La persona detrás del libro - TARDES DEL DESIERTO - poemario de Lucía Orellana
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La persona detrás del libro – TARDES DEL DESIERTO – poemario de Lucía Orellana

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December 20, 2021

Parte 1 de 2: Ahora… 

Antes leí, de la poeta chilena Lucía Orellana Cofré, Balcón flotante (poesía 2005) y El bosque de Hueñuibales (cuentos, 2019; ver: https://franciscobautista.com/2020/01/27/relatos-de-una-poeta-chilena-el-bosque-de-huenuibales/), ahora, otra vez, Tardes del desierto (2019), un viejo poemario pendiente que se vuelve nuevo. He escuchado, de esta persistente contadora de afectos y ficciones, muchos otros relatos más…

Ella es lectora, educadora y artesana de la palabra: versos y prosas emanan de su alma, desde la memoria presente y pasada, desde lo vivido e imaginado, lo creado y por crear…

Es también artesana de manos prodigiosas, lanas con historia van brotando de sus dedos, la palabra y la lana tejen los colores y las formas de su vida, y ahora, para ser fiel a sus propósitos, se atreve a dar a luz sus Tardes del desierto…  Ella dice que “Las mujeres hablan de voces inconclusas” (Tarde VIII), así comienza: “Es la sensación que me despierta hoy, mañana / siempre y todavía”.

Ella tejió en cada tarde un poema. Poema de tarde o tarde de poesía, poesía hecha tarde o tarde hecha poesía, y con cada tarde que rememora en sus Tardes, fluye libre y sensitiva en su tiempo, junto a la humedad de Los Ríos que siguen corriendo por la fuerza de la esperanza natural y ancestral: “El río contesta poco / el río pide que suba por él” … (Tarde XXII).

A veces la poesía se hace palabra y a veces el arte se muestra en la obra, pero puede ocurrir, que la poesía se encarne en uno, que el corazón palpite sin decir ni escribir palabras, que el artífice y producto, el motivo y la consecuencia, sea el silencio; ella escribe: “Las redes me envuelven / asoma el silencio” (Tarde IV), es la ausencia del texto y lo intangible, en sí mismos, poesía y arte para superar lo material y trascender sin límites desde lo cotidiano, sin reglas ni ataduras, sin prejuicios ni obstáculos, entonces volaremos, viajaremos, estaremos aquí y allá, quizás por eso dice: “Soy un pájaro que vuela sin sentido, / el espacio y el tiempo / juegan su juego, / mientras yo /acaricio mi vuelo” (Tarde II); creo que viviremos desde lo universal, entonces ocurrirá que el arte poético será eterno, expresión de felicidad o la felicidad misma. A veces percibo en la amiga y escritora, en su risa y en su mirada, en el palpitar que no escucho y apenas imagino, en la vida simple que asume, el largo alcance… Ella escribe: “La ráfaga de lo eterno, / no se ha posado aún en mi almohada.”, pero espera, y no se da cuenta que mientras espera y escribe, se hace eterna e imperecedera junto a sus tardes…

Desde la proximidadManagua, Nicaragua, martes 21 de diciembre de 2021.

 

Parte 2 de 2: Antes…

(Del poemario: Orellana, Lucía. 2019. Tardes del desierto. Ediciones Una temporada en la Isla Negra, Chile, primera edición septiembre 2019, –pp. 13-16-.)

La poeta chilena Lucía Orellana se ha despojado una vez más de lo inútil y se muestra en los versos que incluye en Tardes del desierto. La conocí (o comencé a conocerla, asunto que quizás nunca acabe) en la brevedad de un encuentro literario en México que terminó siendo un evento de desencuentros que a pesar de todo tuvo la fortuna de facilitar descubrir a algunas personas valiosas y a lúcidos (as) poetas como Lucía, sencilla y franca, en su mirada estaba, según pude percibir, a pesar del tomento, la blanca esperanza, la profunda sensibilidad y la cálida solidaridad.

Leí su poemario con prontitud durante una noche en la víspera de su presentación para que, como ella lo solicitó, la acompañara en los comentarios. Sin haber conocido a profundidad el texto, tome de las rápida e insuficiente lectura mis primeras impresiones que ahora comparto por escrito. Revisando después de haber conocido un poco más sobre la autora, me percato de lo acertadas de esas percepciones iniciales.

Hay en su libro, en sus poemas y prosemas incluidos en la publicación, doce palabras que brotan y vuelven a brotar a lo largo de la sonoridad de sus versos, intensos y breves, precisos y versátiles que tienen la virtud de acomodarse y ordenarse indistintamente por la riqueza de sus formas, las palabras se expresan en sinónimos, conjugaciones y metáforas que nos llevan, a fin de cuentas al mismo sentido: a) frio, 2) soledad, 3) búsqueda, 4) amor, 5) inconcluso, 6) silencio, 7) muerte, 8) tarde, 9) noche, 10) aves, 11) flores y 12) agua. Esos términos son fácilmente agrupables en cinco categorías principales que es alrededor de los cuales la poesía de Lucia se enreda y desenreda por caminos y senderos, según lo dijo Homero en la Ilíada, como en “una carrera de cabellos” (los que la autora monta con entusiasta placer para recorrer el campo de su Valdivia querida), “y por muchas subidas y bajadas y veredas, por fin llegaron adonde quieren llegar”; esta docena de palabras arriban en: a) soledad, b) amor, c) muerte, d) búsqueda y e) naturaleza.

En la soledad se encuentra el amor y se descubre uno mismo, la búsqueda termina y comienza en el amor y la muerte, en la naturaleza y sus expresiones uno puede encontrarse; el amor y la felicidad existen cuando se buscan con persistencia porque están, aunque no parezca, tan próximos, dentro, como escribió el monje trapense Thomas Merton: “no estaba en la ciudad, sino en nosotros mismos… nadie puede llegar al río (de Heráclito) sobre otros pies que no sean los suyos”.

Cuarenta días después, cuando la escritora celebra airosa en la modesta pomposidad de su refugio campesino al borde las humedades y verdores, después de haber vencido en mil batallas y haber comprendido los privilegios indiscutibles de la simplicidad que remarca Gabriel García Márquez en Cien años de soledad, sus cincuenta años de existencia, vuelvo a leer durante un atardecer de mí siempre calidad, húmeda y soledad Managua: Tardes del desierto.

Busco desde el principio a la persona detrás, debajo y por encima del texto, a la persona que se expresa a través de la cosa, a las cosas que descubren el ser humano que escribe en un momento de íntima y necesaria soledad.

En las líneas se despliega Lucía mientras “…tiritan, azules los astros a lo lejos”, aunque a veces no tan lejos y más bien tan cerca, muy dentro.

Es la naturaleza un misterio que Lucía se atreve a sondear, eso mismo que Günter Grass confiesa en La casa de los deseos (2008): “me siento entre los árboles y me asombro de todo lo que se le ocurre a la Naturaleza”. ¿Qué somos sino un producto natural y complejo que busca incansable su identidad y que no tiene otra alternativa que sorprenderse, describir y contar?

Hay tantas TARDES descritas que queda casi claro que no son un momento del día, sino que momentos de la vida, tarde es olvido, sombra, silencio, nostalgia, desierto, emoción, soledad, compañía, sonrisa, esperanza, espera, víspera, umbral, … ¿Qué no es la tarde? ¿Cuál es la ausencia que añora en las tardes y cuál es la tarde que la escritora espera?

Lucía, chilena de nacimiento, mapuche por decisión, poeta por vocación, bohemia, viajera, campesina, librera, intelectual, sensitiva, persistente, fuerte en la fragilidad, toma las letras y las junta, escribe para refugiarse en la profundidad de un poema que cuando se incursiona en él, lleva al lector por rutas aparentemente confusas que sin embargo te dirigen inequívocamente a ella.

Desde la distancia. Managua, Nicaragua, lunes 28 de diciembre de 2009.

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FRANCISCO JAVIER BAUTISTA LARA
Managua, Nicaragua

Comparto referencias de mis libros y escritos diversos sobre seguridad, policía, literatura, asuntos sociales y económicos, como contribución a la sociedad. La primera versión de esta web fue obsequio de mi querido hijo Juan José Bautista De León en 2006. Él se anticipó a mí y partió el 1 de enero de 2016. Trataré de conservar con amor, y en su memoria, este espacio, porque fue parte de su dedicación profesional y muestra de afecto. Le agradezco su interés y apoyo en ayudarme a compartir.

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