Oficio constante de Rubén Darío
Managua, Nicaragua, 1ro. de marzo 2024.
Día Nacional del Periodista
El oficio de periodista para Darío fue la ocupación constante durante 35 años de su vida activa desde los 14 años hasta su muerte. Fue el ejercicio del periodismo el principal sustento económico. Escribía artículos para los medios escritos que eran revistas semanales o mensuales y diarios. No fue reportero de noticias, aunque alguna vez lo quisieron utilizar para ese fin que sentía no era lo suyo.
Era generador de opinión, un “opinólogo”, o como se dice ahora: “influencer” aunque sin redes sociales virtuales. Fue cronista, editor y director de diarios y revistas, escribió sobre temas políticos, literarios, culturales, sobre arte, temas sociales, religiosos, históricos y contemporáneos, sobre problemas nacionales e internacionales, la gama de cobertura temática fue diversa. Fue un erudito comunicador social que desde su época se proyecta al presente más de cien años después. Era capaz de llamar la atención de los principales foros académicos, culturales y hasta políticos de la época. Aunque no tenía título universitario ni se bachilleró, la práctica autodidacta lo llevó a ser un innovador literario. Al final del siglo XIX el periodismo se limitaba al periódico escrito por lo que no es el concepto amplio de comunicación social que hoy se maneja.
El primer diario en el que escribe, su primer empleo fue como redactor de La Verdad de León. Cuenta en su Autobiografía, “La vida de Rubén Darío escrita por el mismo”: “Se publicaba en León un periódico político titulado “La Verdad”, se me llamó a la redacción, tenía a la sazón cerca de 14 años y se me hizo escribir artículos de combate, que yo redactaba a la manera de un escritor ecuatoriano famoso, violento, castizo e ilustre llamado Juan Montalvo”. Como eran tiempos de gobiernos conservadores, el pensamiento de Montalvo era revolucionario, liberal, escribía desde una posición liberal que confrontaba a los conservadores. El pensamiento que expresa en sus primeros escritos está influido por la tertulia de León, él escuchaba desde niño las conversaciones de Máximo Jerez y del círculo político de entonces, estaba con sus tíos abuelos; del núcleo familiar cercano recibía esa influencia. Entonces como no iba a clases regularmente le abrieron aquel famoso expediente penal por vago.
Una revisión de los periódicos y revistas con los cuales colaboró nos lleva a una lista limitada que podría ser: periódico La Verdad de León, La Época de Santiago de Chile, El Mercurio de Valparaíso, El Heraldo de Valparaíso, El Correo de la Tarde de Guatemala, el Diario de Centro-América en Guatemala, Nuevo Tiempo de Honduras, El Diario Nicaragüense de Granada, La Unión de El Salvador donde fue director, el Diario del Salvador, Prensa Libre de Costa Rica donde fue editor, La Estrella de Panamá, El Fígaro de La Habana, Cuba, La Nación de Buenos Aires y otros. En todos los diarios importantes de habla española realizó colaboraciones y fueron publicados sus textos y poemas.
En 1890 cuando tenía 23 años era director del diario La Unión, allí conoció a su primera esposa Rafaela Contreras, quien escribía cuentos con el seudónimo Stella. El diario liberal promovía la unión centroamericana. También hubo algunas revistas, mencionaré: Ariel de Honduras, Ariel de Costa Rica, El Ateneo de Honduras, Mundial y Elegancias de París, y otra decena de revistas. La clausura de estas últimas al inicio de la primera Guerra Mundial fue para Rubén una tragedia porque se quedó sin empleo y sin espacio para seguir escribiendo. El último trabajo y la primera ocupación formal que tuvo fue en medios escritos. Es posible que la cantidad de periódicos y revistas en las que publicó desde fines del siglo XIX e inicios del XX sea un centenar.
Cuenta en su Autobiografía que por recomendación del chileno Eduardo Poirier, llegó a la redacción de La Época, y desde ese momento se incorporó a la joven intelectualidad de Santiago, la élite juvenil santiaguina se reunía en aquella redacción por donde pasaban muchos personajes. Cuenta sobre otro periódico: “Pero no dejaré de narrar mi permanencia y mi salida de la redacción de El Heraldo, lo dirigía la sazón Enrique Valdez Bergara, era un diario completamente comercial y político, había sido yo nombrado redactor por influencia de don Eduardo De la Barra”, es uno de los mecenas: “noble poeta y excelente amigo mío, se me encargó una acrónica semanal, escribí la primera sobre sport y a la cuarta nota que publicaba, me llamó el director y me dijo Usted escribe muy bien, nuestro periódico, oí bien, necesita otra cosa, así que le ruego, no permanecer más en nuestra redacción” y por escribir bien me quedé sin puesto”. Esto fue antes de Azul…
Estaba brillando y no faltaron los celos, no sabemos los detalles, simplemente le dijeron que escribía muy bien, pero lo sacaron, tal vez ese perfil poético-literario, esa calidad que ponía en sus textos no era compatible a los enfoques del diario, o a lo mejor querían una nota roja más cotidiana y corriente, que el relato elevado que escribía. En Azul…, su libro primigenio, publicado en 1888 al año siguiente, incluye un cuento que titula El Rey Burgués, que se refiere desde la ficción a ese director o propietario del diario, es una crítica al que no valora el arte literario.
El diario que le da de comer durante 27 años, que fue el ingreso fijo con el que siempre contó, es La Nación de Argentina. El periódico y la sociedad argentina tuvieron para el poeta y prosista especial consideración, por lo que para él Argentina fue su segunda patria. Escribió por encargo El Canto a la Argentina, su más extenso poema, está en un monumento del Parque Central de Buenos Aires, y Marcha Triunfal en homenaje a la independencia de Argentina.
Comenzó en La Nación en 1889 y las últimas dos publicaciones fueron en el año de su muerte, en el anterior 1915 fueron cinco, son los años de menor contribución. Desde 1889 hasta 1916 transcurrieron 27 años. Durante ese período publicó 696 artículos identificados, es decir 26 artículos al año, uno cada 14 días, sin embargo, hay años donde escribió 50 artículos. Sobre las publicaciones en La Nación, Günther Schimigalle y Rodrigo Caresani en 2017 presentaron el libro: “La bibliografía de Rubén Darío en La Nación de Buenos Aires (1889-1916)”. Mandaba los artículos de diferentes partes del mundo, 275 fueron enviados desde Francia, 133 desde España, incluso 9 fueron desde el mar cuando viajaba en barco. Los mandaba por telégrafo, por los medios técnicos de la época. El primero que publicó en La Nación fue el 03 de febrero de 1889 lo envió desde Valparaíso. En primera página el diario dice: “publicamos hoy la carta de un nuevo corresponsal que nos escribirá periódicamente desde Chile y que viene a engrosar con valiosísima contingencia el grupo bien conocido de los que siguen el movimiento literario americano, por lo cual no insistiremos en su presentación, en la seguridad que el lector sabe de antemano quien es el que le informará en delante de lo que pasa en el Pacífico, exponiendo en cartas tan interesantes como la que hoy publicamos temas variados, recordaremos sin embargo su última obra reciente de cuentos y poesías, titulada Azul,” recordemos que Azul… es apenas 8 meses después, entonces el diario argentino lo elogia por el libro que fue recibido con general aplauso, también recuerda lo que dice Eduardo de la Barra: “Rubén Darío es en efecto un poeta de exquisito temperamento artístico que aduna el vigor a la gracia de gusto fino y delicado, etc.”.
Como prosista y poeta, el ejercicio de la crónica periodística es la ocupación permanente que le aseguró algún ingreso fijo. Las otras ocupaciones fueron temporales. Fue por un período corto y accidentado Ministro de Nicaragua en España, lo nombró Zelaya en 1908 y permaneció allí hasta 1910. El resto del tiempo siguió viviendo de lo que publicaba en periódicos y revistas. Tuvo varias designaciones diplomáticas anteriores y posteriores, por Nicaragua y otros países, las primeras: delegado de Nicaragua para el IV Centenario en Madrid (1892) y el nombramiento de Colombia como cónsul en Argentina (1893), la última, cónsul de Paraguay en París (1912).
Varios de sus libros recogen parte de las crónicas: Parisiense, Opiniones, La Caravana Pasa, Tierras solares, Los Raros, Peregrinaciones, España contemporánea, Todo al vuelo. En ellos incluye artículos publicados en diarios y revistas, hay otro montón disperso por el mundo.
En la crónica rubendariana, periodistas y comunicadores sociales tienen un caudal práctico del que pueden aprender. Es un texto en prosa que refiere sucesos que observa, incorpora en el relato reflexiones y opiniones propias de carácter histórico y contemporáneas, es un enfoque con lenguaje fresco, incluyendo metáforas, conceptualizaciones literarias, análisis y diversas perspectivas, no es un periodista que se limita a contar el hecho noticioso, es un narrador que lo hace desde una visión amplia y literaria. Hay al menos cinco cualidades principales: la primera: es una crónica bien informada, escribe con conocimiento; segunda: escribe con gran belleza literaria, son textos agradables; tercera: sus textos tienen vigencia más allá de su tiempo, podemos leerla en cualquier época y parecen próximos, en ellos no aplica la expresión “para qué leer un periódico de ayer”; cuarta: es de temáticas diversas, habla de varios asuntos que despiertan interés de muchos; y quinta: es detallada, logra profundidad, ello confirma la cualidad de observador acucioso que desarrolló temprano.
El periodismo fue un vehículo para expandir el modernismo y a medida que el movimiento arrastraba a muchos y se posesionaba en el mundo literario de lengua española, los medios impresos querían publicar algo de lo que su pionero escribía. El modernismo nace y se proyecta con Azul… En ese entonces no es un escritor intenso y diverso de periódicos, después comienza a abrirse a ello. Va adquiriendo fama, los periódicos se interesan en sus colaboraciones. La fama que crece con Azul lo vuelve atractivo, genera expectativas, el poeta y prosista entusiasmado y comprometido escribe con abundancia y fascinación en todos los espacios posibles.
El legado de Rubén Darío a los periodistas de antes, de ahora y siempre son las cualidades de la crónica rubendariana y la intensidad inagotable e innovadora con la que escribió. Es un curioso referente autodidacta que organiza su aprendizaje, con gran capacidad de observar, escuchar y leer, detallista y profundo, agradable y vigente, un lector constante y diverso, lee, escucha y observa de manera cotidiana, son los instrumentos metodológicos para aprender, crear e innovar, lo que llamamos pedagogía rubendariana: la ruta de aprendizaje del genio literario.