Libros, obras y ensayos
Literatura Reflexiones

INCONCLUSOS: narraciones de ficción. CUATRO CLAVES para el ÉXITO.

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May 12, 2020

Managua, verano 2020.

Conversatorio con estudiantes universitarios.

 

Esta conversación la dividiremos en tres partes: la primera, para referirnos a la literatura y la lectura, es decir, cómo nosotros podemos potenciar nuestra capacidad de leer. La segunda, sobre Inconclusos, el libro que ustedes leyeron. Y la tercera parte, les daré la palabra para que pregunten y comenten, para cerrar con mis puntos de vista adicionales según lo que dijeron.

Comienzo con una reflexión: estoy “hablando” español, ¿porque hablo español?, el sentido que necesitan activar en el oído para escuchar las palabras del idioma. Ustedes tienen los ojos abiertos, me están viendo y escuchando, significa que tienen además del sentido del oído, el de la vista atento. La vista puede distraerse por el entorno. Entonces, una cuestión importante es, que cuando queremos atender mejor un contenido oral, tenemos que apagar o disminuir el resto de sentidos.

A veces cuando voy a una conferencia o asisto a la iglesia, y atiendo la homilía o lectura, sentado en la banca cierro los ojos para que el oído escuche y la vista curiosa no distraiga. El primer punto importante es: cuando queramos aprender algo, prestar atención efectiva, agudicemos el sentido clave del aprendizaje: escuchar. La vista es inquieta, uno es curioso, comienzo a hablar con ustedes, me escuchan, y de repente, ven “los bonitos aretes que alguien tiene puesto”, se distraen y empiezan a verla a ella, no atienden el sonido de mi voz, la vista desvió la atención a otra persona o a lo que sea.

Hablo español porque cuando estaba chiquito, igual que ustedes, nuestros padres y hermanos hablaban español. En ninguna escuela nos enseñaron a hablar español. Sabíamos hablar, no fue por el aula de clases sino por la comunicación familiar y social. Lo único que hicimos cuando niños para aprender el idioma fue escucha y repetir. Así que, el primer aprendizaje fundamental que los seres humanos tenemos en la vida real es escuchar. Aquí viene un problema: el ruido del mundo, la edad, el tiempo, nuestros orgullos, nos llevan a que el ruido interno impida escuchar. Adquirimos prejuicios, criterios sobre cosas, cuando viene una información la bloqueamos o filtramos con prejuicios, el sonido o aprendizaje no entra, es limitado por diversos criterios previos.

Los invito a un ejercicio: cierren los ojos. El único que va a tenerlos abiertos soy yo porque voy a leer un texto. Ahora escuchen solo mi voz; leeré un párrafo, y cuando lea, presten atención a la lectura, vean cómo van recreando en su mente el contenido que leo y ustedes escuchan:

“No se sorprendan de mi capacidad de auto identificarse y señalar mis atributos con excesivo orgullo y suficiencia. Podrán pensar que soy excéntrico, porque mi conversación es un monólogo sobre mí mismo, y para nada me interesan los otros u otras. Soy duro, frío e indiferente a la tragedia ajena. Aborrezco la debilidad, el problema de otros es de ellos, no tengo por qué preocuparme, carezco de motivaciones para sufrir y llorar, no lloro nunca, ni rio ni sueño, solo actúo, vivo de la acción y mientras tanto soy. No se escandalicen por cuanto afirmo, puedo demostrar que no miento, acá solo hay tantos que, sin estar hechos de mi contextura y naturaleza, tienen exactamente estas mismas propiedades. Qué oportunidad de existencia tendrían si me conmovieron con el llano y la agonía que muchos sufren supuestamente por mi culpa. Simplemente quedaría inmovilizado y dejaría de existir. A cuenta de qué tengo que cargar las culpas que no es cierto que sean mías, se me acusa de provocar la muerte, y puede ser que tengan razón, pero la razón existe en dependencia de quién la dice, no desde la mía. Discúlpenme, pero no les doy en lo absoluto la más mínima razón, ni soy culpable, aunque sea causa. No soy dueño pleno de mis actos, ni puedo asumir las consecuencias que de ellos se derive, pensarán: este debe estar loco para expresarse así, ha perdido conciencia de su responsabilidad, es inhumano. Pues, no es ese el asunto, reconozco, no tengo nada de humano, aunque esas propiedades que me atribuyo son para efectos que me entiendan, percibidas y definidas a partir del comportamiento de las personas, del género al cual ustedes pertenecen” …/…

Abran los ojos. El párrafo corresponde al monólogo de un proyectil, es parte de los relatos de Inconclusos sobre un individuo pierde la vida. Como autor, he dado al objeto material y sin conciencia capacidad de expresarse, es virtud de la literatura, la ficción lo permite. Evalúense: una lectura escuchada con los ojos cerrados tiene mayor potencialidad para ser entendida. Abundan los audios, los invito a escuchar audios. No sólo música que también es buena. Hagan la prueba, cierren los ojos y escuchen audios. Apaguen la vista, eviten que la mente y la vista los distraigan. Escuchar y atender, darle a la mente la oportunidad para enfocarse en lo que se está diciendo.

Es el punto número uno del aprendizaje. Cuando la profesora habla en clases, pregunto ¿están escuchando? ¿están aquí? ¿o están afuera, en casa? ¿O en una fiesta? ¿O con hambre y pensando en la comida? ¿O con sueño y pensando en la cama? ¿O ansiosos porque llegue la noche por una fiesta? ¿O ansiosos porque el novio o la novia va a llegar? ¿O ansioso porque llegue el domingo porque tienen un viajecito por algún lado? Es decir, ¿están aquí o no están aquí? Es otro punto clave, tenemos dos puntos: primero, la pregunta es si están aquí, ¿están donde deben estar o no? Si quieren aprender, la única forma de aprender es estando donde deben estar, darle oportunidad a la vida de existir; el segundo punto: escuchen, estén donde estén, es la forma para aprender.

Aquí hay un grupo de jóvenes sentados en sillas o pupitres, con distintas caras y expresiones, con algo dentro de la cabeza que ignoro, como dice el refrán: “caras vemos, corazones no sabemos”. No sé si están tristes o alegres, felices o infelices, aburridos…, veo caras y percibo, tampoco sé si me ponen atención. Algunos ven a los ojos, pero no quiere decir que tengo su atención.

Una segunda práctica fundamental es que hay que observar donde estamos, nuestro entorno, la gente que nos rodea, que viaja con nosotros en el bus o taxi. Salgo a caminar todos los días, camino unos 5 kilómetros, cuando voy en la acera caminando y me encuentro con alguien desconocido, le digo buenos días o buenas tardes. ¿Saben qué hace la gente? Me queda viendo asustada. Como que fuera raro que le diga buenas tardes o buenos días; eso indica que casi nadie saluda en la calle, no nos fijamos quién va o pasa a nuestro lado. Cuando suben al bus y hay un asiento ocupado, y se sientan al lado, pregunto: ¿le dicen al del lado buenos días? Es decir, no nos percatamos del mundo que está alrededor nuestro. Somos indiferentes al entorno, ese es un problema: no nos damos cuenta.

Déjenme decirles otra cosa: viven en casa con su padre, madre y hermanos, ¿cuándo se despiertan en la mañana y le dicen buenas tardes, y un besito en la mejilla? ¿Cuántos dan gracias cuando sus padres les hacen un favor? ¿Cuántos saludan al vecino del bus o del taxi? ¿o al vecino que se topan en el andén cuando caminan? Aquí viene el punto, ¿nos percatamos del entorno? ¿Observamos a la gente que se cruza en nuestra vida? ¿A veces puede haber alguien que está sufriendo y necesita una palabra? ¿No nos percatamos que sufre, que necesita esas palabras? ¿Será que falta solidaridad?

Observar: no hay forma de vivir en el mundo sin observar. Recapitulemos lo dicho: primero, escuchemos para aprender: evitemos que prejuicios acumulados con los años impidan escuchar. Segundo, estemos donde debemos estar. Lo tercero, observemos. Y cuarto, -diría que estás cuatro cosas se convierten en el cuadrado perfecto del aprendizaje-, leamos, y leamos siempre. Si estas cuatro cosas las hiciéramos, nuestra capacidad humana de aprendizaje se potencializa al máximo, estaremos donde debemos estar, de tal forma que eso nos da la oportunidad de vivir.

Ustedes son chavalos, 20 años o quizás unos añitos más o menos, han recorrido poco camino en la vida, pero ¿saben una cosa? De repente se darán cuenta que tienen 50. Y se van a preguntar: ¿Ya se fueron 20 años más de mi vida, qué paso? No me di cuenta. ¿Por qué no se dieron cuenta de los primeros 20 años de su vida? Porque no los vivieron, porque estaban en otro lado en cada momento y no donde debían estar. Por ejemplo, los casados, que tienen su marido, o esposa, o novio o novia; de repente están con esa persona y está pensando en otra u otro. No terminan de vivir con uno ni con otro, ¿qué sentido tiene? Viví con el que está y sé feliz. ¿Te aburrís o te resulta incómodo? Cerrá el capítulo y empezá una nueva relación para estar allí y no en otro lado, eso dará sentido a tu vida.

Vivís quejándote, por ejemplo, que estás en esta universidad y quisieras estar en Harvard. No estás allá, no podés, no tenés reales para pagar Harvard. Estás aquí, tenés la posibilidad de estudiar aquí, disfrutá este espacio. ¿Te vas a angustiar toda la vida por lo que no tenés? No tiene sentido. Vamos a suponer que querés unos zapatos deportivos superNike, para correr y hacer ejercicio, y lo que te compran es unos tenis del mercado, en descuento 2×1. Esos fueron los que te pudieron comprar, tal vez te enojas, o te los ponés y los disfrutás. Eso es lo que tenés que hacer: ponértelos y disfrutarlos porque son los que tenés. ¿Cuántos se avergüenzan de la mamá o el papá que les tocó? Ese les tocó, no lo pueden cambiar, existen por ellos, con las imperfecciones de ellos. “Ah es que mi mamá es una gorda fea”, “tengo miedo ser gorda y fea”. Bueno, es tu mamá, así es la señora. “Es que mi papá es un borracho”, es tu padre, ayudale si podés, sé distinto a él.

Primero aprendamos a estar aquí, el tiempo es el único capital que tenemos, no hay otro. Podría tener un millón de dólares, pero eso no regresa el tiempo. El capital principal, el que te pertenece es el tiempo para vivir. Para vivir la vida que tenés. ¿Ustedes saben que alguien podría llegar a 50 años y puede ser que todavía no sepa qué hace en este mundo? Puede haber alguien de 20 años que está consciente de su propósito. No es un asunto de edad. A lo mejor aquí hay algunos que todavía andan flotando en el aire, sin rumbo fijo, a lo mejor hay otros que están claros de su objetivo y propósito de vida. ¿Saben qué hace la diferencia? Estar parado donde estás parado. Poner los pies sobre la tierra.

Alguien puede decir: “Es que, si hubiera nacido francés”, no naciste francés, sos nica. De padres nicas hablando español, te gusta el vigorón, el chancho con yuca y el nacatamal. “Es que me gustaría comer solo filete mingón al estilo francés”, te puede gustar, pero no naciste en Francia, ni en Suecia. “A mí me hubiera gustado nacer en el siglo XIV o XVI”, no, naciste en este siglo. Es tu realidad.

Aprender dónde estamos, poner los pies sobre la tierra en nuestra realidad personal, familiar, cultural, histórica, es fundamental. Escuchar es fundamental; observar es fundamental; aprender a leer y leer siempre; son las cuatro claves para el éxito. No hay otro camino. Pueden evaluar a Einstein, Rubén Darío, Newton o Copérnico, a cualquier científico o sabio de la historia, en el mundo de las ciencias, la literatura, la sociología, la psicología, la medicina, y todas las personas éxito tuvieron la capacidad de identificar “las cuatro puntas del cuadrado”.

Ustedes no sé qué quieren ser: abogados, médicos, enfermeras, administradoras, lo que quieran, todo es válido, pero si estos cuatro criterios no los toman en cuenta, es difícil que tengan éxito en lo que quieran hacer. Cuando comencé a escribir literatura, lo hice a partir de estos cuatro criterios: el primer punto es estar en el presente, segundo: escuchar: ¿Qué es lo que hay?, ¿Qué dice la gente?, ¿cómo opina?, el que va en el bus, por ejemplo. Observar, y esta novela, Rostros ocultos, y esta otra narrativa Inconclusos, fueron sustentadas en la observación. Tratar de ubicarte en un contexto histórico concreto, en una realidad o entorno, para descubrir más allá de lo que a simple vista vemos.

Les decía el refrán: “Caras vemos, corazones no sabemos”. Puedo verlos a los ojos, y me pregunto, ¿Qué hay detrás de esa mirada?, ¿Qué pensamientos, tristezas, angustias? No sé. Podría imaginar lo que ella piensa, pero al final no sé. Las palabras que digo son procesadas por ustedes en dependencia de la experiencia, prejuicios, predisposiciones, de la vida que han tenido y tienen.

Un niño, cuando está pequeño, tiene menos experiencia de vida. Un adulto tiene más experiencias de vida. El caudal de experiencia de vida lleva a veces a mayores niveles de prejuicios. Si entra un niño de cuatro años, este tiene pocos prejuicios. A él no le importa si alguien anda elegante, camisa y corbata, de pantalón o short, no le importa ese detalle; tampoco le importa si la silla es elegante o no, él se sienta donde quiera sentarse, siente libertad para hacer lo que quiera. No se condiciona porque el otro tenga una opinión religiosa o política, o porque le gusta el Bóer, o el León, no logra diferenciar y no pone barreras en las personas por esas diferencias. No le importa si este sea un poco más alto o bajo, o si tiene más riales o menos: esos criterios para el niño no tienen importancia. ¿No es cierto?

Cuando ese niño, o el joven, crece, ya tiene 18 años, comienza a discriminar y a rechazar cosas. Si lo ve negrito no le gusta, o si lo ve que no tiene riales, no lo sé. Esos prejuicios los construimos nosotros con el tiempo. Hay una relación de la siguiente forma: “a mayor edad mayores prejuicios, menor capacidad de aprendizaje”, por lo tanto, como la edad sube en todos, el gran reto es hacernos más viejos evitando que los prejuicios suban para poder tener capacidad de aprender siempre.

¿Cómo controlamos eso? Observando, escuchando y leyendo. No hay otro camino. Ustedes estudian en la universidad, pero saben que podrían dejar la universidad y lograr sus propósitos. Podrían ser autodidactas, organizar su aprendizaje porque ¿dónde está el aprendizaje? El aprendizaje está disponible en el entorno, los libros impresos y electrónicos están disponibles. Observar, en cada individuo existe un potencial del cual podemos aprender, y siempre podemos aprender de todos, incluso de lo más insignificante. De la señora que vende con una pana cigarros, meneítos y chicles, con un delantal, que a lo mejor no terminó la primaria, podría ser una gran maestra de la cual podríamos aprender mucho. O del carretonero que recoge la basura, que va barriendo y limpiando, con zapatos desgastados, podríamos aprender.  Si nos prejuiciados, y pensamos que de ese señor humilde o esa señora sencilla no podemos aprender nada, estamos renunciando al potencial que nos ofrece la vida. Así es que, si nosotros queremos ser menos ignorantes, si queremos desarrollar nuestra capacidad humana, si queremos lograr nuestras metas con éxito en lo que sea, el camino es: pongamos los pies sobre la tierra donde estamos, escuchemos, observemos y leamos.

La profesora pudo hablar una hora, pero durante esa hora, si solo estuve 15 minutos en el aula porque los otros 45 andaba divagando en mi mente por todos lados, perdí la oportunidad de 45 minutos. Cuando volví, terminó el tiempo, me fui. ¿Qué dijo la profesora? No sé. Alguien preguntará qué dijo.

Al presentarme para el conversatorio la profesora dijo que había sido buen alumno, algunas personas decían: “es inteligente”. Llegué a una convicción: todos somos inteligentes, el problema es cómo sacar la inteligencia que cada quien lleva. “Ah, pero es que a mí no me entra”, algunos dicen, bueno, para comenzar, esa afirmación reafirma una actitud, no es que no tenga capacidad de aprender, es que la actitud niega es posibilidad, es un error emocional. Sos feo, nadie te quiere, es tu problema. ¿Cómo te convenzo que no es asi?, ¿cómo te convenzo de que más de alguien te quiere, si vos decís “soy feo y nadie me quiere”? “Es que soy bruto” ¿Cuánta gente dice eso? ¿Por qué lo dice? Es una posición personal, ¿dónde está el problema, afuera o adentro? ¡Adentro está el problema!

De chavalo iba a clases, aprendí algo temprano (tal vez la diferencia está en haberlo aprendido temprano): no necesitaba estudiar mucho después de clase, para mí era importante estar en clases todo el tiempo. Entonces, estoy en clases durante 4 o 5 horas ahí sentado, con los ojos y oídos en la maestra o maestro que está enfrente, anotando, y asimilando lo que se está diciendo, de tal forma que cuando salgo del aula aprendí lo que dijeron, traté de no estar en otro lado. Había compañeros que estaban en el aula de clases, hacían lo que todos sabemos: tirar papeles y divagar en otro lado. Mientras los otros hacían eso, yo trataba de poner atención a la maestra, porque en ese tiempo es distracción no estás en la clase, estás perdiendo el tiempo valioso de aprendizaje, y el tiempo perdido, perdido está. El tiempo pasado, pasado está. Perdiste 10 años de tu vida, se fueron si los dejas ir sin provecho. No podés llegás al “banco de tiempo”, y decir, “Señor, fíjese que era haragán, andaba por otro lado, durante 10 años de mi vida no hice nada, quiero pedir prestado 10 años más para reponer los 10 perdidos”, “Señor, su tiempo está perdido”. No hay forma de que te presten 10 ni 5, ni nada.

Había un escritor, “Chepito” José Cuadra Vega, murió de 97 años, murió muy lúcido y con un gran humor. Cuando lo visité en su casa varias veces antes de morir, Chepito me decía: “Muchos años tengo, ¿querés que te regale 5? Decile a tus amigos que estoy regalando años porque 97 es mucho. Te puedo dar 5, a otro 10, entonces me quedo con los años necesarios para vivir, porque vivir 97 es mucho”. Pero no es posible. Si le hubiera dicho que me regalara 10, igual, no puede regalarme 10. Nadie puede darme más años, tengo lo que tengo. Aproveché los que aproveché, y desaproveché lo que desaproveché. Ustedes tienen un mundo por delante, ¿Quieren aprovechar los años? ¿Han aprovechado los anteriores? Comiencen a aprovecharlo ahora. Y en las horas que vienen.

Inconclusos no es más que la consecuencia de un proceso de observación, de lectura, y de escuchar. Y tratar de reflejar en palabras escritas lo que yo percibo y contarlo “¿Cómo lo percibo?”. Gabriel García Márquez decía en su libro “Vivir para contarla”, “La vida no es como fue, sino como uno la recuerda para contarla”. No sé si tienen algún abuelito de 70 años o más, y él te cuenta historias, y de repente, si ustedes ven a lo mejor dicen: “Este viejito está volando en el aire”, porque crees que la historia no fue así, si tuvieras a otros…, pero es que él la cuenta así porque así la recuerda. Así quedó grabada en su memoria, aunque no haya ocurrido exactamente así. Es como uno recuerda para contar. Ahí viene “Inconclusos”, y se llama inconclusos por eso.

Aquí hay treinta muchachos y muchachas, adolescentes todos, los que se ríen dudan que son adolescentes, pero son adolescentes, con espíritu adolescente como el mío. Si les dijera la profesora: “escriban en un párrafo sobre esta charla de hoy”, habría 30 párrafos distintos porque son 30 puntos de vista, es decir, es como lo recuerdan para contarlo. No como lo dije exactamente, sino, sino como lo escucharon y entendieron, de acuerdo a sus prejuicios. ¿Qué palabras les llamaron la atención? ¿Qué ideas, conceptos, experiencias, puntos de vista? Seguro distintos, porque son 30 personas, aunque sean nicaragüenses y compañeros de un mismo grupo de estudio, somos distintos, ¿cierto?

¿Qué es Inconclusos? Es una propuesta narrativa que pretende decir cómo una historia puede ser contada de manera tan distinta porque hay distintos puntos de vista para contarla con finales imprecisos.   En esta aula, con muchos estudiantes y una profesora, y yo que hablo. Si contara esta historia en un párrafo, y la profesora en otro, nuestros dos párrafos serían distintos. Los de ustedes serían distinto, pregunto: ¿Es incorrecto que sea distinto? No es incorrecto, porque si les muestro este libro de este lado y les pregunto qué es lo que ven, ustedes dirán un fondo verde y letras, pero yo que estoy viendo el libro de este otro lado, veo letras rojas y rostros. Ustedes podrían decir que es falso, porque ustedes están viendo un lado y yo estoy viendo el otro. La pregunta es: “¿Quién tiene la razón?” Ambos tenemos la razón, vemos el mismo objeto desde lados distintos, estamos en las mismas circunstancias de distinta posición.  Escuchamos la misma conferencia, desde distintos lados, no tanto físicos, sino que mentales, emocionales, de distintas experiencias. Eso es Inconclusos.

Les sugiero que escriban una narración, les propondría, escriban sobre una venta de frutas del Mercado Oriental. Podrían contarlo desde el punto de vista de un comprador de fruta, pero podrían contarlo desde el punto de vista de uno que le vende frutas a la señora, desde el punto de vista de la señora, y podrían contarlo desde el punto de vista del niño de la señora que vende frutas, o del vecino que compite con ella en la venta de frutas… Todas las historias serán distintas. Eso es Inconclusos.

¿Y por qué es Inconclusos? Porque la historia no está concluida hasta que todos digan lo que tienen que decir desde distintos puntos de vista. Incluso, los objetos materiales que vemos, y aquí están, que lógicamente no hablan ni opinan: el aula, el pupitre. Pregunto: “Pupitre, contame cómo estuvo esta charla”. A lo mejor el pupitre, si me pusiera a imaginar, podría especular cómo contaría la historia, a lo mejor el pupitre diría: “esa charla fue tan larga que ya no aguanto las nalgas de este que está arriba”. Podría decir eso. “No soporto el calor aquí abajo”. “Me duelen las patas”, dice el pupitre, “por el que está sentado encima de mí, no aguanto el calor, no aguanto el peso encima, que se está moviendo…” ¿Cuál sería la historia que contaría el pupitre si pudiera contarla?

Tal vez a algunos de ustedes le duele la cabeza, les moleste el sonido o está aburrido, quizás piense: “¿A qué hora va a terminar?” Es posible. Si no ha almorzado, almorzará hasta las 3, está ansioso para que esto avance porque el reloj pasa. No sabemos. Eso es Inconclusos. Inconclusos no es más que una narración vista desde distintos puntos de vista, por eso es inconclusa nunca termina porque los puntos de vista son diversos y evolucionan, aquí voy al punto de “evolución” de los puntos de vista. Si digo: escriban un párrafo sobre la charla de hoy, ahorita después de terminar, lo van a escribir de una forma, y si es mañana, lo escribirán de manera distinta, ¿por qué? Porque los estados de ánimo se modifican en las personas, los puntos de vistas cambian.

Vamos a especular: el novio te llegó a visitar, sentís un olorcito distinto. El novio llega con aroma diferente, no sabés nada más. Es como femenino. Te besa, lo sentís. Primer punto, reaccionás en el momento; segundo punto, pensás y reaccionás al día siguiente. ¿Cómo creen que van a ser las reacciones? En el momento, si te dejás llevar por el impulso del olorcito tan femenino que trae la ropa del novio, entonces, mentalmente elaborás la historia. Él no tiene que decir nada, simplemente afirmás que es perfume de mujer: “Seguro se vio con otra”. “A saber dónde anduvo”. “Y viene todo cariñoso”, “¿Por qué viene tan cariñoso?” Y en ese momento decís: “¿Dónde anduviste?”, y supongamos, como me ha pasado a mí y a todos los varones: a veces uno va y saluda a alguien, y a veces la muchacha o señora anda super perfumada, y te deja las manos olorosas. Uno, inocentemente queda con el aroma de la otra, sin culpa. Es una posibilidad. Hay otras posibilidades. La novia que siente el olorcito imagina la peor posibilidad, lo condena sin defensa. Si la reacción fue el día siguiente a lo mejor ella respiró, se tomó un vaso de agua, durmió, maduró la manera de abordar el asunto, entonces dice las cosas: “Amor, mira, no es que desconfíe de vos, pero ayer andabas con un olor a perfume de mujer, nosotros siempre hemos sido francos, nunca te he ocultado nada, confío que no me has ocultado nada. Decime la verdad”. El hombre, conmovido con la franqueza dice, “Amor, una amiga que me encontré en Metrocentro, que tenía como diez años de no ver, me saludó y andaba perfumada. Solo la saludé”. Las reacciones cambian, evitan agrandar conflictos que la mente imagina y alimenta.

Si escriben un párrafo de la charla de hoy ahora, el contenido va a ser diferente a si lo escribieran en una semana, porque evolucionan los recuerdos, el pensamiento y las emociones, será contada distinta. Eso hace que las historias de los hechos sean inconclusas siempre. No solo por la diversidad de puntos de vista, sino por la movilidad del pensamiento y las emociones. Eso es Inconclusos.

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FRANCISCO JAVIER BAUTISTA LARA
Managua, Nicaragua

Comparto referencias de mis libros y escritos diversos sobre seguridad, policía, literatura, asuntos sociales y económicos, como contribución a la sociedad. La primera versión de esta web fue obsequio de mi querido hijo Juan José Bautista De León en 2006. Él se anticipó a mí y partió el 1 de enero de 2016. Trataré de conservar con amor, y en su memoria, este espacio, porque fue parte de su dedicación profesional y muestra de afecto. Le agradezco su interés y apoyo en ayudarme a compartir.

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