámbito político y jurídico, es de gran amplitud, es incluyente, adquiere connotación global y universal, no se restringe a lo sanguíneo, -aunque de allí proviene su significado etimológico-, es una “cualidad de hermanos”, valor transversal que implica buena relación entre las personas, respeto y dignidad humana, afecto, confianza, solidaridad, equidad, responsabilidad compartida… Según el espíritu franciscano, es una actitud frente a la existencia, ante “lo creado”, es la plenitud radical y vigente del concepto. Si dañamos al otro nos dañamos nosotros. Namaste, dice el saludo indio: “me inclino ante la divinidad dentro de ti desde la divinidad dentro de mí” y el tradicional saludo maya: In lak`ech (Yo soy otro tu), responde: Hala ken (Tu eres otro yo).

Entre creyentes y no creyentes, desde múltiples tradiciones y cosmovisiones, según lo que cada quien asume, no podemos obviar que la fe ante lo que no vemos, no sabemos y “apenas sospechamos”, solo es posible cuando se manifiesta al ver, sentir e interactuar con el otro, poniéndose en el lugar del otro, con el hermano con quien viajamos en este tiempo y espacio común, con la naturaleza que nos acoge, nos sustenta y de la que somos parte, solo allí es posible comprender y manifestar la caridad, la solidaridad, el compromiso, la responsabilidad y la buena voluntad…

Por lo tanto, todo confirma que fraternidad es la clave que nos salva y salva al mundo… Es la utopía que vale la pena asumir. Ello alimentará la esperanza que nos permite continuar caminando, dará sentido, veracidad y sostenibilidad a una doctrina y práctica de vida, nos ofrece la oportunidad de existir juntos y ser feliz…

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FRANCISCO JAVIER BAUTISTA LARA
Managua, Nicaragua

Comparto referencias de mis libros y escritos diversos sobre seguridad, policía, literatura, asuntos sociales y económicos, como contribución a la sociedad. La primera versión de esta web fue obsequio de mi querido hijo Juan José Bautista De León en 2006. Él se anticipó a mí y partió el 1 de enero de 2016. Trataré de conservar con amor, y en su memoria, este espacio, porque fue parte de su dedicación profesional y muestra de afecto. Le agradezco su interés y apoyo en ayudarme a compartir.

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