LECCIÓN INAUGURAL AÑO ACADÉMICO 2020.  "AUTONOMÍA UNIVERSITARIA: EVOLUCIÓN HISTÓRICA Y DESAFÍOS"
Cultura Historia Universidad

LECCIÓN INAUGURAL AÑO ACADÉMICO 2020. “AUTONOMÍA UNIVERSITARIA: EVOLUCIÓN HISTÓRICA Y DESAFÍOS”

on
May 19, 2020

León de Nicaragua, viernes 27 de marzo de 2020

Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, UNAN – LEÓN

Auditorio Ruiz Ayesta.

 

Estimada rectora Dra. Flor de María Valle, autoridades de la UNAN-León, maestros y estudiantes de esta bicentenaria Universidad de Nicaragua, invitados especiales, amigos y amigas:

Dicto esta Lección inaugural del Año Académico 2020 en memoria de:

 Dr. Mariano Fiallos Gil,

Padre de la Autonomía Universitaria.

 Dr. Mariano Fiallos Oyanguren,

amigo, maestro y rector.

 Contenido:

  1. Hitos históricos
  2. Conceptos y alcances
  3. Autonomía
  4. Superar el pasado
  5. Universidad y “democracia incluyente”
  6. Universidad: libre competencia y dependencia hegemónica
  7. Re-pensar, des-concentrar, des-centralizar.
  8. Autonomía Universitaria des-centrada
  9. Comentario ineludible
  10. Conclusiones

Anexo 1: Cronología universidad y autonomía

Anexo 2: Matrícula universitaria en Nicaragua

Algunas fuentes consultadas

Inicio con un enunciado que será el mismo con el que voy a concluir, recordando un antiguo refrán chino que dice: “Dale a tus hijos alas para que puedan volar y raíces para que sepan dónde volver”. Creo que esa sabiduría popular oriental podríamos aplicarla a la familia, a los pueblos, a la nación y también a la visión que sobre la Universidad pública latinoamericana compartimos: aprender a aprender, a encontrarnos y descubrir, para alcanzar y conquistar las alturas, para desplazarnos con libertad y autonomía en el horizonte del que somos parte, no el centro, y desde allí ver con amplitud, ir lejos, sin miedo, más allá de lo posible, en solidaridad y compromiso por la equidad, con conocimiento humanista y científico, sin perder de vista el punto de partida, el propósito que nos vincula necesaria e ineludiblemente a nuestras raíces históricas, culturales, sociales, genéticas y afectivas, sin que sea impedimento para volar, todo lo contrario es impulso fundamental para reinventarnos, preservando con autodeterminación nuestra identidad y dignidad de origen.

 1. Hitos históricos

En la Edad Media Cristiana, cuando toda Europa Occidental se hizo cristiana (siglo XI), surgen instituciones llamadas “universitas”, cuyo fin consistía en preparar para el ejercicio de una vocación y regular las condiciones en las cuales sus miembros realizaban un trabajo. Fue un concepto europeo, la Universidad está ligada a la Catedral (del griego kathédra: asiento), todo lo que lleva a Europa se manifiesta en la Catedral: es casa de oración, taller, escuela, centro comunal, de artes y ciencias, centro de la ciudad. Allí tenemos, entre otras Bolonia, París, Cambridge y Salamanca (1243) símbolo de la universidad hispánica. El sentido catedralicio sobrevivió en España y pasó a América. Era la Teología una especie de “ciencia summa”. En la Catedral está la Universidad que desarrolla la cátedra. Desde allí surgen escuelas y colegios, que serán universidades después (Buitrago, p. 14).

Según el derecho medieval la “Universitas magistrorum et scholarum” (comunidad o universidad de profesores y estudiantes) comenzó a gozar, como institución autónoma, con vida propia; el recinto universitario llegó a considerarse lugar sagrado al servicio del saber y de Dios, asilo para un perseguido de la justicia común, al igual que la Catedral. Siglos después, desde el impulso del humanismo renacentista por la secularización, el filósofo sustituyó al teólogo; con la Revolución Francesa y las reformas napoleónicas, el laicismo las enmarcó dentro del fuero del Estado (Buitrago, 15).

La universidad pública latinoamericana actual carga la evolución de los tiempos, las virtudes y defectos del origen colonial, clerical, monárquico y eurocéntrica, principalmente los rasgos de España imperial, reunificada e inquisidora, “en donde más perduró el espíritu de la Edad Media”. Hasta la Gramática de Antonio de Nebrija (1492) surgió, no tanto para confirmar el español como lengua, sino como idioma universal para la conversión al cristianismo (Buitrago, 16).

Desde el principio de la colonización española surgió, vinculada a Salamanca, la universidad hispánica en América (Lima y México, 1551), “para penetrar desde la religión y el idioma en lo más profundo del espíritu aborigen”, contribuyó a darnos un “sentido hispánico de la vida y la cultura”.  Sin embargo, parafraseando al maestro Edgardo Buitrago, -quien anacrónico, aunque realista, remarca el sentido “indisoluble” cristiano de la cultura y la universidad-, el pecado o la “ingenuidad” de América es “dejarse seducir por Europa”  -diríamos ahora, dejarse seducir por  Estados Unidos-, desvalorizando las virtudes primitivas y el vigor de los pueblos originarios, “de la América ingenua que tiene sangre indígena / que aún reza a Jesucristo y aún habla en español”, escribió Rubén Darío en el poema A Roosevelt (1905).

En Centroamérica, en lo que era la Capitanía General de Guatemala, “la universidad llegó con motivo de la conquista europeaespañola, junto con el concepto de iglesia gracias a una imposición de las órdenes reales españolas y religiosas a favor de la educación de las tierras nuevas conquistadas”, la primera fue la Real Pontificia Universidad de San Carlos de Borromeo, en Antigua Guatemala, fundada el 31 de enero de 1676. (Mora, p. 190).

La Universidad en Nicaragua nació 136 años después, -de la única forma posible-, en las postrimerías de la decadente época colonial, por voluntad monárquica, dependiendo de autoridades eclesiales y coloniales, como ventana al conocimiento y oportunidad de cambio (Bautista, 2020). El 10 de enero de 1812 las Cortes Generales y Extraordinarias de Cádiz expidieron el decreto CXVI (116) concediendo al Seminario Conciliar o Colegio Tridentino San Ramón de la ciudad de León, que se erigiera como universidad con el nombre de Real Universidad de la Inmaculada Concepción de León de Nicaragua.

Desde los hitos históricos y contemporáneos principales que han marcado la evolución de las ideas filosóficas y políticas de la autonomía de la universidad pública hasta nuestro tiempo, han transcurrido casi tres siglos, sin obviar las formulaciones primigenias de los antiguos griegos Aristóteles y Demóstenes, para llegar a los planteamientos precursores de Baruch Spinoza (Ámsterdam, 1632 – La Haya, 1677), Jean-Jacques Rousseau (Ginebra, 1712 – Ermenonville, 1778) y Immanuel Kant (Prusia, 1724 – 1804), iniciadores de la filosofía social y del concepto de autonomía como expresión de libertad individual, política y positiva (Jaramillo, 2012).

Los grandes teóricos de la autonomía universitaria de fines del siglo XVIII e inicio del XIX, vieron en el campus universitario un espacio público conveniente para la renovación democrática, la cultura humanista de paz, el aprendizaje, el ejercicio de la solidaridad, la convivencia y el sentido de justicia social, entre ellos, el filósofo alemán Friedrich Schelling (1775-1854), quien en su ensayo Lecciones sobre el método de los estudios académicos (1803), definió la autonomía a partir de dos principios inalienables e indivisibles: autonomía interna de la universidad y autonomía externa, en su interacción entre la universidad y la sociedad, en independencia y mutua cooperación entre universidad y Estado en beneficio de su fin social común.  Plantea libertad académica, autonomía pedagógico-cognitiva y regulación en las relaciones entre la universidad y el Estado.

Wilhelm von Humboldt (1767-1835) –hermano del naturista y geógrafo Alexander von Humboldt-, educador y político prusiano, es uno de los fundadores de la Universidad de Berlín (hoy Universidad Humboldt de Berlín) en 1810, precursora histórica e institucional de la autonomía universitaria.

El período de 1918 a 1929 puede considerarse como de la reforma universitaria auténticamente latinoamericana a partir del movimiento iniciado en la Real Universidad de San Carlos y de Nuestra Señora de Montserrat (1613), hoy Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, en 1918, con el documento clave Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria: La juventud argentina de Córdoba a los hombres libres de Sudamérica (21 de junio de 1918), en donde reconoce con rebeldía que: “Las universidades han llegado a ser fiel reflejo de estas sociedades decadentes”, que “antiguos privilegios disimulaban un estado de avanzada descomposición”, cuestiona el “régimen universitario anacrónico”. Reflexiona: “Si no existe una vinculación espiritual entre el que enseña y el que aprende, toda enseñanza es hostil y de consiguiente infecunda”. Demanda elegir a sus maestros y directores, superar el autoritarismo y las ataduras monárquicas y monásticas, “que se reconozca el derecho a exteriorizar ese pensamiento propio en los cuerpos universitarios por medio de sus representantes”. Los planteamientos de la proclama rebasaron estas aulas universitarias, se expandieron a la Universidad de San Marcos, Perú, y a la Universidad de La Habana, Cuba, y terminaron con la concesión de la autonomía universitaria en México en 1929 (Marsiske, 2004).

En aquel contexto histórico diversos grupos sociales trataron de romper, desde la Universidad, con la hegemonía oligárquica de principios del siglo XX, en donde todavía la presencia imperial estadounidense era limitada, aunque en expansión, y parecía podía permitir el despertar del nacionalismo latinoamericano, después de la Primera Guerra Mundial, ante el impacto de la Revolución Mexicana y la Revolución Rusa, y el inicio de la heroica lucha antiimperialista y nacionalista de Augusto C. Sandino en Nicaragua que activó una amplia solidaridad internacional y condena por la intervención norteamericana.

En 1953, Mariano Fiallos Gil, quien será reconocido Padre de la Autonomía Universitaria en Nicaragua (1994) escribió: “No hay duda que después de largos años de silencio, un nuevo espíritu universitario comienza a incorporarse. Ya hay una nueva manera de ver las cosas, algo que parece aflorar en el aire y que viene emergiendo por debajo de la vieja costra de prejuicios y rutinas, un como darle la espalda a esta Universidad hecha de profesionales escolásticos y utilitarismo inmediato” (1960). Cuatro años después, en junio de 1957, el profesor Fiallos Gil recibió propuesta del Gobierno de Nicaragua para asumir la rectoría de la Universidad, adscrita al Ministerio de Educación. Fiallos, comentó que, antes de aceptar, solicitó la promesa que se promulgase cuanto antes la autonomía universitaria, se aumentara la partida presupuestaria y mientras tanto, se concediera autonomía relativa en el gobierno universitario. El 27 de marzo de 1958, fue publicada en la Gaceta, diario oficial, el decreto No. 38 que concedía la ansiada e histórica condición de autonomía, 40 años después de la proclama de Córdoba y 29 de la autonomía lograda en la Universidad de México (Ver Anexo 1).

El diario La Prensa publicó, a partir de entrevista al Dr. Fiallos (Managua, 29 de marzo de 1958): “El decreto ejecutivo No. 38 firmado por el Presidente de la República –Ing. Luis Somoza Debayle– y el Ministro de Educación Pública –Dr. René Schick Gutiérrez-, que concedió autonomía a la Universidad Nacional de Nicaragua, con sede en León, el 25 de los corrientes, puede considerarse el acontecimiento cultural de mayor significación de nuestra evolución educativa en los últimos tiempos…”.

En Carta del rector a los estudiantes (mayo, 1958), el destacado jurista leonés Fiallos Gil dijo: “No ha transcurrido aún el año desde el día en que se comenzaron nuestras gestiones cuando ya la Universidad goza –y padece- de Autonomía. Goza porque el espíritu humano halla complacencia en su libertad y padece porque ese disfrute implica responsabilidad y trabajo”.

El académico Dr. Alejandro Serrano, en el prólogo Mariano Fiallos Gil … como Quijote… (1995), recordó las recomendaciones del maestro: “No formar un ámbito aparte; no ser arrogantes, ni rebeldes sin causa. Saber que somos una élite y por lo tanto con muchos más deberes que derechos, más obligados, severos, virtuosos y disciplinados, con disciplina de espíritu y no de pasodoble”.

2. Conceptos y alcances

La autonomía universitaria es la posibilidad de crear sus normas y tiene tres aspectos conceptuales: el de su propio gobierno, el académico y el financiero. Ello implica que se organice como mejor le parezca, que pueda nombrar y remover a su personal, garantizar la libertad de cátedra y disponer de su patrimonio (Marsiske, 2004), en función del propósito de su existencia que es servir a la sociedad, a los intereses de largo plazo en el avance del conocimiento. No es un concepto acabado ni tiene interpretación única.

La Unión de Universidades de América Latina (UDUAL) estableció en 1953 el concepto de autonomía más difundido y generalmente aceptado: “La autonomía de la Universidad es el derecho de esta Corporación a dictar su propio régimen interno y a regular exclusivamente sobre él; es el poder de la Universidad de organizarse y administrarse a sí misma. Dicha autonomía es consustancial a su propia existencia y no a una merced que le sea otorgada –y debe ser asegurada- como una de las garantías constitucionales” (UDUAL, 1954; Delgado).

La autonomía es apenas una finalidad inmediata que permitió iniciar un proceso para acercar la universidad a las clases populares, llegar a ser “instrumento de democratización del conocimiento”, “no es una improvisación coyuntural”, pretende el acceso con equidad a la riqueza, a la ciencia y al poder. Es la apuesta, desde la Universidad pública, en un complejo y dificultoso camino, por la construcción de sociedades equitativas y justas, lo que es inseparable, desde la visión cristiana, a “la opción preferencial por los pobres”, anunciada en el Evangelio y asumida en la Teología de la Liberación, igualmente con fuerte énfasis latinoamericanista.

La historia de la autonomía universitaria en América Latina es una lucha contra la dependencia del creer y el saber de la metrópolis, de las clases dominantes y sus mediadores, para enfrentar la lógica mercantil cuya propuesta despiadada e irracional es educar a los jóvenes en función de las demandas del mercado, afirma González Casanova. Es también la lucha contra la privatización, la desnacionalización y la usurpación de las instituciones públicas y nacionales para convertirlas en empresas mercantiles, contra la transformación de la educación en mercancía, contra la lógica neoliberal que desconoce la razón social y la sustituye por la razón económica, contra la degradación de los valores humanos, contra la desinformación y la manipulación de la opinión pública que fomenta la “cultura chatarra” para esclavizar el pensamiento y someter la acción social (Delgado).

En la Introducción de la Biografía Mariano Fiallos (1997), el escritor Sergio Ramírez refirió la visión humanista de Fiallos Gil, y en ese sentido afirma que el pensamiento siempre termina participando en la acción: “Un humanismo beligerante, como el suyo, no podía sustraer la propuesta de la acción transformadora; y la acción es siempre el gran riesgo.” La Autonomía implica un humanismo activo y transformador, no ajeno al riesgo.

3. Autonomía

La autonomía universitaria latinoamericana “fue en sentido amplio, una invención política” a partir de la interpretación del contexto de inicio del siglo XX, en la “accidentada edificación de los estados nacionales”, frente al conocimiento, la pluralidad y la libertad de pensamiento, aunque es herencia liberal de la vieja universidad alemana (Acosta, 2008), por lo que el paradigma liberal alemán “ha sido dominante en el desarrollo intelectual y libertad académica”, como valor absoluto y la autonomía como “parroquial y relativa” (Berdhal y McConnell, 1999).

Las universidades públicas fueron en el pasado remoto y reciente una de las instancias principales promotoras del cambio político en América Latina. El significado contemporáneo no admite respuestas simples ni ligeras, es polémico, exige un análisis profundo, es multidimensional en donde las interrelaciones con el entorno –Estado, sociedad, empresas, asociaciones, medio ambiente, …- son más globales, dinámicas y diversas, la internacionalización del conocimiento y la formación profesional continúan marcando las desigualdades sociales y las carencias institucionales.

Es indispensable la multidisciplinariedad en el análisis e interpretación de este y cualquier fenómeno, para el abordaje integral, inclusivo y sostenible. Según Morin (1999), aunque en el transcurso del siglo XX hay avances gigantescos en el conocimiento y la especialización disciplinaria, “estos progresos están dispersos, desunidos, debido justamente a esta especialización que a menudo quebranta los contextos, las globalidades, las complejidades”. Agrega: “operan la disyunción entre las humanidades y las ciencias y la separación de las ciencias en disciplinas hiper especializadas concentradas en sí mismas. Las realidades globales, complejas, se han quebrantado; lo humano se ha dislocado; su dimensión biológica, incluyendo el cerebro, está encerrada en los departamentos biológicos; sus dimensiones síquica, social, religiosa, económica están relegadas y separadas las unas de las otras en los departamentos de ciencias humanas; sus caracteres subjetivos, existenciales, poéticos se encuentran acantonados en los departamentos de literatura y poesía”.

Se desarrollan tensiones y conflictos en relación con el Estado, el mercado y la sociedad, las que según el pedagogo argentino Juan Carlos Tedesco (1944-2017), se resuelven en la universidad pública latinoamericana en tres ámbitos: autonomía respecto al Estado, aislamiento respecto al sector productivo y enraizamiento en la vida social y cultural.

Después del largo período de establecimiento de la autonomía, desde los años treinta, en la década del ochenta inició un proceso de resignificación del concepto y la práctica que se manifiesta de manera evidente desde la década del noventa. En ello influyen la crisis económica, el activismo gubernamental, nuevos criterios de desempeño y evaluación, la expansión del mercado, el desarrollo de las tecnologías de la información, el reacomodo del panorama geopolítico mundial, el surgimiento de nuevos conflictos globales, de nuevos bloques políticos y económicos… Surgió lo que algunos llamaron “capitalismo académico” (Slaugter y Leslie, 1999), se instaló “el fenómeno del mercado en los patios interiores de la universidad pública” (Acosta, 2008), las consultorías, los proyectos de inversión y factibilidad, el boom de los programas de posgrado y especialización, el mercado se expandió para comercializar el conocimiento académico, científico e intelectual que recibía recursos externos de agencias internacionales y corporaciones transnacionales.

4. Superar el pasado

El sistema educativo ha sido históricamente un proceso de reafirmación de las diferencias sociales y económicas, para sustentar el modelo de sometimiento, dependencia y exclusión a favor del poder tradicional y hegemónico. Romper eso no es tarea fácil ni de corto plazo. La injerencia gubernamental en la educación superior había “crecido a la sombra del paradigma desarrollista del desempeño estatal (1940-1980)”. La autonomía pasó de implicar autogobierno, hacia una “basada en producción de resultados y el establecimiento de la diferenciación y la diversificación de los recursos” (Acosta, 2008).

La universidad en América Latina, -en Nicaragua no es la excepción-, surge, en el contexto político, económico, social y cultural monárquico, colonial y clerical.  Está marcada, por lo tanto, con esos rasgos de origen, innegables, pero superables en su connotación adversa, no así en la memoria histórica: “somos lo que recordamos”. Similar es lo que podríamos decir de nuestros genes y características socio-culturales. Cómo olvidar que quizás, una de nuestras antepasadas, mujer originaria de estas tierras, quedara embarazada por consecuencia de violación y sometida por alguno de los conquistadores, hace quince generaciones, o después, una esclava o esclavo traído de África, haya sufrido violencia y agresión sexual, además de las condiciones denigrantes de desarraigo y explotación, y en consecuencia, producto de esas uniones forzadas, olvidadas en el tiempo, pero persistentes en nuestro ADN, quedó embarazada o fecundó a nuestro ancestro, lo que a veces revelan nuestros rasgos físicos y surge en el imaginario colectivo que, en ocasiones se extingue, y recurrente vuelve como un deja vú que nos sorprende y asusta… En la pregunta que Rubén Darío se hace al inicio de Prosas profanas (Buenos Aires, 1896) está el reconocimiento del triple mestizaje que nos creó: “¿Hay en mi sangre alguna gota de sangre de África, o de indio chorotega o nagrandano?”

La universidad, abierta y deliberante, debe ser capaz de reconocer en las diferencias la riqueza de la dignidad como un valor de la persona humana y promover la capacidad imaginativa y creadora, la solidaridad y la convivencia, erradicando la exclusión y todas las expresiones de la violencia simbólica, de superioridad y sumisión.

¿Cuánto del pasado colonial y clerical preserva y renueva la Universidad en su currículo formal y oculto en el siglo XXI? ¿Cuánto lastre inútil y anacrónico en la formalidad interna organizativa y funcional, en el protocolo, en las relaciones entre autoridades y docentes, entre docentes y estudiantes, en la compleja diversidad de las interrelaciones externas? ¿Qué universidad necesita nuestra sociedad y la humanidad para construir un mundo mejor, con equidad y sostenible?

Las instituciones de educación superior, al igual que nosotros como individuos, -parte de heterogéneos colectivos humanos-, que nos incorporamos a la universidad, no somos “una página en blanco”, cargamos una herencia e información socio cultural, aprendizajes, aspiraciones, temores y prejuicios que predisponen nuestros esquemas emocionales, de pensamiento y acción, que pueden facilitar, frenar o distorsionar la oportunidad de descubrir, aprender y transformar, e incluso llevar a actuar, aún sin saberlo, en contra de nuestros propios intereses.

5. Universidad y “democracia incluyente”

El destacado académico y sociólogo mexicano, Dr. Pablo González Casanova (Toluca, 1922), quien fue rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, afirma que “resulta una necesidad imperiosa reformular los paradigmas de las ciencias sociales para dar cuenta de los cambios de la realidad y así contribuir a alcanzar los derroteros de la humanidad”. Reconoce que todas “las democracias han sido excluyentes”, que se han limitado a la formalidad electoral sin ser total ni incluir la vida social y universal. Refiriéndose a México, afirma que “el problema principal que afronta la Nación y la Universidad es de justicia social y no sólo de justicia individual”, por lo que, en congruencia con esta posición, ha sido impulsor de la “Universidad de masas”, lo que sustenta su propuesta de “democracia incluyente”. Para González “la democracia se mide por la participación del pueblo en el ingreso, la cultura y el poder, y todo lo demás es folklore democrático o retórica”. Democracia como política de reconocimiento e inclusión, para relacionarse con el otro de modo solidario, activo y pacífico.

Para el político y académico francés Edgar Faure (1908-1988): “la educación no deja de ser elitista por el solo hecho de que se amplíe cuantitativamente” (1972). En palabras de Noam Chomsky: “pocos prósperos y muchos descontentos”, es a lo que conduce la política capitalista y el modelo económico neoliberal, que arrastra en sus redes también a la universidad, en donde se promueve un mero entrenamiento en destrezas útiles o competencias básicas: “se desarrollan para competir y no para compartir”. Es, según la socióloga y politóloga argentina Paulina Perla: “un adiestramiento para el mercado”, que tiene imprevisibles repercusiones ético-políticas.

La Universidad tiene que ser una comunidad de interacción, convivencia, diálogo permanente y profundo, sustentado en la razón, sobre su ámbito profesional, en la identificación y búsqueda de soluciones a los problemas sociales, atendiendo las necesidades humanas diferenciadas, para el desarrollo con equidad, para superar la enajenación del pasado, la pesada carga heredada, la dependencia neocolonial que se reproduce consciente e inconscientemente en el entorno académico, social y cultural, como condición del poder tradicional que preserva los paradigmas de sometimiento para prolongar su existencia y ampliar su influencia.

Las democracias excluyentes prevalecientes invisibilizan los problemas del “colonialismo interno” que sufren en particular las comunidades indígenas, discriminadas por sus tradiciones, creencias, razas y lenguas. También los asentamientos marginados enclavados en la periferia urbana y rural en donde la opulencia, los servicios disponibles ilimitados y las necesidades satisfechas, contrastan con la exclusión y las carencias básicas, eso es “colonialismo interno” que, quizás por costumbre o condicionamiento, obviamos.

En el ensayo Algunos prejuicios sobre la educación superior (1976), Pablo González C. fundamenta los principios de la educación universitaria y enuncia siete prejuicios o falsedades que es indispensable superar:

1) La educación superior debe ser para una élite y no para las masas;

2) La educación superior disminuye la calidad conforme se imparte a un mayor número de gente;

3) Sólo una proporción mínima es apta para la educación superior;

4) Para la educación superior se debe seleccionar a los más aptos;

5) No se debe proporcionar educación superior más allá de las posibilidades de empleo;

6) El estado ya está gastando demasiado en educación superior, no debe ser gratuita o semi-gratuita, deben pagarla los padres de los estudiantes y a los pobres “aptos” se les darán becas; y

7) No se debe querer que todos sean profesionales, sería horrible un mundo en el que no hubiera obreros.

Todas esas afirmaciones, en apariencia “justificadas”, creídas y reproducidas son falsas, reflejan los prejuicios que fortalecen la educación elitista, la prevalencia de la “democracia excluyente” y pretenden conservar los paradigmas coloniales, neocoloniales, del “capitalismo salvaje” y neoliberales que están en crisis.

Esos prejuicios no han estado ausentes de la historia de la universidad nacional de Nicaragua. Aunque el aumento de la matrícula universitaria no es suficiente para medir la democratización inclusiva en la educación superior, es un indicador válido que puede mejorar la equidad social.

En los años cincuenta (Ver Anexo 1), cuando la autonomía se comenzó a conquistar en Nicaragua, había 560 estudiantes matriculados (47 por 100 mil hab.), 1.7 veces menor al índice de Guatemala y 4 veces menos que el de Costa Rica. En 2017 la matrícula universitaria (CNU) fue 1973 por cada 100 mil hab., apenas 8% menos que el vecino del sur, con el mayor desarrollo humano de la Región. En 2019 la matrícula universitaria alcanzó el más alto valor absoluto (131,658) y relativo: de 577 por cada 100 mil hab. en 1990, se incrementó 3.5 veces, pasó a 2014 (Ver Anexo 2). En estas instituciones han sido incluido, durante las últimas décadas, miles de jóvenes que no hubieran visitado estas aulas si la Universidad no hubiera roto su carácter elitista y excluyente, sobre al que hay que seguir avanzando.

El modo de producción capitalista, con su estructura monopólica, expansionista, consumista, transnacional e imperialista, son la principal causa de la postración social de la mayoría de los países latinoamericanos y habitantes del tercer mundo, es causa de depredación de los recursos naturales, lleva a la sobreexplotación para obtener mayores ganancias, hace insostenible la vida en el planeta por las consecuencias desastrosas en el medio ambiente y el calentamiento global, pone en riesgo creciente la vida de grandes grupos poblacionales.

El acceso efectivo a la educación universal es la garantía del “humanismo democrático”, o un nuevo paradigma histórico de “democracia universal planetaria y no excluyente”, quizás con rasgos utópicos, pero indeclinable e irrenunciable, desde la perspectiva optimista que “un mundo mejor es posible”, como escribe el sacerdote y conferencista Ángel García Rodríguez (España, 1937). El conocimiento universal del ser humano y la naturaleza para impulsar transformaciones y tener la posibilidad de alcanzar un mundo mejor, dice González.

LECCIÓN INAUGURAL AÑO ACADÉMICO 2020.  "AUTONOMÍA UNIVERSITARIA: EVOLUCIÓN HISTÓRICA Y DESAFÍOS"El Dr. Mariano Fiallos Gil afirma que el ser humano, para liberarse de las supersticiones que ha creado requiere educarse inteligentemente y que “no conocemos medio más eficaz que el conocimiento racional de la Naturaleza y de sí mismo” (A la libertad por la Universidad y otros ensayos, 1960). Ello implica libertad de cátedra, de investigación y de expresión, democracia interna y compromiso social en las universidades. Aunque Fiallos reconoce que “desde la agricultora hasta la filosofía política (…) a muy pocos se les ocurre investigar”.

La Universidad, por universal debe ser incluyente, amplia, popular y horizontal. La reforma educativa en general, y en especial la universitaria, debería aspirar a que el verdadero profesor sea aquel que siga estudiando, y que el verdadero estudiante sea aquel que aprende para enseñar (González, 1983), es decir, ambos, todos, en el ciclo inagotable iterativo: enseñando-aprendiendo-transformando-enseñando-aprendiente… El trabajador estudia y enseña, el emprendedor, investiga, aprende y enseña; el campesino descubre y aprende…, la universidad, en su universalidad, como instrumento teórico y práctico, plataforma metodológica dinámica y creativa, inserta en la labor cotidiana de la comunidad para la vida, interactuando, desde la diversidad de la actividad social, para hacer posibles las esperanzas. Recordemos la frase que debería permanecer visible en las aulas universitarias, de la primera mujer médico de Centroamérica, la doctora Concepción Palacios Herrera,[2] quien recibió de esta Universidad de León el doctorado Honoris Causa en 1980: “Todo lo que aprendas, enséñalo y será feliz” (Prof. Ballardo Altamirano). ¡Seamos felices, aprendamos y enseñemos siempre!

El asunto estratégico que la universidad pública latinoamericana no puede obviar es el indispensable equilibrio entre libertad académica y pertinencia social. ¿La ciencia y el conocimiento para qué? ¿al servicio de quién? No puede ser eficiente sin equidad, ni pretender calidad sin inclusión ni propósito social, ni pertinencia científica sin solidaridad y compromiso, ni pretender desarrollo económico sin sostenibilidad, ni impulsar las tecnologías sin humanismo. Frente a la dualidad posible, no es lo primero lo que debe prevalecer, sino lo segundo, es a lo segundo (equidad, inclusión, propósito social, solidaridad, compromiso, sostenibilidad, humanismo) que debe subordinarse lo primero (eficiencia, calidad, pertinencia científica, desarrollo económico y tecnológico).

6. Universidad: libre competencia y dependencia hegemónica

¿Qué mayor violencia que la postración sistémica en la exclusión, la marginalidad y la pobreza de grandes mayorías de población? Y, además, sin que se den cuenta, quizás resignados, justificados por el sistema mismo que reproduce estructuralmente “el orden de cosas”, con múltiples aparatos educativos, normativos y simbólicos.

Para el rector de la Universidad Nacional de Avellaneda, Argentina, ingeniero Jorge Calzoni,[3] la universidad “sigue siendo elitista” y “el concepto de autonomía es distinto entre diferentes países y centros universitarios”. La universidad latinoamericana debe tener “interacción con el proyecto educativo del país”, con “sistemas flexibles”, amplia oferta académica, “revisar el diseño curricular para el desarrollo de la investigación vinculada a proyectos comunitarios, interdisciplinarios y alternativos, generar capacidades de alianza con diversos sectores para abordar la pobreza y la desigualdad”.

Muchos dicen que la educación universitaria y en particular, la universidad pública, está en crisis, y eso no puede verse de manera negativa –aunque algunas “aves de mal agüero”, voceros de la “rentabilidad capitalista”, así pretendan presentarlo, principalmente los que cuestionan sus fines sociales-. Es la crisis, en realidad, una valiosa oportunidad de cambio, condición ineludible que las personas, los grupos sociales, las organizaciones y las generaciones de todos los tiempos debemos identificar y asumir.

El planteamiento “neoliberal del libre mercado” para el sector educativo de América Latina y los países del Caribe, frente a la crisis, es convertir a las instituciones de educación superior en corporaciones mercantiles, en fábricas sociales, con injerencia de las grandes compañías internacionales y nacionales, hacerlas instrumentos del capitalismo financiero. El problema es que no coincidimos en la naturaleza de la crisis y, en consecuencia, con la manera de abordarla porque obedece a fines opuestos a la democracia inclusiva, al estado social de derecho.

El político y sociólogo franco español Edgar Morín (París, 1921), entronizó, desde el BID, la “consagración de la educación a los valores corporativos pragmáticos de la ideología liberal” (Jaramillo, 2012), en Los siete saberes necesarios para la educación del futuro (1999), justificó que “una economía competitiva de mercado necesita instituciones, leyes y reglas”, que la generalización de la economía liberal es la mundialización y que “la economía mundial es cada vez más un todo interdependiente”.

Según el economista Claudio Rama Vitale (Montevideo, 1954), tecnócrata del BID, el derecho a la autonomía universitaria es el más poderoso bastión de resistencia con el que se enfrentan las corporaciones económicas para llevar a cabo el plan de reforma de la universidad pública latinoamericana (Jaramillo, 2012), porque “en algunos casos se llegó a colocar la autonomía universitaria al mismo nivel de rango que los derechos humanos fundamentales”, afirma que la educación, al igual que la última fábrica nacional, enfrenta un escenario competitivo, “la desnacionalización de las estructuras educacionales” y una “competencia de carácter global”.

Realmente el sustento “antihumanista”, asumido por el precursor del principio neoliberal de libre mercado, Adam Smith (1723-1790), y continuada y ajustada por sus nuevos ideólogos, según los cuales “bueno es lo que conviene al propio interés y beneficio”, es una moral egoísta que suscribe todo a los fines de sí mismo, a lo que es útil para el bienestar personal excluyente, a cualquier costo, el máximo beneficio. Esto es la esencia del pensamiento y la acción de derecha, es el reino de la tiranía económica y la autoritaria lógica del mercado. La humanidad, en ese derrotero, tiene un panorama sombrío e insostenible, por el consumo desmedido, la destrucción medioambiental, la exclusión de amplias mayorías y la agudización de los extremos perniciosos de desigualdad.

Tenemos la perversa y condicionada tendencia a plegarnos pasivamente a dictámenes, poderes y razones extranjeras, a prédicas religiosas, moralistas, conceptuales y doctrinales inducidas desde fuera, a normas, parámetros y paradigmas establecidos por sacrosantos personajes o instituciones, y no solo como simples referencias necesarias o inspiradoras, sino como inapelables enunciados que nos llevan a veces a renunciar a ser autores de nuestro propio destino, porque “nadie puede enseñarle a otro a ser libre o autónomo” (Kant).

El Dr. Fiallos Gil en 1953 expresó con certeza que: “Los nicaragüenses y en general los hispanoamericanos, tenemos la inclinación de considerar como verdaderos muchos principios aprendidos en los libros o escuchados de labios de los doctos. Pero no somos inclinados a examinar –por pereza tal vez- esos principios (…) y comprobar luego si son o no son valederos para nuestras latitudes y nuestro tiempo. Ese recostarse en los demás ha sido, tal vez, obstáculo más grande para nuestro desarrollo” (1960).

Según Kant, ello surte efecto de cambio a partir de “tres máximas fundamentales: 1) pensar por sí mismo; 2) pensarse en el lugar del otro; y 3) pensar siempre de acuerdo consigo mismo” (Jaramillo, 2012), es el sustento de la “autonomía” como “autodirección y responsabilidad”. Para el escritor francés Oscar Wilde es “pilar de desarrollo de la sensibilidad estética e intelectual del individuo como poder de realización personal”.

La autonomía pública requiere desarrollar la capacidad de juzgar, el desarrollo de valores ciudadanos, el ejercicio de la compasión, la solidaridad y la justicia social. Es la autonomía “pauta moral de blindaje contra los peligros de la sociedad heterónoma, o carente de ilustración y de buen Juicio” (Kant). Podríamos decir que es, como sería para lo biológico y natural, el fortalecimiento del sistema inmunológico frente a perturbaciones exógenas, sin caer en la tentación de excluirse o aislarse, sino con la capacidad de discernir, interpretar y asimilar, transformarse y fortalecerse, desde las crisis internas y la conflictividad del entorno, es resiliencia, o como definió el ensayista y financista norteamericano Nassim Nicholas Taleb (Líbano, 1960), Antifrágil (2012), como lo opuesto a frágil, que, frente a las circunstancias, conflictos o crisis internas y del entorno, no se quiebra, ni fractura, no se destruye, sino resulta fortalecido, con nuevos aprendizajes que permiten nuevas capacidades.

La verdadera crisis de las universidades públicas, es de imaginación, de pensamiento latinoamericanista, de tomar conciencia de dignidad e identidad, para reconocernos en nuestra auténtica existencia, en la capacidad de autodeterminación, y pensarnos desde referentes históricos, culturales, académicos y científicos, para crear e innovar, rompiendo el paradigma del extranjero que nos lleva a pensar desde una realidad distinta, ajena, que responde a intereses exógenos, y no a las aspiraciones de nuestros pueblos, algo que podemos ser capaces de asumir, articular e impulsar, aunque se han impuesto esquemas de análisis, metodologías, doctrinas y paradigmas que nos llevan a lo opuesto para caer siempre “en el corralito de la dependencia”. Es la agresiva recolonización masiva cultural, social y económica, a través de diversos mecanismos e instrumentos, entre ellos la educación superior mercantilista y académicamente minusválida. He allí la verdadera encrucijada de la universidad pública: la necesidad de pensarnos nosotros mismos.

Desde la razón, -sustento de la autonomía-, no se pueden consentir pasivamente las influencias ajenas o externas sin tener capacidad de decidirlas por sí mismo, no dejarse arrastrar ni imponer por ellas, sino actuar libremente de modo racional, sin permitir que se atrofie la voluntad, preservar el poder de autoafirmación y autorregulación ética individual y social, capacidad de elección, según la visión fenomenológica del filósofo y profesor alemán Edmund Husserl (1859 – 1938).

Podríamos aprender a hablar inglés sin dejar de pensar y hablar español; practicar la robótica y las nuevas tecnologías de la información sin obviar las humanidades, la sensibilidad latinoamericana, el contacto humano y la comunicación directa; explorar las ciencias puras, el pensamiento racional, las ingenierías, la gerencia moderna, sin perder de vista la poesía, el arte, la solidaridad, la conciencia crítica, la esencia de la cosmovisión ancestral y la riqueza multicultural de la que tenemos aún mucho por aprender.

Para el Embajador de Japón en Nicaragua, Yasuhisa Suzuki,[4] el reto de la Universidad es generar capacidad para desarrollar en maestros y estudiantes habilidades no cognitivas (cooperación, control de emociones, trabajo en grupo) y adquirir las cognitivas (matemáticas, ciencias, gramática), promover la capacidad de pensar y aprender, en donde lo importante no es la respuesta frente a un problema, sino la creatividad en los métodos y las soluciones, la riqueza está en el proceso mismo, para buscar y encontrar respuestas posibles, fortaleciendo la confianza en sí mismo, aprendiendo con todos los sentidos, ver, oír, tocar y sentir,  experimentando, inventando y descubriendo.

La reforma estructural de fondo que requiere la universidad pública no tiene nada que ver con la que pretenden impulsar las corporaciones financieras y mercantiles. Se requiere replantearnos, como afirma el sociólogo argentino Juan Carlos Portantiero (1934 – 2007) en El sentido de la universidad pública (2001), para que seamos capaces de reformarnos nosotros mismos, para “reconstruir una universidad pública a la altura de las necesidades de cambio progresivo de nuestra sociedad”.

El rezago de la universidad pública latinoamericana radica también en la “incapacidad de armonizar la formación técnico-científica con la formación humanista” (Jaramillo, 2012), igual que el problema que ocurre en E.U. Las improvisadas y demagógicas políticas neoliberales de democratización de la educación y aumentar la cobertura sin calidad académica, reduciendo el currículo, conducen a la titulación masiva de profesionales incompetentes, egresados desempleados, trabajadores informales, y para satisfacer la demanda de mano de obra barata de las empresas transnacionales. Se debe revalorizar la labor académica investigativa, la dignidad de los profesores y estudiantes, inculcar en el individuo, desde la estructura formal e informal, como parte del colectivo social y medioambiental en el que se inserta inseparablemente, solidaridad, sensibilidad social, política y humana, sin perjuicio de su formación técnica.

El escritor portugués José Saramago, Premio Nobel de Literatura 1998, en ocasión de recibir el doctorado Honoris Causa de la Universidad San Carlos III de Madrid dijo: “La Universidad debería ser, más que una institución dispensadora de conocimientos, el espacio de formación por excelencia de la persona educada en los valores de la solidaridad humana y del respeto por la paz” (2003). En otra ocasión expresó que la universidad era: “catedral de compras”, “supermercado educativo del consumo de masas” y “agencia de empleos…”.

¿Cuáles son los indicadores que asumimos para medir la calidad de la educación superior y la calidad de vida de las personas? Lo que midamos es lo que el sistema predominante quiere preservar, por lo que premia y castiga, por lo que paga y cobra. Eso genera una competencia inútil, desesperada y desigual. A veces esos indicadores pueden tener “efectos perversos” (Ordóñez, Salazar; 2013). Todo puede ser medible, la clave está en determinar, en función de la misión y visión, los objetivos para saber qué medir, con qué criterio y cómo. Los parámetros voraces de Europa occidental y Estados Unidos, no solo son inalcanzables, sino que irresponsablemente egoístas, generan más basura, más contaminación, agotan y usurpan las reservar naturales y mandan la basura al aire, a las fuentes de agua y a los otros. Esa “riqueza” y ese consumo se sostiene con la miseria impuesta a gran parte de naciones y habitantes del mundo. Calidad de vida es menos basura, aire limpio, relaciones humanas cercanas, alimentos naturales y nutritivos, conocimiento y aprendizaje para la vida y compartir, vivir con dignidad, con salud y paz, desde nuestra identidad, en la globalidad que nos une.

En América Latina agraviada y explotada, recolonizada, parece que algunos países se han dejado arrastrar de manera servil y pasiva por la sumisión, la descomposición social, la violencia y la corrupción, en ese contexto imposible de obviar, debemos recuperar el sentido social de la universidad pública. Para González Casanova, la Universidad es factor de civilización humana, donde la discusión y el diálogo se anteponen a los insultos, donde “la autonomía enseña a los seres humanos a usar la palabra, la reflexión antes de cualquier instrumento de violencia”.

7. Re-pensar, des-concentrar, des-centralizar.

La noción limitada de un universo y una creación está siendo superada; debemos tener la posibilidad de pensar en distintas creaciones y distintos universos, no solo en la relatividad del tiempo y del espacio de la que habló Einstein. Hay una inmensidad inimaginable que se expande y contrae, que se duplica, extingue y vuelve a crearse. Universos materiales y sociales que podemos hacer y rehacer. La “creación” no ocurrió una vez, está ocurriendo siempre, es continuada, evoluciona y cambia, es dialéctica, no es cierto que “todo está creado”, talvez debemos aceptar que todo está “por crearse”, muchos autores, académicos, filósofos y científicos, hablan de eso, deberíamos transformar drásticamente el paradigma de lo estático y limitado, de lo lineal y central. No somos el centro de nada, aunque talvez, en el sentido de lo infinito, si somos, cualquier punto o todos, podrá serlo, pero no es exclusivo de nadie. Cada individuo, grupo social y generacional suele establecer un “sentido de lo verdadero”, para reconocer la “verdad”, como guía para construirla, captarla, asumirla e interpretarla.

¿Qué debemos re-pensar? Los tiempos y las necesidades de las personas y los pueblos cambian, las contradicciones y las crisis obligan a replantearse las prácticas, métodos y propósitos que inercialmente se imponen o en los que, como muchas entidades, somos arrastrados, o caemos en la costumbre… La Universidad no puede ser una caricaturesca proyección y reproducción del modelo angloamericano, empresarial y desigual, aliada del cinismo para adiestrar en el aprendizaje de la barbarie del “capitalismo salvaje”, como lo llamó el papa Juan Pablo II, “una máquina sin alma” -en opinión Schelling-, formadora de “líderes” para la sobrevivencia del más fuerte y el más astuto, según el criterio socio-darwiniano, universidad elitista, al servicio de las élites, un “campo de concentración paradisíaco”, según el escritor español Javier Cercas (Cáceres, 1962), para promover la “competencia sin cuartel”, el ascenso y la ambición desmedida, la carrera por acaparar el talento, arrasar y dejar atrás a los excluidos (Jaramillo, 2012), a los “ciudadanos” de segunda categoría, condenados-descalificados-etiquetados por el sistema como no aptos, fracasados, incompetentes, vulnerables, ignorantes,… Pregunto: ¿deberían continuarse aplicando “exámenes de admisión” o deberían ser “valoraciones vocacionales” para identificar el programa más compatible con el perfil y las inclinaciones de las personas para desarrollar con amplitud su potencial?

Las universidades públicas no pueden convertirse en “elitistas remansos de paz donde se forman los hijos de los privilegiados”, entidades a las que pretende negarse su papel crítico para transformar la realidad excluyente, deben construir y promover el conocimiento científico desde una perspectiva crítica auténticamente latinoamericana.

Desde la década del ochenta hubo en la universidad pública latinoamericana un impulso a los procesos de desconcentración y descentralización con rasgos de modernización gerencial, se incrementó la demanda y se evidenció la disputa por el poder en la toma de decisiones entre nuevos actores políticos, entre grupos emergentes y tradicionales.

“Desconcentración” es la tendencia organizativa y empresarial que se caracteriza por ofrecer o disponer los servicios más cerca del cliente o usuario, es decir, estos se desconcentran de la sede principal y se ubican en distintas comunidades, agencias o sucursales según el propósito de la organización.

La “descentralización” se diferencia de la “desconcentración”, porque implica distribuir el poder de decisión y no solo la prestación del servicio, es decir, el poder central o máximo otorga facultades a las autoridades o instancias desconcentradas, las que adquieren potestad para decidir y hacer sin recurrir a la instancia superior o central.

Realmente es imposible concebir la autonomía universitaria sin “un nivel de regulación pública inevitable” (Acosta, 1999), en función de propósitos comunes del bien común. Nunca la autonomía puede ser absoluta, siempre ha sido y será relativa, hoy más que antes por la complejidad de factores internos y externos que interactúan. Hay que preservar la autonomía adaptada a los nuevos tiempos, es la misión de la Universidad, sugirió el escritor y filósofo español José Ortega y Gasset (1883-1955).

La autonomía en la universidad pública latinoamericana enfrenta nuevos desafíos en el siglo XXI en su relación interna y en su interrelación con el Estado, la sociedad, la naturaleza, la cultura, el mercado y la economía. Hay nuevas necesidades, exigencias y presiones que demandan de diversos actores que transformación. Es un proceso, es el proceso mismo lo que adquiere valor, por su dinámica de lucha, innovadora y transformadora.

En la reflexión sobre la autonomía universitaria es indispensable incorporar la noción de “bien público”, más allá del concepto simplista entre lo público y privado, debe preservar su objetivo de bien social, es inadmisible el propósito de las grandes corporaciones –nuevos gobiernos globales- y de la doctrina neoliberal –sacrosanta religión del capitalismo- de limitar o desmontar la función social de la Universidad, de privatizar, comercializar e imponer una lógica mercantil y de limitada eficiencia económica, al igual que pretenden con el sistema de salud y educación, y con el Estado mismo. Ellas “consideran que las universidades públicas (subsidiadas), son ineficientes, por culpa de la autonomía que es necesario eliminar para imponerles la disciplina del mercado” (Ordóñez, Salazar; 2013), “tratan de explicar el deterioro de la calidad de la educación superior como una consecuencia de la autonomía universitaria” (Carlos Hernández, Xiomara Zarur; según Ordóñez-Salazar, 2013).

“Educación académica digna”, más que “educación de calidad”, -sin ser vista en los mismos términos de la producción de bienes-, enfocada en formar profesionales idóneos capaces de armonizar su vida laboral y privada, con autonomía de acción en el desenvolvimiento de su vida profesional para entender el mundo en el que se desenvuelven e incidir en transformarlo, afianzados en una cultura de paz, construcción y no violencia. (Miguel Brater, Mónica Jaramillo).

8. Autonomía universitaria des-centrada

Diferenciaremos entre “des-centralizado” y “des-centrado”, no es lo mismo. Mientras el primero se refiere al poder de decisión que se dispersa, lo segundo, lo entendemos como un criterio fundamental desde el cual se piensa, interpreta y actúa. “Centrado” viene de “centro”, del latín centrum y del griego kéntron: aguijón, por comparación con la punta del compás o alfiler empleado para la función de ubicar el punto equidistante del círculo. El prefijo latino des o dis denota la negación o inversión del significado del vocablo simple, en este caso, des-centrado que “no está en el centro”, en el sentido positivo, que no es el centro alrededor del cual debe girar el pensamiento, la acción, las personas, las instituciones, etc., no existen “absolutos” a quienes se subordina el entorno, que determinan los parámetros del resto o se consideran, desde una concepción de “centro”, prioridad o supremos.

El filósofo, sociólogo y profesor alemán Axel Honneth (1949), en el plano pedagógico y político, denomina “autonomía descentrada y comunicativa”, con tres formas de autonomía: 1) afectivo-imaginativa como capacidad de imaginarse en el lugar del otro; 2) autonomía social en cuanto capacidad de autoconfiguración de vínculos sociales y de resolución de dilemas morales o situaciones problemáticas; y 3) autonomía cognitiva como capacidad de acción creadora y poder de autoría.

Tenemos necesidad de reinventarnos con autonomía para preservar lo fundamental y avanzar frente a los poderes económicos, políticos, eclesiales y mediáticos, frente a escenarios donde prevalece lo individual, temporal, líquido y virtual, con esperanza y convicción que somos parte de un todo humano y natural que puede construir un mundo más justo, que todo está por crearse y recrearse, por hacerse, rehacerse y cambiar.

El Génesis, primer libro de la Biblia, común para las tres grandes religiones monoteístas (judíos, cristianos y musulmanes), cuya influencia greco-latina y judeo-cristiana marca la cultura occidental, dice en versículos iniciales (1: 26-28; 2: 22-23):

“Y dijo Dios: – Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que ellos dominen los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos y todos los reptiles” (…)

“Y los bendijo Dios y les dijo: – Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los animales que se mueven sobre la tierra.”

Más adelante:

“De la costilla que le había sacado al hombre, el Señor Dios formó una mujer y se la presentó al hombre.

El hombre exclamó: – ¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! (…)”

 La “interpretación conveniente” asumida literal de estos enunciados fundamentales para la fe y la cultura Occidente, tiene fatales y rígidas consecuencias en la historia humana. Determinan una visión del mundo, el propósito de nuestra existencia y la relación con el resto. Pone al “hombre” en primacía y predominio de la creación, al “ser humano” en el centro. Según el filósofo australiano Peter Singer (1946): “A diferencia de otras tradiciones antiguas, por ejemplo, las de India, tanto las griegas como las hebreas hacían de los seres humanos el centro del universo moral”, incluso “el conjunto de todos los rasgos moralmente significativos en este mundo”. La afirmación asumida desde el pasado que “el mundo natural existe para beneficio de los seres humanos”, es errónea, por lo que es necesaria una “nueva ética” (pp. 114, 116).

El papa Francisco, en la encíclica “Laudato sí Sobre el cuidado de la Casa Común” (2015, p. 91) dice:

“En la modernidad hubo una gran desmesura antropocéntrica que, con otro ropaje, hoy sigue dañando toda referencia común y todo intento por fortalecer los lazos sociales”, aunque su afirmación limita el error a la “modernidad”, agregó el antecedente: “Una presentación inadecuada de la antropología cristiana pudo llegar a respaldar una concepción equivocada sobre la relación del ser humano con el mundo. Se transmitió muchas veces un sueño prometeico de dominio sobre el mundo que provocó la impresión de que el cuidado de la naturaleza es cosa de débiles. En cambio, la forma correcta de interpretar el concepto del ser humano como «señor» del universo consiste en entenderlo como administrador responsable”.

Singer se refiere a la “liberación animal” y a la “tiranía de los seres humanos sobre los seres no humanos” (2002) que ha causado “gran cantidad de dolor y sufrimiento”. También a las múltiples discriminaciones por las diferentes formas, tamaños, colores, capacidades y características de los seres humanos, por sexismo y racismo. Quizás “con el tiempo se pruebe que todas las diferencias importantes son ambientales más que genéticas” lo que talvez facilite poner fin a la discriminación.

Las dramáticas consecuencias de destrucción, conflictos, guerras, exclusión, pandemia y miseria en la historia humana, parece que tienen, como posible explicación primaria, la posición que las personas en cada época asumen frente al resto. Cuando el hombre, se siente el “centro” con respecto a la mujer, la consecuencia será sometimiento y violencia física o emocional; cuando los blancos, se colocan en el “centro”, y desde esa posición interpretan el entorno y evalúan al resto, se sentirán superiores, privilegiados, más capaces y con derecho a imponerse sobre los negros o indígenas; cuando un país, nación o región se considera el “centro”, predestinado, facultado por “disposición divina” por encima del resto, asumirá un rol imperial, hegemónico, de agresión y sometimiento, se verá por encima de todo y todos, para hacer y deshacer según su interés… Cuando una religión o doctrina se considera “centro”, dueña de la verdad, acusará y pretenderá destruir, descalificar o condenar al resto. Cuando alguien se ve y siente dueño de la verdad, “centro”, no “necesitará” escuchar al otro ni atender sus puntos de vista, porque se percibo y ubica como centro al que el resto debe rendir pleitesía. Cuando estados, instituciones, organizaciones, empresas o grupos sociales, académicos o culturales, se identifican como “centro”, caerán en el fatal error de excluir o someter, de ensimismarse, sin sentirse parte del todo, rompiendo la oportunidad de equidad.

Cuando los humanos nos percibimos “centro” de la creación en la Tierra, por encima del resto, animales, vegetales y minerales, entorno natural al que pensamos podemos someter, por “mandato divino”, las consecuencias para nosotros son destructivas.  Si nos sentimos “centro” del universo, la única existencia para habitar la inmensidad en la que la minúscula nave, la Tierra, que se traslada a velocidades imperceptibles, cometemos un grave error conceptual que apenas la ciencia se aproximó a comprobar con Copérnico hace cinco siglos, pero que aún el pensamiento y las emociones humanas no logran asimilar. He aquí el origen remoto del “capitalismo salvaje”, del imperialismo injerencista y usurpador que se ve, interpreta y actúa desde el “centro”.

Toda persona, grupo social, organización, institución, nación, creencia, modelo, doctrina, cometerá un fatal error para el “bien común” y para la sostenibilidad humana, de mayores o menores consecuencias en dependencia del poder que tiene, al considerarse el “centro” y, partiendo de ese parámetro o paradigma, ver al resto, definir su pensamiento y asumir su acción económica, política, social, religiosa, cultural, científica y académica.

Por tales razones, la autonomía de la universidad pública latinoamericana, no debe ensimismarse para caer en la trampa de los paradigmas por derribar, no es la autonomía del siglo XXI “centro”, ni propósito absoluto, es instrumento fundamental que debe permitir descubrir y empujar para contribuir, como parte de un todo, con autodeterminación, la búsqueda del conocimiento y la transformación social con equidad, porque un mundo mejor es posible, porque Nicaragua y América Latina, el “Continente de la esperanza”, tienen derecho y la oportunidad real para decidir su destino y superar la dependencia de quienes han querido imponerse desde la fuerza, el mercado y el pensamiento condicionado, como “centro”.

9. Comentario ineludible

Es imposible concluir esta lección inaugural sin referirme a la terrible pandemia del Coronavirus (Covid- 19) que estremece al mundo y evidencia la decadencia insostenible del sistema social y económico global, en el contexto de saturación virtual de la desinformación y manipulación irresponsable y con oscuros propósitos para  sembrar pánico y psicosis, agudizar las profundas desigualdades socioeconómicas, el desequilibrio natural y social, la prevalencia de relaciones egoístas, excluyentes y desiguales que imponen los poderes hegemónicos imperiales, entre las naciones, los seres humanos y el medio ambiente, los sistemas de salubridad privatizados en beneficio de las grandes corporaciones económicas, donde la salud es mercancía que se negocia para obtener el máximo beneficio, sin que prevalezca la ética, el humanismo, la solidaridad y la responsabilidad social.

El filósofo y politólogo norteamericano Noam Chomsky (1928) vincula la crisis del coronavirus a la geopolítica mundial sobre la que pudiera estar la “necesidad imperiosa de EU de parar y retrasar la locomotora china, para no perder su supremacía económica mundial y su papel de gendarme planetario”. Para el teólogo brasileño Leonardo Boff (1938): “la pandemia actual representa una única oportunidad para que repensemos nuestro modo de habitar la Casa Común, la forma cómo consumimos, producimos y nos relacionamos con la naturaleza. Ha llegado la hora de cuestionar las virtudes del orden capitalista, la acumulación ilimitada, la competencia, el individualismo, el consumismo, el despilfarro, la indiferencia frente a la miseria de millones de personas, la reducción del Estado y la exaltación del lema de Wall Street: la avaricia es buena”.

Adicionalmente, el médico español Karmelo Bizcarra (Navarra, 17 de marzo de 2020), comenta: “Todos los sistemas en la vida deben estar en equilibrio y armonía, a eso llamamos salud, cuando ese equilibrio se pierde, hay desarmonía, lo llamamos enfermedad. La enfermedad saca a la luz cosas que a veces no queremos ver, el dolor lleva la conciencia a zonas que no somos conscientes, tanto física, emocional y mental en las relaciones humanas”.  Agrega: “la crisis no es producida por el virus, lo que viene es a despertar al ser humano para que ponga hincapié en favorecer la salud y no tanto luchar contra la enfermedad”. Enfocarse en la enfermedad y no en la salud, es característica estructural de los sistemas de salud “privatizados” y de la gran industria farmacéutica, crear enfermedades y generar dependencia, en vez de prevenir, educar y promover hábitos sanos; las enfermedades convienen para preservar los beneficios del negocio de quienes controlan el poder económico y político. Agrega: “La palabra curar viene del latín curare que significa cuidar. La propuesta para las instituciones sanitarias y los individuos es cuidarte para curarte”. Eso no es posible en el egoísmo y la exclusión que impone el “capitalismo salvaje de libre mercado”.

Necesitamos repensar el sistema de salud pública y el orden económico mundial, al igual que seguir avanzando en la autonomía de la universidad pública latinoamericana, como proceso de lucha e instrumento social para contribuir a la equidad social y al cambio.

10. Conclusiones

Antes de expresar las conclusiones del breve recorrido por la teoría, la práctica y la historia de la universidad pública y la autonomía latinoamericana y en Nicaragua, agradezco a las autoridades universitarias la inmerecida oportunidad que me brindaron para dictarles esta lección inaugural, y en particular agradezco la consideración que tuvieron al permitirme subir al pódium sin birrete, esclavina y toga, indumentarias con las que me hubiera sentido incómodo y disfrazado y que, desde mi opinión fraterna y respetuosa –disculpen mi impertinencia estimados maestros y maestras-, recurriendo a la “libertad de cátedra”, serían incompatible con el contenido de mi charla porque refleja parte del “currículo oculto” de la herencia colonial y clerical por superar.

Resumo en doce (12) puntos las conclusiones de esta lección inaugural. Son desafíos sobre los cuales podríamos debatir en los espacios públicos posibles, en las aulas, con la gente común, en el camino que recorremos por el bienestar común:

  1. Autonomía como proceso. La autonomía universitaria es un proceso de lucha contra la dependencia del creer y saber de la metrópolis, de las élites dominantes y sus mediadores, su finalidad es acercarse a las clases populares y promover la equidad social.
  2. Superar paradigma del “centro”. La universidad autónoma des-centrada no se ve como “centro” e influye en la sociedad para superar ese paradigma pernicioso, aprender a interactuar y ser parte de un todo inseparable.
  3. Superar prejuicios. La herencia colonial y clerical están en el origen, sumado a influencias e intereses mercantilistas, utilitarios y dependientes; la Revolución Popular Sandinista quebró algunos esquemas, pero, en la primera parte del siglo XXI, pregunto: ¿qué preservar y cambiar del currículo formal y oculto?
  4. Re-pensar, des-centralizar, des-concentrar y des-centrar: cuatro acciones o instrumentos de la visión, organización y gestión interna y externa con un mismo propósito: transformar para servir, aprender para enseñar y cambiar.
  5. Democracia revolucionaria. La universidad contribuye a fortalecer la democracia revolucionaria, superando la dependencia y exclusión, desde el conocimiento, la investigación, la multiciplinariedad, la creatividad, la solidaridad y la convivencia.
  6. Universidad para la gente. No solo en las aulas, sino en la diversidad de espacios, con las personas en su labor cotidiana y comunitaria para la vida. El maestro es estudiante, el estudiante enseña, el trabajador y emprendedor, investigan, aprenden, enseñan y transforman.
  7. Libertad académica y pertinencia social. Lo primero: equidad, inclusión, propósito social, solidaridad, compromiso, sostenibilidad y humanismo, y desde allí hacia la eficiencia, calidad, pertinencia científica, desarrollo económico y tecnológico.
  8. Multidisciplinaria, horizontal, integral y diversificada. Para el conocimiento y abordaje de los problemas de la convivencia humana y la vida social.
  9. Crisis: oportunidad de cambio. Necesidad de repensarnos nosotros mismos, con dignidad y reconociendo nuestra existencia, identidad y capacidad de autodeterminación, con nuevos parámetros y referentes.
  10. ¿Ciencia, conocimiento y educación para qué? ¿Para grandes corporaciones económicas, para reproducir la dependencia neocolonial a favor del poder hegemónico externo e interno de grupos excluyentes? Como la pregunta que nos hacemos los creyentes: ¿Cristo al servicio de quién?
  11. Insostenibilidad y decadencia. La vida humana es insostenible con la manera de relacionarnos con la naturaleza y la sociedad, con el modelo de producción y consumo capitalista, la desigualdad y exclusión de millones de personas y la despiadada explotación de recursos naturales. La pandemia del Coronavirus revela decadencia global, fragilidad y manipulación. La crisis obliga a repensar y cambiar ¿qué hacer desde la Universidad?
  12. Un mundo mejor es posible. No todo está creado, todo está por crearse, todo se mueve, los seres humanos podemos, como parte inseparable del universo, construir y transformar para vivir mejor, ser mejores para un mundo mejor, es la utopía posible por la que poetas, revolucionarios y santos, sueñan, viven y mueren, para seguir viviendo siempre, como Leonel Rugama, en el aniversario 71 de su nacimiento.

Finalmente:

Repito el mismo párrafo con el cual inicié, el antiguo refrán chino: “Dale a tus hijos alas para que puedan volar y raíces para que sepan dónde volver”.

Aprender a volar lejos sin perder de vista el punto de partida, el propósito que nos vincula a nuestras tradiciones históricas, culturales, sociales, genéticas y afectivas, sin que sea impedimento para expandirnos, todo lo contrario, es el impulso fundamental para reinventarnos constantemente, preservando con autodeterminación nuestra identidad y dignidad de origen.

¡A LA LIBERTAD POR LA UNIVERSIDAD!

Muchas gracias.

ANEXO 1: Cronología: universidad nacional y autonomía

1810 Primera universidad autónoma: Universidad de Berlín, por Wilhelm von Humboldt. Hoy es la Universidad Humboldt de Berlín, Alemania.

1812 Las Cortes de Cádiz crean la Real Universidad de la Inmaculada Concepción de León de Nicaragua. Fueron sus impulsores el Obispo de Nicaragua Nicolás García y Jerez, los presbíteros Agustín Ayestas y Tomás Ruiz Romero (prócer de la Independencia y de la emancipación indígena).

1816 Oficialmente instalada la Universidad de León, como la segunda de Centroamérica y la última fundada en América durante la colonia española. Fue primer rector el presbítero y Dr. Francisco Ayerdis hasta 1818.

1821 Declaración de la Independencia de Centroamérica.

1869 El gobierno conservador de Fernando Guzmán Solórzano cierra la Universidad de León y confisca sus bienes, como castigo por haber publicado un manifiesto considerado revolucionario.

1913 Estados Unidos expulsa al gobierno liberal e interviene militarmente en Nicaragua (1912-1933) y bajo el gobierno títere de Adolfo Díaz, cierra la Universidad de León; son desterrados y asesinados algunos profesores.

1918 Manifiesto de la Universidad de Córdoba, Argentina.

1929 Se concede autonomía a la Universidad de México, ahora: Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

1947 Por decreto No. 446 del 27 de marzo de 1947, del Presidente de la República Gral. Anastasio Somoza García, la Universidad de León se transforma en Universidad Nacional.

1950 La matrícula universitaria en los años cincuenta fue (Mora, p. 191) en Guatemala: 2373 (80 x 100 mil hab.), en Costa Rica: 1539 (192 x 100 mil hab.) y en Nicaragua: 560 (47 x 100 mil hab.), -4 veces menor que Costa Rica y 1.7 que Guatemala-.

1955 Mediante decreto ejecutivo No. 10 del 16 de abril, se reglamentó el escudo, la bandera, insignia y anillo universitario de la Universidad Nacional de Nicaragua.

1957 En mayo fue nombrado rector de la Universidad Nacional el Dr. Mariano Fiallos Gil.

1957 A mediados de agosto de 1957 el Dr. Mariano Fiallos Gil expresa en una charla a los estudiantes el lema A la libertad por la Universidad, que fue asumido en la institución universitaria.

1958 “Decreto de la Autonomía Universitaria” No. 38, publicado en Gaceta No. 73, el 27 de marzo; era Presidente de la República el Ing. Luis Somoza D., y ministro de Educación Pública el Dr. René Schick G. Pasó a ser Universidad Autónoma de Nicaragua (UAN). Asume como primer rector en esta nueva etapa histórica, el Dr. Fiallos Gil.

1959 El 23 de julio: masacre de los estudiantes que protestaban por la liberación de compañeros detenidos provocada por la Guardia Nacional

1966 Se declara por decreto 105 en la Constitución Política de Nicaragua: “Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua”.

1979 Derrocamiento de la Dictadura Somocista y triunfo de la Revolución Popular Sandinista (19.7)

1980 Se crea el Consejo Nacional de la Educación Superior (CNES) como organismo rector de la educación superior en Nicaragua.

1982 Decreto de separación de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua en dos núcleos universitarios, uno en León (UNAN-LEÓN) y otro en Managua (UNAN-MANAGUA).

1983 Se crea la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) “Simón Bolívar”.

1987 La Constitución Política de Nicaragua (arto. 125), define: “Las Universidades y Centros de Educación Técnica Superior gozan de autonomía académica, financiera, orgánica y administrativa”.

1990 “Ley de Autonomía de las Instituciones de Educación Superior” (No. 89, del 5 de abril), firmada por el presidente Daniel Ortega: crea el Consejo Nacional de Universidades (CNU), institución rectora del sistema de educación superior e indica que el aporte ordinario del Estado “no podrá ser menor del 6% del Presupuesto General de Ingresos de la República”.

1992 El 18 de agosto, la Asamblea Nacional de Nicaragua, votó la interpretación auténtica de la Ley 89 en lo referido al 6% a otorgar a la educación superior con base al cálculo del Presupuesto General de la República y no solo de los ingresos ordinarios.

1994 El Consejo Nacional de Universidades (CNU), en sesión del 22 de junio, declaró como Padre de la Autonomía Universitaria al Dr. Mariano Fiallos Gil, y el 18 de agosto, Día de la Dignidad Universitaria.

2017 La matrícula universitaria en Nicaragua (total: 126,147) fue de 1973 por 100 mil habitantes y en Costa Rica: 2.132 (total 104,594). La brecha histórica (ver año 1950) se ha reducido a 8% en términos relativos a su población.

2019 Matrícula universitaria (CNU) alcanzó nivel histórico más alto en valor absoluto (131,658) y relativo: de 577 en 1990, a más 2,014 matriculados por cada 100 mil habitantes (+3.5 veces).

 

ANEXO 2: Matrícula universitaria en Nicaragua:

CONSEJO NACIONAL UNIVERSITARIO (CNU)

(fuente: elaboración propia a partir de datos de Secretaría Técnica, ST-CNU, marzo 2020)

Cuadro 1:

 

AÑO

 

Matrícula total

 

Población Nacional

Matrícula

x 100 mil hab.

 

Matrícula mujeres

% mujeres matricula Variación matrícula c/dato anterior
1990         22,863 3,959,785 577.38         12,065 52.77    –
1995         36,849 4,476,881 823.09         18,657 50.63 61%
2000         53,899 4,956,964 1087.34         28,250 52.41 46%
2005         73,653 5,142,098 1432.35         41,770 56.71 37%
2010         99,488 5,816,000 1710.59         55,100 55.38 23%
2015 117,077 6,198,154 1888.91 63,517 54.25 18%
2018 127,001 6,465,513 1964.28 73,259 57.68 8%
2019 *131,658 6,534,047 *2014.95 74,331 56.46 4%

* Matrícula universitaria más alta de la historia. Pasó 2 mil matriculados por cada 100 mil hab.

ALGUNAS FUENTES CONSULTADAS

Acosta Silva, Adrián; (2008). La autonomía universitaria en América Latina: problemas, desafío y temas capitales. Unión de Universidades de América Latina y el Caribe. Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal. México, enero-abril 2008.

Bautista, Francisco Javier; (2020). Presbítero y Dr. Tomás Ruiz Romero, prócer independentista y por la emancipación indígena. https://franciscobautista.com/2020/02/28/presbitero-y-dr-tomas-ruiz-romero-procer-independentista-y-por-la-emancipacion-indigena/ (visto: 11.3.2020).

Buitrago, Edgardo. (1960). Voz y promesa de la universidad en la crisis actual de la cultura. Revista Conservadora, agosto 1960, volumen 1, No. 1. Managua, Nicaragua; pp. 12-18.

Calzoni, Jorge. Conferencia: Los retos de la educación superior en la actualidad. Lección inaugural Año Académico 2020, Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, UNAN-Managua, 11 de marzo de 2020.

Consejo Nacional de Universidades. (1995). Mariano Fiallos Gil… como Quijote. Edición auspiciada por el Consejo Nacional de Universidades CNU, abril 1995. Managua, Nicaragua.

Consejo Nacional de Universidades. (2019). Rendición Social de Cuentas 2018. Managua, Nicaragua.

Constitución Política de la República de Nicaragua. (1987). file:///C:/Users/Francisco%20Bautista/Desktop/constitucion-politica-de-la-republica-de-nicaragua-1987.pdf

Delgado, Jaime; Reflexiones en torno a la autonomía universitaria; México; http://biblioteca.clacso.edu.ar/ar/libros/grupos/reforAboit/05delgado.pdf  (visto 2.3.2020).

Francisco, Papa. (2015). Carta Encíclica Laudato Si sobre el cuidado de la Casa Común, 24 de mayo, 1915. https://www.vidanuevadigital.com/documento/enciclica-laudato-si-del-papa-francisco-pdf/ (vista: 20.3.2020).

Fiallos Gil, Mariano (1960). A la libertad por la Universidad. Interpretaciones de la vida universitaria. De mayo de 1957 a junio de 1959. León, Nicaragua.

Fiallos Gil, Mariano. (1994). A la libertad por la Universidad y otros ensayos. Editorial Nueva Nicaragua, Managua.

Jaramillo, Mónica; El principio de autonomía universitaria como autonomía democrática-descentralizadas; Antecedentes histórico-filosóficos de la evolución ético-política de su concepto. http://repositorio.unab.cl/xmlui/bitstream/handle/ria/2730/Jaramillo_El_principio_de_autonomia.pdf?sequence=1&isAllowed=y (visto: 6.3.2020).

Jaramillo, Mónica; Sobre el sentido ético-político del principio de autonomía universitaria. https://www.uis.edu.co/webUIS/es/reformaEducacionSuperior/ponenciasForo27abril/monicaJaramillo.pdf (visto: 15.3.2020).

La Biblia. (2015) La Biblia de nuestro pueblo. Biblia del Peregrino. América Latina. 10ma. edición. Bilbao, España.

La Prensa. (1958). Edición del miércoles 26 de marzo de 1958, Managua, Nicaragua.

La Prensa. (1958). Edición del sábado 29 de marzo de 1958, Managua, Nicaragua.

La Prensa. (1958). Edición del viernes 11 de abril de 1958, Managua, Nicaragua.

Ministerio de Educación y Justicia. Dirección Nacional de Asuntos Universitarios. (1985). Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria de 1918. La juventud argentina de Córdoba a los hombres libres de Sudamérica. Talleres Gráficos.

Mora, Roberto (2013). Educación Superior en Centroamérica. Revista Calidad de la Educación Superior, Universidad Nacional de Costa Rica, VII edición, volumen 4, No. 1, mayo 2013 (pp. 187-198). file:///C:/Users/Francisco%20Bautista/Desktop/Dialnet-EducacionSuperiorEnCentroamerica-5580824.pdf (visto: 22.3.2020)

Morin, Edgar. (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura UNESCO. Francia. http://www.ideassonline.org/public/pdf/LosSieteSaberesNecesariosParaLaEdudelFuturo.pdf (visto: 12.3.2020)

Novedades. (1958). Edición del miércoles 26 de marzo de 1958, Managua, Nicaragua.

Ordóñez, Luis Aurelio; Salazar, Boris; (2013). La autonomía universitaria y la reforma a la educación superior. Colombia; file:///C:/Users/Francisco%20Bautista/Desktop/Dialnet-LaAutonomiaUniversitariaYLaReformaALaEducacionSupe-4453230.pdf (visto: 2.3.2020).

Pineda, Erick; (2019). Autonomía Universitaria, fundamental para el pensamiento crítico: Pablo González Casanova. http://www.educacionfutura.org/autonomia-universitaria-fundamental-para-el-pensamiento-critico-pablo-gonzalez-casanova/ (visto: 11.3.2020).

Presidencia de la República de Nicaragua. Decreto de Autonomía de la Universidad Nacional, No. 38 del 25 de marzo de 1958; publicado en Gaceta No. 73 del 27 de marzo, 1958. http://legislacion.asamblea.gob.ni/normaweb.nsf/($All)/5B97565DFEA1234F06257363005D6987?OpenDocument (visto: 5.3.2020).

Presidencia de la República de Nicaragua. Ley de Autonomía de las Instituciones de Educación Superior, Ley No. 89, del 5 de abril 1990, publicado en Gaceta No. 77, del 20 de abril, 1990. http://legislacion.asamblea.gob.ni/Normaweb.nsf/($All)/26C0D292E6C3E19C062570A100577D60?OpenDocument (visto: 5.3.2020).

Ramírez Mercado, Sergio. (1997). Biografía Mariano Fiallos. Segunda Edición; Editorial Universitaria, UNAN León, Nicaragua.

Revista Envío. (1986). La Universidad en Nicaragua: una transformación en marcha. No. 57, marzo 1986. Universidad Centroamericana. Managua, Nicaragua. https://www.envio.org.ni/articulo/482 (visto 5.3.2020)

Saladino, Alberto. (2006). El humanismo democrático de Pablo González Casanova. Universidad Estatal del Estado de México. https://www.ensayistas.org/critica/generales/C-H/mexico/gonzalez.htm (visto: 11.3.2020).

Schulte, Renate; (2004). Historia de la autonomía universitaria en América Latina. Perfiles educativos vol. 26, no. 105-106, enero 2004; México. http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-26982004000100008 (visto: 5.3.2020).

Singer, Peter. (2002). Una vida ética. Escritos. Taurus, Pensamiento. Santillana Ediciones Generales S. L. Madrid, España.

Suzuki, Yasuhisa. Conferencia: Educación japonesa y desarrollo económico. Lección inaugural Año Académico 2020, Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), 9 de marzo de 2020.

Taled, Nassim Nicholas; (2012). Antifrágil. Las cosas que se benefician del desorden. Colección Paidós Transiciones. Barcelona, España.

Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua. (1997); Asamblea General Universitaria. Informe del Rector Dr. Mariano Fiallos Oyanguren; 15 de enero de 1997; León, Nicaragua.

[1] Escritor nicaragüense, economista por la UNAN-Managua, especialista en Políticas Macroeconómicas, máster en Administración y Dirección de Empresas y Alta Gerencia (UCA, INCAE). Fundador de la Policía Nacional de Nicaragua (1979) en donde llegó a ser Subdirector General y Comisionado General (2015). Especialista en seguridad ciudadana, conferencista, maestro y consultor, ha publicado diversos ensayos, artículos y trece libros entre ellos los ensayos: A 150 años de la batalla de San Jacinto y Policía, seguridad ciudadana y violencia en Nicaragua, novelas: Rostros ocultos, Manantial y Encuentro, narraciones: Inconclusos, poemas: Huellas del otoño y compilación y ensayo: Último año de Rubén Darío (Parte I y II).

[2] Conchita Palacios, destacada intelectual revolucionaria y médico, nació en El Sauce, León, en 1893 y falleció en Managua en 1981, inició estudios en la Escuela de Medicina de la Universidad de León, en dónde, aunque la normativa no impedían el ingreso de mujeres, su presencia en la carrera de medicina fue considerada incompatible con su condición de mujer, por lo que fue objeto de críticas y frecuentes hostigamientos de sus compañeros, incluso, el obispo de León, Mons. Simeón Pereira, calificó de “perverso que pretendiera estudiar esa carrera”. Obligada a trasladarse a México, continuó sus estudios en la Escuela Nacional de Medicina, graduándose en 1927.  El Complejo Nacional de Salud del Ministerio de Salud Pública en Managua, lleva su nombre.

[3] Lección inaugural del Año Académico 2020 de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, auditorio Fernando Gordillo del recinto Universitario Rubén Darío, Managua, el 11 de marzo de 2020: “Los retos de la Educación Superior en la actualidad”.

[4] Lección Inaugural del Año Académico 2020 en la Universidad Nacional de Ingeniería, recinto Simón Bolívar, auditorio Salomón de la Selva, Managua, el 9 de marzo de 2020: “Educación japonesa y desarrollo económico”.

TAGS
RELATED POSTS
FRANCISCO JAVIER BAUTISTA LARA
Managua, Nicaragua

Comparto referencias de mis libros y escritos diversos sobre seguridad, policía, literatura, asuntos sociales y económicos, como contribución a la sociedad. La primera versión de esta web fue obsequio de mi querido hijo Juan José Bautista De León en 2006. Él se anticipó a mí y partió el 1 de enero de 2016. Trataré de conservar con amor, y en su memoria, este espacio, porque fue parte de su dedicación profesional y muestra de afecto. Le agradezco su interés y apoyo en ayudarme a compartir.

Buscar